INTERNACIONALES: PHILIP GIRALDI | REALPOLITIK

Estados Unidos: cómo comenzar una guerra innecesaria

Confieso sentirme desconcertado frente a aquellos ciudadanos estadounidenses...

27 de Junio de 2019


Confieso sentirme desconcertado frente a aquellos ciudadanos estadounidenses que se presentan como conservadores, como en mi caso, pero que siguen insistiendo en que el presidente del país, Donald J. Trump, está haciendo un buen trabajo. Por un lado, la economía aporta lo suyo, incorporando en su mayoría trabajos mal pagos y, por otro, los nuevos beneficios impositivos se vuelven difíciles para la clase media, conforme la eliminación de un grueso de categorías de deducciones a nivel estatal y local implicarán que, en mi caso -al igual que en el de otras familias de sectores medios- terminaré pagando más. Y, por cierto, existen otros andariveles en donde lo hecho por Trump es lamentable, incluyéndose allí al déficit federal, a las disputas comerciales que están alienando por igual a países amigos y enemigos, y a la obstinada idiotez en relación al medio ambiente y al cambio climático. Mientras tanto, la tonta serie de tweets y la ridiculización ejercitada por Trump contra sus críticos han devaluado al Despacho que ocupa, quedando aquél como un bufón.

Bolton, Pompeo, PencePero Trump no necesariamente resultó electo para crear empleo, ni para proporcionarnos agua potable, ni para volver más justo al comercio internacional, ni para prestar atención al clima. El fue elegido a partir de dos cuestiones. La primera fue la inmigración, que energizó a las personas pertenecientes a comunidades de las clases trabajadoras, todas las cuales veían cómo los Estados Unidos que conocieron mientras crecían y los empleos que la sostenían, desaparecían en una confrontación versus una oleada imposible de asimilar de, en su mayoría, latinos inmigrantes ilegales. Trump prometió ponerle fin al flujo de inmigrantes a través de la frontera, construyendo un muro si fuera necesario, mientras que también prometió que se ocuparía de atrapar y deportar a ilegales que ya estuvieran presentes en el país.

La segunda razón fue la política exterior y, más específicamente, la terminación del interminable legado de guerra que Trump heredó de George W. Bush y de Barack Obama, aspecto que empujó a ciudadanos como yo a votar por él. Trump explotó las lícitas preocupaciones en torno de 'Hillary, la halcón', y prometió retirarse de los conflictos existentes en Afganistán y Siria, mientras que más o menos se comprometió a no involucrarse en nuevas acciones vinculadas al cambio de régimen o a la promoción de la democracia.

Sin que ello fuera sorpresa para nadie, acaso, y luego de más de dos años en la Oficina Oval, el muro en la frontera no ha sido construñido, y Estados Unidos cada vez debe hacer frente a un flujo recurrente de refugiados que provienen de México, de América Central y hasta de Africa que, ahora, se han dedicado a solicitar asilo en los EE.UU. Ciertamente, gran parte del problema debe rastrearse en el Congreso, que se rehúsa a autorizar más partidas de dinero para mayor seguridad fronteriza, impidiendo también que se cuente con más fondos para modificar el deleznable sistema inmigratorio estadounidense. En efecto, Trump está deportando a cada vez más inmigrantes ilegales, pero esas deportaciones no le llegan a los talones a la cifra de recién llegados.

En lo que respecta a la política exterior, Trump no ha dado inicio a nuevas guerras, aunque sí atacó en dos oportunidades a Siria, y llegó el pasado jueves a acercarse peligrosamente a una seria escalada cuando, por razones que aún son obscuras, impidió un ataque planificado contra Irán en el último minuto. Pero su gobierno mantiene fuerzas en Siria, Irak y Afganistán, a pesar de afirmaciones confusas en torno de que reduciría la cifra de tropas en ambos teatros de operaciones. Y la ausencia de nuevas guerras es demostrable, no por no haberlo intentado, dada la recurrente beligerancia que despliega contra todas las naciones competidoras, así como también con el golpe de Estado de opereta que se intentó ejercitar en Venezuela.

