POLITICA ARGENTINA | FOTOGRAMAS: MATIAS E. RUIZ

Argentina: Alberto Fernández, 'Sinceramente'

Alberto Fernández -candidato a la Presidencia de la Nación por el Frente de Todos- montó en cólera...

28 de Agosto de 2019


Alberto Fernández -candidato a la Presidencia de la Nación por el Frente de Todos- montó en cólera tras las multitudinarias manifestaciones ciudadanas que, hacia la tarde del sábado pasado, se tomaron calles y avenidas en las principales ciudades del país para explicitar su 'respaldo a la República' (si lo que corresponde es remitirse al texto plasmado en pancartas, y a opiniones vertidas por algunos de sus participantes ante los medios de comunicación). En esa invectiva, el aspirante al principal cargo electivo del país optó por responsabilizar al Fondo Monetario Internacional por el desbarajuste financiero doméstico -acaso blanqueando un inconveniente y poco oportuno interés en impedir que el organismo multilateral continúe girándole fondos a la Administración Macri.

Alberto Fernández, Kirchnerismo, Frente de TodosDifícilmente podría rastrearse estratagema electoral alguna en el giro del candidato kirchnerista; en rigor, Fernández ha dejado traslucir el costado más impulsivo e impetuoso de su personalidad, y que no representa misterio alguno para connoisseurs y entendidos. Todo parece indicar que elementos radicalizados de su propio espacio lo han arengado a dinamitar cualquier esfuerzo de tregua con el Gobierno Nacional, con un riesgoso agravante: de alzarse victorioso en los comicios de octubre, el ex jefe de Gabinete de Néstor Kirchner no habrá ya de asumir en medio de un desorden macroeconómico, sino en el epicentro de un incendio autoprovocado.

En cualquier caso, el arrebato ha terminado por aniquilar uno de los argumentos centrales de su campaña, que sostenía que los mercados no habían reaccionado con virulencia frente al resultado de las PASO, sino que se habían expresado de esa manera frente a las desatenciones de Mauricio Macri y su equipo. En efecto; la arremetida fernandista ha conmovido el mercado de cambios este martes 27 de agosto. Así las cosas, el Efecto Marcos Peña ha mutado ahora en el Efecto Fernández: cuando se le obsequian micrófonos a los personajes equivocados, el público ve empobrecer su poder adquisitivo, en cuestión de minutos.

Sin embargo, la pendulante psiquis de Alberto Angel Fernández ha dado lugar, en las últimas horas, a certificar el carácter incendiario de la pelea fratricida (léase: interna) que lo tiene por principal protagonista, en su propio espacio. El ex Superintendente de Seguros de la Nación confiesa, sin decirlo, una manifiesta incapacidad a la hora de poner en caja a sus simpatizantes y asesores políticos. Ejercitando un delicado equilibrio en el fiel de la balanza, hasta la semana pasada al menos, tuvo por costumbre compartir un discurso moderado de veinticuatro horas de duración, que al día siguiente era reconfigurado en una colección de afirmaciones repletas de irresponsabilidad. Ahora, sus preferencias se han atrincherado en una perniciosa radicalización -para sí mismo y para terceros. En tal contexto, ¿cómo argumentar que la detonación preventiva de la economía puede comportar aspectos favorables para nadie? Sin lugar a dudas, le costará trabajo encontrar adeptos que suscriban a ese peculiar curso de acción, particularmente entre el consorcio de intendentes del conurbano bonaerense -los primeros interesados en que las flamas no empiecen por devorar a sus territorios. Beligerantes de un sordo interdicto versus el espectro camporista (que arenga recurrentemente al siniestro), esos jefes comunales comprenden, ante todo, que los primeros focos ígneos arrasarán con el Gran Buenos Aires mucho antes de que logren replicarse en la Plaza de Mayo. En esa capacidad, y perturbados por escenarios potenciales que sería menester evitar, han filtrado que miembros de La Cámpora invierten hoy porciones de su tiempo en reclutar a activos de las Fuerzas Armadas o de Seguridad- de momento, sin mayor éxito. El motivo: ser artífices en el montaje de esquemas represivos callejeros para un proscenio eventual en el que una presidencia de Alberto Fernández demande operativos de control social.

