ECONOMIA INTERNACIONAL: JAMES M. ROBERTS

¿Cómo puede la Argentina evitar una nueva crisis económica? Con una dolarización

Fue el proceso de dolarización del año 2000 lo que rescató a Ecuador de los devastadores...

23 de Septiembre de 2019

 

Fue el proceso de dolarización del año 2000 lo que rescató a Ecuador de los devastadores perjuicios económicos que el modelo a imitar por Rafael Correa, Hugo Chávez, terminarían precipitándose sobre Venezuela.

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No hay temporada de huracanes en América del Sur, pero otra crisis monetaria ha vuelto a golpear a la República Argentina. Y esa crisis se ha presentado justo cuando el presidente Mauricio Macri buscaba su reelección.
 
Mauricio Macri, Dolarización, James M. RobertsMacri, un mandatario no-peronista, siempre esperó problemas. Desde que la Argentina retornó a la democracia a comienzos de la década del ochenta, el partido peronista jamás ha permitido que un mandatario ajeno a su confesión política pudiera completar su período de gobierno. Antes que Macri, el último presidente no-peronista que fuera elegido en comicios generales fue Fernando De la Rúa. Los peronistas hicieron propia la crisis de deuda soberana (que ellos mismos habían ayudado a crear) y forzaron a De la Rúa a abandonar el poder, en 2001. Esa crisis ha disparado ciertos paralelismos con su reedición actual de 2019.
 
La renuncia de De la Rúa abrió las puertas para quince años de gobiernos peronistas de izquierda -de confesión populista, incluyéndose en ese lapso a los gobiernos de Néstor y luego su esposa, Cristina Kirchner. Sus políticas estatistas, proteccionistas, confiscatorias y potenciadoras de elevadísimo déficit fiscal destruyeron a la economía nacional, aislaron al país y debilitaron el Estado de derecho.
 
La presente crisis, mientras tanto, sigue un patrón tan infortunado como en extremo predecible. Tal lo informara el matutino británico Financial Times, 'la Argentina ingresó en cesación de pagos sobre su deuda soberana en ocho oportunidades desde consolidada su independencia en 1816; lo hizo espectacularmente en 2001 con US$ 100 mil millones en bonos -consignando en su momento el default más grande de la historia mundial- y, más recientemente, en 2014'.
 
El presidente Mauricio Macri llegó al poder hacia fines de 2015, e hizo lo que pudo a través de decisiones ejecutivas, con la meta de estabilizar la economía e imponiendo medidas de austeridad, con el objeto de reducir la carga que la subsidización representaba para el presupuesto. Al inicio, logró mostrarse exitoso, construyendo un acuerdo con los acreedores de la categoría 'hold-out' -heredados de la crisis de 2001-, y alentando a una nueva generación de inversores en mercados emergentes para aterrizar en la Argentina, aún cuando seguía siendo una apuesta de riesgo.
 
Pero los peronistas, que aún controlan el Congreso, se rehusaron a poner en marcha la agenda de macri y que tenía por fin solucionar ciertas problemáticas a largo plazo (como ser una reforma laboral, la reducción de la burocracia, y la implementación de recortes al sistema público de pensiones y a su correspondiente Estado de bienestar), medidas necesarias para que la Argentina, a futuro, pudiera vivir con sus propios recursos y no más allá de ellos, y también para lograr que la economía sea más competitiva a nivel global.
 
El peso ha estado perdiendo valor durante todo el año, tendencia que se ha acelerado después de que Macri consolidara un convenio de rescate de US$ 50 mil millones desde el Fondo Monetario Internacional -convenio que no implicaba condicionamientos. Los ciudadanos argentinos asistieron como testigos a una recurrencia de la inflación, en tanto el mismo patrón de 2001 ha emergido a la superficie.

La ciudadanía está descartando los pesos argentinos, para pasarse a dólares estadounidenses.

La debacle del peso empeoró, luego de que especuladores de divisas incurrieran en ataques contra su valor. Hacia el final del día, el gobierno de Macri -inicialmente afín al libremercado- no tuvo otra salida que echar mano del instrumento de política monetaria más despreciado: poner en marcha un esquema de control de capitales, a efectos de impedir el flujo de dólares hacia el exterior, por cuanto ello representaba una seria amenaza contra las reservas del banco central.
 