Sean quienes sean los mejores ángeles de la guarda de Trump podrían ser, si es que tiene alguno, las designaciones de Mike Pompeo como Secretario de Estado y de John Bolton como Consejero de Seguridad Nacional, lo cual parecería confirmar que el presidente siente desdén por la diplomacia, y que se inclina por lanzar amenazas emparentadas con la réplica militar para 'contener' o modificar el comportamiento de países que se cifran como adversarios. Pero, al mismo tiempo, el presidente dolorosamente se ha percatado de que otra guerra no decisiva en Oriente Medio podría costarle la reelección, de tal suerte que dudó a la hora de apretar el gatillo.

Lo más decepcionante de todo, léase, la relación con Rusia -que Trump prometió mejorar- es peor de lo que era durante la Guerra Fría, debido al completo fracaso a la hora de acercarse a Vladimir Putin de una manera seria y adulta. Pero, si existe un área de la política exterior en donde Trump ha errado, es en su explícito odio contra Irán, el cual pudo percibirse en la campaña presidencial de 2016, cuando se refirió una y otra vez al 'horrendo' acuerdo nuclear firmado en 2015 por el ex presidente Obama con esa nación. Los opinadores lo han responsabilizado por su repudio contra el Plan Abarcativo de Acción Conjunta (JCPOA), por su hostilidada contra Obama y por todo lo hecho por su Administración, pero es más probable que todo tenga que ver con dinero. El ciudadano israelí-estadounidense Sheldon Adelson (multimillonario y patrón de los casinos) invirtió decenas de millones de dólares en el Partido Republicano, en 2016; habiendo comprado efectivamente a ese espacio político, para Israel.

Adelson es el más reprochable simpatizante del Estado israelí, y su lealtad para con ese país es difícil de ocultar. Adelson sirvió en el Ejército de los Estados Unidos, pero siempre se ha avergonzado por ese servicio, y hubiera preferido hacerlo en el ejército de Israel. Ha defendido públicamente la alternativa de lanzar un arma nuclear contra Irán, solo a modo de advertencia. Infortunadamente, Adelson tiene a Trump pegado a su billetera, en tanto hoy se conoce que intercambian llamados telefónicos con rigor semanal.

El argumento con el que Trump defiende el haberse retirado del JCPOA suscribe en todo concepto a la narrativa neoconservadora de Adelson, que refiere que Irán ha estado haciendo trampas en la producción de un arma y que, en cualquier escenario, estaba 'garantizado' que desarrollaría una bomba atómica ni bien el acuerdo nuclear finalizara, hacia 2030. Asimismo, Trump se opuso a la posibilidad de devolverle a Irán su propio dinero, que había sido congelado en los Estados Unidos bajo el régimen de sanciones, afirmando que esa 'lluvia de efectivo' hubiese sido utilizada para optimizar armamento nuclear. El nuevo presidente de entonces insistió en que negociaría un 'mejor acuerdo', pero la Casa Blanca se retiró del convenio, sin importar que prácticamente todo alto funcionario en el Pentágono y el Departamento de Estado argumentaron que hacía al interés estadounidense el permanecer dentro de aquél. Al momento del retiro del tratado, y al día de la fecha, Irán está siendo sujeto a un invasivo régimen de verificación, y se ha informado que ha cumplido en todos los términos con el JCPOA.

El retiro de ese convenio benefició absolutamente a Israel, en tanto es posible que la acción haya sido planeada allí, dado que un ingenuo Trump fue coherentemente superado y manipulado por el primer ministro Benjamin Netanyahu, y por Adelson. Una vez fuera del convenio nuclear, la marcha hacia una guerra en todo alcance dio comienzo, y ha escalado deliberadamente desde entonces, particularmente luego de que Mike Pompeo y John Bolton se convirtieron en jugadores clave en el gabinete.

Nadie en la Casa Blanca personificó jamás un esfuerzo para explicar exactamente cómo es que Irán amenaza a los Estados Unidos, amén de los comentarios marginales en torno de la necesidad de proteger a Israel, o de 'enviar un mensaje de advertencia'. Urgido por Israel y por Arabia Saudita, Estados Unidos ha hecho el papel del idiota, dada su predisposición a liderar la negativa a Irán cualquier rol de legitimidad en la región de Oriente Medio. Tras retirarse del JCPOA, EE.UU. reinstituyó su sistema de sanciones punitivas y, desde entonces, reprendió a otros países por hacer negocios con Irán, y por atenerse al acuerdo JCPOA. La Administración, incluyendo al presidente, hicieron alarde frente al modo en que las sanciones harían colapsar a la economía iraní. Asimismo, Trump también ha amenazado en reiteradas oportunidades con destruir a Irán por completo. Mientras el castigo se incrementó, la Administración también elevó el tono de su retórica, afirmando que era Irán y no Estados Unidos quien se estaba volviendo más agresivo y amenazante.