Naturalmente, el detrás de escena del proselitismo albertista (que fuera oportunamente ensayado aquí) ha motorizado oleadas de preocupación, que han trascendido al concierto internacional. Benjamin Gedan -reconocido analista del Wilson Center estadounidense) concluyó: 'Alberto Fernández es prisionero de las tensiones internas del peronismo, y eso pareciera limitar su capacidad de articular políticas claras y un potencial equipo'. A la sazón, el problema tampoco habrá de quedar reducido estrictamente a las recientes confesiones del candidato; su elenco opera en inocultable sintonía: con su cerrada defensa de la otrora Junta Nacional de Granos y de otras recetas de índole confiscatoria, Felipe Solá -futuro ministro de Fernández- solo ha logrado aportar a la sumatoria de extravíos. En el ínterin, la ruidosa ausencia de Cristina Kirchner -compañera de fórmula del postulante- nada parece tener de auspiciosa: una obligada presunción grafica que se prestará a toda exhibición pública y acto existente, recién cuando su alfil sea consagrado en las urnas -si es que así sucede-, abandonando su planificada desaparición. Mientras tanto, ha viajado a Cuba; acaso para solucionar con altos comisarios políticos en La Habana la pronta liberación de su hija Florencia.

En la caída del telón, la sinfonía impromptu de Alberto Angel Fernández no deja de compartir aristas que permiten relevar fehacientemente su cabal ignorancia, no solo de cara a cuestiones económicas, sino también geoestratégicas. Incidentalmente -y como se sugirió el pasado 22 de agosto en éste artículo-, Fernández ha exteriorizado que la República Popular China le ha ofrecido un 'generoso crédito', de no arribar a buen puerto sus conversaciones con autoridades de los Estados Unidos. Toda vez que Pekín no ha corroborado oficialmente ese ofrecimiento -como ha sucedido con el ya citado FMI, cuyos funcionarios ya se han visto obligados a desmentir al candidato-, ¿cómo evaluar con la debida seriedad todo lo que el ex jefe de Gabinete K comparte ante la opinión pública? ¿Resulta creíble, por ejemplo, que el aspirante haya amenazado a Washington con echar mano de la asistencia china en medio de una disputa comercial de consecuencias potencialmente recesivas en la economía mundial? ¿Acaso ha contextualizado Fernández el verdadero alcance de sus palabras, cuando la nación asiática concentra hoy toda su atención en los eventos de Hong Kong y Taiwan? A la luz de las reiteradas incoherencias, los comentarios del ex referente del peronismo porteño parecen emparentarse má con meros actos de prestidigitación discursiva, o de simples tretas político-publicitarias.

En el epílogo, no existen elementos para poner en tela de juicio las buenas intenciones que el candidato del Frente de Todos pueda portar consigo. No obstante, sí es plausible rubricar sus numerosos desperfectos, para que luego nadie se vea acorralado por la sorpresa. Alberto Fernández ciertamente no se caracteriza por sus aptitudes para el liderazgo (la ya citada interna que lo carcome, así lo testimonia), al tiempo que su visión estratégica es, echando mano de una extrema benevolencia, nula. Su foja de servicios es igualmente pálida: su legado como Superintendente de Seguros es por demás obscuro; su olvidable temporada como jefe de Gabinete enalteció su apasionado desenfreno por la impulsividad, en tanto que allí también quedó expuesta su principal competencia como controller de contenidos de prensa -bajo la inconducente metodología del látigo y la zanahoria. Allí donde tampoco debería soslayarse su papel como anodino recaudador de fondos para campañas, aceptando exorbitantes sumas sin jamás inquirir en su origen.

Ante todo, lectores y audiencia deberían notificarse desde ahora: cualquier semblanza sospechosamente favorable que bien identificados analistas y conductores de tevé realicen sobre la figura de Fernández, poco tendrá de objetiva. Allí podrá fácilmente percibirse, sin vueltas, que la exclusiva lingua franca es la pauta o el intercambio de favores. Ese colectivo de elucubraciones habrán de ser prontamente descartadas, para refrendarse solo con hechos; acaso con el muy apropiado título de 'Alberto Fernández; Sinceramente'.


 

Sobre Matias E. Ruiz

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.