POLITICA ARGENTINA: SERGIO JULIO NERGUIZIAN

Clase media argentina: rebelión silenciosa y ética del patrimonio

En las elecciones generales de 2011, Cristina Fernández ganó en todos los distritos electorales del país...

19 de Agosto de 2019

 

En las elecciones generales de 2011, Cristina Fernández ganó en todos los distritos electorales del país, con excepción de la Provincia de San Luis. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se impuso entonces con más del 35%; en Córdoba, con el 37%; y, en Mendoza, con el 51%. En el caso de la capital federal, CFK se alzó con la victoria en los circuitos de los barrios de Palermo, Belgrano y Recoleta. Triunfó ampliamente, asimismo, en la zona agropecuaria núcleo, la cual abarca territorios de la Provincia de Buenos Aires y de la Provincia de La Pampa (Así lo apuntaban los periódicos argentinos, en sus ediciones del 24 y 25 de octubre de 2011).

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A la hora de discernir el sujeto social clave en la derrota macrista del 11/8, en general se asigna esa responsabilidad a las clases medias, la que fuera en 2015 y 2017 piedra angular de ambos resonantes triunfos del Ingeniero ungido Presidente de la Nación. Esa franja de la pirámide social habría emitido una severísima señal de protesta contra una política económica que recortaba los tradicionales íconos de sus hábitos de consumo, e impedía que su  propensión al ahorro sostuviera el ritmo deseado.

Mauricio Macri y Marcos PeñaLa oportunidad elegida correspondía al proceso de tergiversación del objetivo, tenido en cuenta por el legislador cuando pergeñó las P.A.S.O. (Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias). La idea fue la de poner punto final a las componendas, roscas y manejos turbios que rodeaban el mecanismo de elección de candidatos, sustituyéndolo por elecciones obligatorias y simultáneas en las que se soslayaba el rol del afiliado al abrir la votación a todo ciudadano, sin requisito particular alguno. Sin embargo, al ser la competencia interna una opción renunciable, el 80% de los partidos presentó entonces lista única, y el electorado visualizó la contienda como una primera vuelta eleccionaria. Debe subrayarse adicionalmente que, en el caso de las dos alianzas favoritas absolutas, la presentación de dos listas o más en competencia hubiera tenido un alto costo en términos de imagen pública, ya que el espacio que se hubiese aferrado a listas únicas podría aparecer como la más votada, aunque la suma de votos reunidos por la que presentó opciones representara una suma mayor de voluntades.

Convertidas las PASO en primera vuelta, el porcentaje que separara al primero del segundo se tornaría un cómputo decisivo. De esta manera, la mayoría de los analistas considera que una diferencia de 15 puntos porcentuales sólo puede ser revertida terciando un milagro. Si bien la posibilidad de forzar un balotaje exigiría una menor intervención divina, en algunos distritos clave, como la Provincia de Buenos Aires, donde nadie cree en una reversión de la situación y no existe segunda vuelta, un triunfo macrista en noviembre generaría una hipótesis de cohabitación con el distrito que posee 16 millones de habitantes y es responsable por el 40% del PBI nacional. En definitiva, sería probable una crisis institucional, con el consiguiente descalabro del régimen democrático.

El elector estándar de clase media suele carecer de apasionamiento político o de lealtades consolidadas. La historia contemporánea nos lo presenta como un individuo que puede mutar opinión sin demasiada carga culposa; es más: suele descalificar a los que se sujetan a fidelidades perennes, y concluye valorando la volatilidad de sus posiciones políticas como un saludable ejercicio de independencia, en un  silogismo en el que se termina condenando al llamado voto cautivo.