El pasado mes, la Casa Blanca dio inicio a un bloqueo completo de las exportaciones energéticas iraníes, amenazando también com implementar sanciones secundarias contra cualquiera que intente ignorar esas restricciones, las cuales fueron declaradas unilateralmente por Washington. La Guardia Revolucionaria Iraní (IRGC) también fue designada como organización terrorista en el extranjero, lo cual llevó a todavía más sanciones y al despliegue de un portaviones y de bombarderos estratégicos hacia Oriente Medio, lo cual se vio seguido de más tropas la pasada semana, con el fin de defenderse contra el 'comportamiento hostil' de los iraníes.

La Administración ha acusado a Irán de haber perpetrado los recientes ataques contra buques petroleros, pero la falta de evidencia ha hecho incluso más difícil creer en esas acusaciones, aún para los amigos de los medios y para muchos congresistas que desprecian a Teherán. Pero, nadie se equivoque: la situación se está acercando a un punto de ebullición, con Pompeo y Bolton -según se ha informado- dirigiendo las acciones frente a un Trump que se ha desentendido de la materia. Mientras tanto, el derribo de una aeronave no tripulada de EE.UU. por parte de Irán produjo aún más arengas tendientes a una reprimenda militar. Brett Stephens -principal columnista simpatizante del sionismo en el matutino The New York Times- exigió un ataque de parte de fuerzas estadounidenses, para que hundieran la armada iraní. El senador Tom Cotton, aliado de Trump, urgió a un 'ataque militar como réplica', mientras que Pompeo advirtió que cualquier muerte de un soldado o marino estadounidense en Siria o Irak sería atribuído de inmediato a Irán y que, luego de ello, sobrevendría una respuesta armada americana.

Aquellos que exigen acciones militares casi tuvieron lo que buscaban durante la semana pasada, aunque quizás la maniobra más peligrosa conducida por la Administración tiene que ver con el modo en que Estados Unidos decide ir a la guerra. El Acta sobre Poderes para la Guerra (1973), aprobada luego del fraudulento incidente en el Golfo de Tonkín de 1964, el cual condujo a la escalada de la Guerra de Vietnam, permite que el presidente replique con fuerza armada contra una amenaza inminente o contra un acto de guerra ejercitado por un advesario. Pero el jefe de Estado debe informar al congreso dentro de las 48 horas, detallando por qué ha actuado como lo hizo, y entre 69 y 90 días después está obligado a remover a las tropas, o bien obtener una declaración de guerra por el parlamento, si ha de buscar continuar el conflicto.

El Secretario de Estado Mike Pompeo, obviamente representando a la perspectiva del gobierno actual, está diciendo, por estas horas, que el Acta sobre Poderes para la Guerra ya no es relevante, conforme Irán está cubierto por la Autorización para el Empleo de Fuerza Militar (AUMF). Pompeo ha buscado convencer a un grupo de congresistas de que la AUMF, que comporta una cobertura de aprobación para utilizar la fuerza contra al-Qaeda y grupos subsidiarios, también incluye a Irán, porque Teherán tiene vínculos con al-Qaeda. Este es un argumento que ya se ha presentado en el pasado, pero sobre el cual ni los medios ni los congresistas se muestran del todo convencidos.

Si la Casa Blanca logra su propósito en este terreno, tendrá la capacidad para comenzar guerras en cualquier sitio y en cualquier momento, solo citando la AUMF, sin importar qué tan plausible sea el argumento que esgrima, o no. Y peor todavía sería que, aún cuando el Congreso hiciera lo correcto y procediera con el impeachment de Trump. Eso convertiría a Mike Pence en presidente de los Estados Unidos.

Y, naturalmente, nadie en la Casa Blanca tiene idea de lo que sobrevendría después, ni bien las bombas comiencen a caer.


Artículo original, en inglés, aquí | Traducido y republicado con permiso del autor y de The Unz Review (Estados Unidos)



 

Sobre Philip Giraldi

Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.