ECONOMIA INTERNACIONAL: IVAN CARRINO

La gran contradicción argentina

La gran contradicción de los argentinos es que, en general, adoramos al Estado...

27 de Septiembre de 2019

 

La gran contradicción de los argentinos es que, en general, adoramos al Estado pero, al mismo tiempo, no estamos dispuestos a financiarlo. ¿Cuál es la prueba de esto?
 
Argentina, Crisis Argentina, Gasto público, Déficit fiscal, Mauricio Macri, PopulismoLa primera es que, en los últimos 59 años de nuestra historia, 54 hemos vivido con déficit fiscal. Es decir que el gobierno, que tanto nos gusta que gaste, no cuenta con los ingresos suficientes para encarar ese gasto. A la postre, los ciudadanos argentinos no pagamos los impuestos suficientes que requiere el Estado omnipresente que tanto es de nuestro agrado.
 
Obviamente, la Argentina nunca jamás evidenció un gasto tan alto en términos de su producción, como en diciembre de 2015. Y, de hecho, el incremento que tuvo lugar entre 2003 y 2015 ha sido sideral.
 
Para contar con una idea más abarcativa sobre el particular, Holanda llevó su gasto público del 20% del PBI al 40%, en un período de aproximadamente ochenta años. A nosotros, hacer lo propio nos ha tomado solo tres gobiernos kirchneristas, de doce años de duración en total. Todo un récord para el Libro Guinness.
 

Mentalidad anticapitalista
 
La segunda prueba es que según el estudio del profesor Carlos Newland, de ESEADE, la Argentina es el país con mentalidad más anticapitalista de la región.
 
Consultados sobre 3 cuestiones básicas que definen las preferencias de los encuestados sobre la economía libre contra la regulada ("la riqueza genera crecimiento para todos", "la competencia empresarial es buena", "debe incrementarse el rol del sector privado a costa del público") los ciudadanos argentinos son quienes más se oponen a la actividad del mercado libre. Esto significa que somos más pro-Estado que Chile, Uruguay, Colombia, Brasil, etc.
 
De tal suerte que, si los gobiernos son una representación de, al menos, una porción considerable de la sociedad, es normal que tales Administraciones se lo pasen gastando todo lo posible, mientras que construyan "derechos" allí donde sea que detecten una necesidad. El problema es que esos derechos deberán ser financiados (pagados). Y, dado que los argentinos no quieren pagar por aquéllos, el país ha invertido las últimas ocho décadas reviviendo crisis de deuda o crisis inflacionarias.

 
6 mil billones por ciento
 
Hace unos años, el profesor de la Universidad de Denver, Nicolás Cachanosky, tomó los datos recopilados por Reinhart y Rogoff, para terminar concluyendo que, 'desde declarar su independencia en 1816, la Argentina ha estado bajo reestructuración de deuda unos 71 años. Esto equivale al 36% de su historia'.
 
La situación es bastante más grave, si se contabiliza el tiempo transcurrido desde la Segunda Guerra Mundial: 'Si contamos desde la Segunda Guerra Mundial, entonces la Argentina ha estado en default y reestructurando su deuda durante unos 36 años, lo que equivale al 52% del tiempo desde 1945 a la fecha'.
 
El proyecto enviado al congreso para "reperfilar deuda" le agregará unos años a este triste registro nacional y popular.
 
En materia de inflación, otro trabajo de Cachanosky -en esta oportunidad, en conjunto con Adrián Ravier- prueba que, desde la creación del Banco Central en 1935, la inflación anual equivalente fue de 55% por año. 
 
Para curiosos, la cifra de inflación acumulada desde que se conocen las estadísticas oficiales en la Argentina, es de: 6.138.061.225.630.469%. Creo que se dice seis-mil-billones por ciento. Pero, seguramente, algún lector podrá cerciorarse, ayudándonos a pronunciarlo con propiedad.
 
Como cualquiera podrá intuir, semejantes niveles de inflación son funestos para el crecimiento económico. Y el mismo efecto genera la incertidumbre ligada a la deuda pública. En este sentido, no extraña que seamos el país que, junto con nada menos que el Congo, es el que más recesiones tuvo desde el año 1960.
 
Para cortar con semejante decadencia, llegó a la presidencia Mauricio Macri, quien supo afirmar que todo se ordenaría, porque la economía iba a crecer. Obviamente, lo mismo dicen todos los políticos, desde Roberto Lavagna hasta los Fernández.
 
Ahora, ¿será posible que la dirigencia política explique cómo crecerá la Argentina, si nadie se propone realmente reducir la inflación, y si nadie se propone, sinceramente, ajustar las cuentas públicas?
 
 
Lecciones a aprender
 
El agujero fiscal es la proverbial espada de Damocles que hunde a la Argentina. El agujero fiscal explica, de igual manera, el desequilibrio externo que gustan de remarcar los economistas heterodoxos.
 
La explicación es sencilla: cuando no existe ahorro interno, y el gobierno gasta como si no hubiera mañana, la única manera de hacerlo (al menos por un tiempo) es usando financiamiento exterior. La contracara de ello es el déficit de cuenta corriente.
 
Pero el origen del problema es, nuevamente, fiscal. Y el problema fiscal es hijo de nuestra gran contradicción.
 
¿Cómo se resuelve? Solo existen dos maneras posibles: o bien se reduce el gasto público, o bien se aumentan los impuestos.
 
Ahora, bien; en un país que ya no puede tolerar la excesiva presión impositiva, que cobra impuestos récord (a nivel mundial) a las empresas, y que a los pobres los fuerza a tributar tasas europeas de IVA, sólo tiene un camino por delante: hay que achicar el gasto público.
 
Si no nos ponemos de acuerdo en esto, después no tendremos derecho a quejarnos, tras los malos resultados obtenidos.

 
Sobre Iván Carrino

analista económico de la Fundación Libertad y Progreso (Argentina). Obtuvo su maestría en Economía de la Escuela Austríaca en la Universidad Rey Juan Carlos (España). Publica regularmente para el sitio web en español del think tank estadounidense The Cato Institute (Washington, D.C.), Inversor Global y otros medios.