Carlotto, Avruj, GaravanoEl autodenominado Proceso de Reorganización Nacional, eufemismo con que fuera bautizada la última dictadura militar, comenzó su ciclo de decadencia cuando las políticas económicas ensayadas a partir de 1980 anotaban un fracaso tras otro, hasta concluir con la demencial aventura de la Guerra de las Malvinas. Las violaciones a los derechos humanos, que comenzaron a advertirse hacia la misma época, se entendían como una réplica estatal a la agresión de la guerrilla urbana. Los sectores sociales medios, por vía de sus medios de difusión y de la autoridad de voces encumbradas como prestigiosas, armó el escenario de una conciencia escandalizada sólo cuando la vuelta a la democracia se concretó en diciembre de 1983. Por supuesto que el objetivo era doble: purgar la mirada distraída ante los horrores que tomaban estado público y, al mismo tiempo y muy en especial, arribar a un sistema que disciplinaba el caos y restablecía las condiciones para una convivencia pacífica.

A mediados de 1989, la Administración Alfonsín ya no resistía el jadeo febril del peronismo en la nuca: el Movimiento no podía elaborar el duelo de su primera derrota, sin proscripciones en 37 años. Carlos Saúl Menem se impone en los comicios, con el indudable apoyo de la clase que había antes venerado al líder radical, y ensaya la alquimia de un acuerdo con la cúspide de la pirámide social: la presión fuerza al Poder Ejecutivo a entregar el poder, seis meses antes de la fecha constitucional. En 1995, Menem arrasó con el 50% de las adhesiones, y extiende su mandato por cuatro años más, en los que el respaldo de la clase media fue sin duda innegable: un dólar subsidiado vía endeudamiento externo les permitía a muchos argentinos pasear por el mundo su soberbia de rico nuevo, entre otras veleidades que la importación indiscriminada facilitaba alegremente enancada en el artilugio del 1 a 1 que nos ponía a tiro de los Estados Unidos de América.


De la codicia como virtud

Tras superar a Daniel Osvaldo Scioli en el balotaje por menos de un 3% (algo más de 600 mil votos), Mauricio Macri se dispuso a inaugurar el primer gobierno cuasi-conservador y cuasi-derecha que, en la historia del país, llegaba al poder en elecciones democráticas inobjetables. Desde el comienzo, emitió tres señales cruciales:

a) No le repugnaban ni la liturgia ni la dialéctica de los populismos. Su gobierno intentaría la hazaña de copiar los recursos expresivos y las herramientas asaz demagógicas que habían hecho fuertes a los grandes partidos. La Argentina podía ser llevada a un sistema bipartidista, que en muchas sociedades prósperas del mundo había demostrado su eficacia en la consolidación de las democracias.
b) Fogonearía la investigación y denuncia consecuente de los actos de corrupción que afirmaba habían atravesado el precedente régimen kirchnerista; y,
c) La clase media en particular apreciaría la transparencia institucional, el combate a las mafias y el fin de la impunidad para propios y ajenos. Sería de tal magnitud el mérito del proyecto propulsado, que la dura transición hacia una economía estable habría de ser soportada con patriótico estoicismo.

Miguel PichettoLa derrota del peronismo en 2017 alentó la idea de que el plan ensayado daba sus primeros frutos y tornaba verosímil una Administración Macri hasta 2023. El Gobierno no perdía oportunidad para profundizar una grieta inteligentemente cavada con la colaboración de quienes creyeron estar ante el fenómeno de un nuevo liderazgo. Pero algo salió mal: desde abril del 2018, una serie concatenada de adversidades exógenas y errores de responsabilidad propia, comenzaron a poner a prueba la paciencia del sector de su base electoral recientemente ampliada.

Hasta entonces se suponía que la paciencia de un amplio espectro de los sectores medios estaba en relación directa con la altura y el esplendor de la cruzada moralizante emprendida por el Gobierno. Pero, no: más fuerte que el deslumbramiento operaba la ofuscación por la creciente limitación en la satisfacción de ciertos apetitos que se consideraban no negociables. La clase afectada percibía que la asfixiante presión fiscal tenía por objeto subsidiar el proyecto de expansión macrista: el Estado seguía creciendo, y el gasto social total se llevaba el 70% del presupuesto.