El ligero rebote subsiguiente en la cotización del peso y del mercado de los bonos de deuda argentinos han tenido lugar, en virtud del anuncio de control de capitales, de acuerdo al analista Jeffrey Lewis (en The Wall Street Journal). Pero los controles de referencia no consignan una solución de largo plazo.

Conforme lo refiriera la analista Mary O’Grady, en una columna de opinión publicada por el Journal, las cosas no tienen por qué resultar de esta manera para la Argentina. A criterio de poner fin al recurrente fenómeno cíclico argentino del boom y la explosión (boom & bust), la analista -como también otros expertos del mundo de las finanzas- propone que el país proceda a dolarizar y, eventualmente, cesar las operaciones del banco central. Naturalmente, también serán necesarias otras reformas.

Fue el proceso de dolarización del año 2000 lo que rescató a Ecuador de los devastadores perjuicios económicos que el modelo a imitar por Rafael Correa, Hugo Chávez, terminarían precipitándose sobre Venezuela. La dolarización también ha beneficiado a otras naciones latinoamericanas, incluyendo a El Salvador, Panamá y Bahamas.

En el caso ecuatoriano, el gobierno simplemente se dedicó a funcionar en concordancia con el comportamiento del público, que directamente se había despojado del devaluado 'sucre', a favor del dólar estadounidense como reserva de riqueza y valor, dado que confiaban más en esta moneda.

El proceso dolarizador en Ecuador involucró medidas de gobierno; la Administración de ese entonces inyectó los suficientes dólares en la economía como para respaldar la totalidad de las transacciones financieras, mientras que gradualmente reemplazaba al viejo sucre con dólares de los Estados Unidos. Se precisó llegar a acuerdos con la Reserva Federal de los Estados Unidos de América, con otros centros monetarios americanos y con el Fondo Monetario Internacional, a criterio de reemplazar gradual y criteriosamente a los dañados billetes viejos con nuevos -y para garantizar que el banco central ecuatoriano pudiera pedir prestada la suficiente reserva de dólares como para habilitarlo para reemplazar al sucre.

La dolarización eliminó de plano un abuso gubernamental de poder -el cual remite a la impresión de dinero-, e incrementó la disciplina fiscal de la Administración, la cual habrá siempre de limitar su gasto, quedando reducido estrictamente a lo que puede financiar vía impuestos, o pidiendo dólares estadounidenses prestados.

Ahora mismo, ningún ciudadano ecuatoriano recuerda al sucre.

En el caso de la República Argentina, sucedería exactamente lo mismo. La deflación y la austeridad que normalmente acompañan a la dolarización, ciertamente serían limitantes en el corto plazo. Pero serán más limitantes contra los furiosos políticos populistas locales, cuyas manos deben ser atadas, y a quienes debe impedírsele que impriman más dinero para ofrecer la ilusión de progreso a sus conciudadanos.

Si Cristina Kirchner -confesa admiradora del chavismo- retorna al gobierno nacional en las próximas elecciones (en la forma de una vicepresidente con poder real detrás del trono), y si Macri es incapaz de dolarizar previo a que el kirchnerismo triunfe en las urnas -lo cual es muy probable-, entonces la Argentina se verá forzada a revivir el pasado, una vez más.

Si se pone en marcha la dolarización, sin embargo, una mayoría de votantes podrían decidir que ya han sufrido más de la cuenta. Y procederán a reelegir a Macri, otorgándole a su partido el control del Congreso, obsequiándole también otro período presidencial para poner fin al trágico e incapacitante ciclo de defaults y derrumbes de la moneda, de una vez por todas.


Artículo original, en The National Interest (Estados Unidos)


 
Sobre James M. Roberts

Es Analista en temáticas de Libertad Económica y Crecimiento en el Centro para Comercio Internacional y Economía (CITE). Responsable de tareas de investigación, desarrollo y análisis del Indice de Libertad Económica (desarrollado en conjunto entre la Fundación Heritage y The Wall Street Journal). Sirvió durante 25 años en el Departamento de Estado, desempeñándose en el servicio exterior en las embajadas de los Estados Unidos en México, Portugal, Francia, Panamá y Haití