POLITICA ARGENTINA: SERGIO JULIO NERGUIZIAN

Argentina: el 'mutante' que podría rescatar al Presidente Alberto Fernández

Algunos desafìos en los que el virus opera como aliado.

15 de Abril de 2020
 
Cuando, hacia agosto del año pasado, la fórmula Fernández-Fernández resultó la más votada en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), analistas y consultoras vaticinaron -con algún atisbo de firmeza- que era altamente probable la consagración de Alberto Angel como Presidente de la República en las inmediatas Elecciones Generales del diciembre venidero.

Alberto Fernández, Coronavirus, COVID-19Aquéllos que intentaron visualizar el escenario que esperaría al ungido, coincidían en al menos, algunos puntos:
 
a) El Gobierno se iniciaría con una carga de tensión notable, derivada de la presumiblemente inestable convivencia del Poder Ejecutivo con su Vicepresidenta. Ambos podían atribuírse los laureles del triunfo, con buenas razones: Cristina era la figura por lejos más descollante del Frente de Todos, y sus ocho años de ejercicio en el Poder, un argumento no desdeñable; Alberto, a su vez, podría argüir sensatamente que sólo una personalidad prudente y moderada como la suya pudo haber captado la porción de electorado que decidió la victoria del binomio;
b) Si bien resultaba imperioso comenzar a elaborar un programa de reactivación económica luego de dos años de recesión, todas y cada una de las variables disponibles mantenían una relación de dependencia severa con las posibilidades de refinanciación de la deuda estatal, especialmente con los acreedores extranjeros e instituciones de crédito mundiales (como el Fondo Monetario Internacional);
c) El  deterioro del poder adquisitivo de los salarios implicaría en los hechos que, horas después de las congratulaciones de rigor tras la asunción ritual, astutos y voluminosos caciques sindicales le insinuarían al Poder Ejecutivo que no sobraba tiempo para actualizar ingresos de la clase obrera, como tampoco era pensable demorar el auxilio de emergencia a los sectores más vulnerables de la base de la pirámide poblacional;
d) Las relaciones con dos Estados americanos se tornarían cruciales: Con los Estados Unidos de América, dado el peso formidable como factor decisorio (y aún disuasorio) que había exhibido al interior del FMI y, asimismo, patria genuina y a veces adoptiva de los acreedores asociados en clubes especializados en coleccionar papeles depreciados (y aún despreciados) de naciones periféricas por su nivel de desarrollo, inestabilidad institucional y, en nuestro caso, confinamiento geográfico; con Brasil, octava economía del globo, girando a una derecha rústica e improvisada, empeñada con el aval de los EE.UU., a liquidar los experimentos populistas que germinaron en la década de precios récord para los commodities latinoamericanos;
e) La actividad bancaria y financiera, única de crecimiento firme y sostenido desde 2010, haría valer su hipertrófica expansión como sólido factor de presión. Era previsible que resistiera los cambios estructurales implícitos en las expectativas del ala izquierdista del Frente, así como era de igual modo indudable que la colaboración de la banca aparecía como insoslayable, en un plan de reanimación del consumo interno y la producción;
f) La destrucción de la moneda nacional como refugio para el ahorro, salvo algunos años con inflación de un dígito, implicaría que cualquier maniobra desprolija o negligente de las variables, significaría -una vez más- la fuga en modo tropel desbocado hacia la divisa estadounidense.

Para mediados del mes de febrero, el Gobierno exhibía sin pudor la imposibilidad de arbitrar un programa, dado el estancamiento de las tácticas de re-perfilamiento de la deuda externa. Los analistas que después de la PASO habían acertado al profetizar el triunfo de F/F, recurrían a expresiones metafóricas (y no tanto) que aludían a la parálisis tanto del Gobierno como de la economía, y a la crisis del nivel general de confianza en el futuro inmediato.

Pero, poco después, sucedió el coronavirus.

La pandemia cubrió el planeta en un lapso que no registra antecedentes. La muerte por asfixia amenazaba con serena perversión a todos los seres humanos del orbe. Pero, una vez más -entre nosotros-, la paradoja se instala para resignificar un acontecimiento. El virus podía convertirse en el respirador artificial que una Administración anodada por la obstinación en el error, recibiría con secreta algazara.

El mismo mapa de las dificultades previstas y no resueltas, de pronto era vuelto a dibujar, bajo los auspicios de una esperanza nacida de la tragedia. La amenaza de un mal que se abalanza sobre el cuerpo inerme de la nación produce, desde siempre, la delegación formal y no formal de atribuciones hacia el funcionario que, desde la cúspide institucional del Poder, toma el timón de la nave en riesgo de zozobra, y ejerce las atribuciones delegadas y las autoasignadas, en razón de la gravedad del momento.