Las clases medias no podían renunciar a las exigencias de la codicia, cualidad excluyente que hace de la burguesía el motor de la sociedad capitalista, es decir, el propulsor de la única forma eficiente de organización social que sobrevive incólume luego de tres siglos de experimentos de toda laya. Aunque, en el terreno de la moral, la palabra tiene mala prensa, tipificada en la definición 'afán desmedido de bienes', suele obviarse la cuestión clave: determinar cuándo un afán de bienes es 'desmedido'. Digamos, para no excedernos en la disgresión, que el Estado determina (o debe determinar) los medios lícitos para proceder a la acumulación y el mercado; en un contexto de transparencia no monopólico distribuirá premios y castigos, merituando en cada caso talento: voluntad de trabajo, astucia, disciplina personal y eficiencia en la administración.


Después de la caída

Tras el resultado del último 11/8, puede presentarse la tentación de creer que el castigo inflingido se explica por el hecho de que algún sector medio 'votó con el bolsillo'. Este verdadero reduccionismo parece afirmar que la realidad presente (desocupación, caída del consumo, inflación ,volatilidad cambiaria) determinó la diferencia a favor del candidato de la oposición.

La cuestión parece algo más compleja. En efecto, el nivel de expectativas suele jugar un rol insoslayable: el elector juzga con su voto no sólo su día a día en términos de economía doméstica, sino -y muy especialmente- la verosimilitud de la promesa oficial de que el ciclo de sacrificios y resignaciones haya concluído. El Presidente de la Nación optó por insistir: 'Es por acá'; 'Ya pasamos lo peor', o 'De ahora en más, lo que haremos es ir más rápido'. La historia enseña que los períodos de austeridad son soportados sin traumatismos cuando la confianza en la viabilidad del proyecto total es de tal magnitud que alcanza para neutralizar la desazón de una actualidad amarga.

La estrategia gubernamental había operado exitosamente en un escenario en el que la oposición principal no lograba aglutinarse en un frente sólido. Un hecho para algunos paradójico alteró el cuadro de situación: Cristina Kirchner retrocedía y se autoproponía un rol formalmente secundario como la candidatura a la Vicepresidencia, al tiempo que ostentaba su control superior de la fuerza opositora designando al candidato a Presidente sin debate ni discusión previa ni el requerimiento de la anuencia de las autoridades del Movimiento. Se trataba de un renunciamiento patriótico ejercido en un contexto estrictamente autoritario. Dos circunstancias merecen destacarse: el enemigo ideal del macrismo se esfumaba, en razón de un giro táctico en el que, si bien era fácil sospechar una puesta en escena, es tal el peso de lo ritual en el imaginario colectivo que el efecto buscado se alcanzaba sin violentar mayormente a la opinión pública, entendida como aquella no especializada ni preocupada por los vericuetos y entretelas de la política. La segunda deriva enseña que el pragmatismo de los sectores medios puede pasar por alto incidentes como los señalados. Puede hacerlo, cuando la urgencia de un golpe de timón a nivel de conducción nacional es de tal magnitud, que un atentado a la pulcritud de conductas políticas -que en otras ocasiones justificaría el desatar el escándalo- ahora era estimada como una astucia tolerable.

Marcos Peña aconseja a MacriDebilitada ya la confrontación 'Nosotros, o el caos' frente a un Alberto Fernández empeñado en encarnar un paradigma de la moderación y el sentido común, al tiempo que torna creíble su voluntad de ejercer el poder sin las limitaciones de un simple delegado, Mauricio Macri paga el costo de inmolarse en el altar que sus cortesanos en el seno del palacio cambiemita han erigido con notable esmero.

El sistema que guía la acción y la reacción de las capas medias es un galimatías que el Presidente Macri no ha podido descifrar.

Sus consejeros más cercanos lo dejan agonizar, con gélida indiferencia.


 
Sobre Sergio Julio Nerguizian

De profesión Abogado, Sergio Julio Nerguizian oficia de colaborador en El Ojo Digital (Argentina) y otros medios del país. En su rol de columnista en la sección Política, explora la historia de las ideologías en la Argentina y el eventual fracaso de éstas. Sus columnas pueden accederse en éste link.