El sistema parlamentario apaga sus escasas luces, y se llama a silencio: inaugurar el estado de asamblea puede ser leído como falta de lealtad con la suerte de la República, en una hora aciaga. El Presidente, debilitado por el acoso de las alas irreconciliables del improvisado Frente, ahora renace, fortalecido: jaquearlo a las puertas del infierno no haría más que precipitar al fuego a tirios y troyanos. La sentencia borgeana puede escucharse como una patética confesión colectiva: Detrás de la unidad ,no hay más que el espanto común.

Repasar ahora el listado de los escollos que fungían como insuperables, puede representar una tarea provechosa:

a) La tensión P.E./Vicepresidenta ha perdido visibilidad, al menos en las manifestaciones exteriores que las partes a veces no podían controlar y, otras, se empeñaban en difundir. La opinión pública considera mayoritariamente que la gestión frente a la irrupción del virus ha sido acertada: superó a otras naciones en términos de medidas de prevención, y logró inspirar la idea de la inexorabilidad de las graves medidas de limitación de la libertad personal que implicaban. Como contrapartida, la conducción política del Frente se ha exiliado en las siempre generosas dádivas del silencio. El virus letal ha fortalecido la salud del Presidente;
b) Los organismos financieros internacionales, Jefes de Estado de las naciones señeras del orbe, autoridades de la filosofía, sociología y la jefatura de las grandes religiones, han puesto de manifiesto la excepcionalidad absoluta del momento global, por encima de cuanto antecedente puede aportarse. La renegociación de la deuda externa contará con la contundente insinuación de los centros de Poder, de abrir líneas de discusión con las naciones endeudadas y con escasas posibilidades de repago en los términos inicialmente acordados, como resulta emblemático el caso argentino. Así como, en la pandemia, la salvación solitaria aparenta imposible, todo hace pensar que la economía mundial requiere también plantear que cuidar al otro es la forma más eficaz de protección personal;
c) Cuando concluya el virus su prolija devastación de la economía, con particular énfasis en las pequeñas y medianas empresas, un nivel inédito de desocupación colmará las calles desvalidas. Los sindicatos abandonarán la pretensión de ajustar exhaustivamente los salarios por el índice de la abrumadora inflación, a cambio de normativas que promuevan la conservación y eventual recuperación de los puestos de trabajo. El Presidente llamará a la solidaridad de todos los sectores: el tributo sindical consistirá en ahorrarle a la Administración el caos adicional de huelgas y movilizaciones;
d) Las relaciones con los Estados Unidos de América se tornarán 'maduras': la Argentina no discutirá el liderazgo en la región, y dejará para otras épocas el coqueteo con potencias que disputan el rol de orientadores clave del planeta. A cambio, puede beneficiarse de gestos benéficos en las mesas donde se renegocien sus pasivos soberanos. Si Alberto Angel Fernández lograre concretar un final decoroso para el monstruoso quebranto, medido en términos de la capacidad nacional de crecimiento, podrá vanagloriarse como el héroe de la última batalla inconclusa en el Río de la Plata;
e) La Banca nacional y extranjera esperan el programa económico que les asegure los tótems que, desde siempre, han venerado: seguridad jurídica (es decir, blindaje decidido del derecho de propiedad y preservación del más amplio campo de acción para la autonomía de la voluntad) y previsibilidad, como su consecuencia directa, a fin de incorporar al futuro como una zona segura para estimular el riesgo de las inversiones. Probablemente, el esquema gubernamental sea tosco y vacilante en muchos aspectos pero, en el asunto crucial de la regulación del negocio financiero, se pondrá el mayor esmero. Los bancos también pueden idolatrar a humanos: será la hora del Ejecutivo Nacional.
f) La cuarentena carcelaria tiene su costo en términos de financiación de la salud poblacional. La emisión monetaria registrará niveles que, mensurados en vértigo y volumen, no resistirán ejemplos en el caótico pasado nacional. La prueba más difícil se avecina: la eventual estampida hacia la única moneda global pondrá en peligro todo el arduo andamiaje que la pandemia parece obsequiarle al Presidente.

A los pocos meses de haber asumido, Alberto Fernández había dejado prematuramente en el camino una cuota importante de confianza en su capacidad para guiar la nave azotada por el temporal.

Ahora, la misericoridia del letal COVID-19 se digna a ofrecerle una oportunidad de redención

 
Sobre Sergio Julio Nerguizian

De profesión Abogado, Sergio Julio Nerguizian oficia de colaborador en El Ojo Digital (Argentina) y otros medios del país. En su rol de columnista en la sección Política, explora la historia de las ideologías en la Argentina y el eventual fracaso de éstas. Sus columnas pueden accederse en éste link.