NARCOTRAFICO & ADICCIONES: DR. JUAN A. YARIA

Argentina: vida química y 'evaporación' del padre

Oscar consume desde los 11 años. 'Viví solo', me dice -sin poder mirarme a los ojos.

15 de Junio de 2019

¿Qué queda del Hijo, cuando el Padre se ha escondido?


Massimo Recalcati ('¿Qué Queda del Padre?'; 2015)


Oscar consume desde los 11 años. 'Viví solo', me dice -sin poder mirarme a los ojos. Su madre trabajaba; su padre había sido embargado en sus empresas comerciales. La calle es el refugio de Oscar, espacio donde 'hace escuela' sobre la marihuana, el alcohol, el paco, y diversas pastillas. Obesidad y anorexia lo acompañan. En rigor, lo que parece es la enfermedad del amor, o la carencia de él. Los padres lo llenan de regalos, pero la agonía del Eros es clave en este malestar y vacío que caracteriza a miles de jóvenes y, así, emergen las generaciones químicas. Un regalo sobre el fondo del des-amor pierde todo valor. No es un don, sino un compromiso frío. Oscar recurre a nosotros como un 'viejo-joven' de 18 años, ya golpeado por distintas enfermedades y  casi como un condenado a muerte. Me llama la atención su EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica) a tan corta edad, dada la recurrente combinatoria de los tóxicos presentes en el tabaco y la marihuana.
 
Gólgota, Ausencia del padre, AdiccionesLos actuales también son tiempos de des-vinculación afectiva y, gracias al Internet, redes sociales como Instagram y etcéteras, tiempos escasos de vivencias, contactos y piel. El Internet también sirve para comprar drogas. La fría estadística terminan siendo una anécdota en este malestar existencial masivo, aunque sirven para graficar lo que vivimos. Casi el 20 % de los jóvenes exhibe hoy evidentes signos de adicción a la marihuana, con una edad promedio de inicio a los 15 años. Casi el 30 % de los que comenzaron en la adolescencia, presentan en la juventud un consumo abusivo, mientras que más del 46% consumen estupefacientes. Las personas de menores recursos consumen cocaína fumable; otros, por aspiración. La otra variante es el inyectable con efecto rápido en cinco minutos, frente a los diez que demora el efecto para quien fuma, y los quince para quienes aspiran (datos de SEDRONAR, 2017). 
 
En nuestra clínica terapéutica de GRADIVA, lidiamos con seres agonizantes, porque ya han extraviado toda voluntad: es lo que sucede cuando el deseo se transforma en una mera repetición de conductas autodestructivas, por cuanto la agonía del amor es también la agonía del lóbulo frontal, eje del sistema nervioso para la preservación de la vida. 
 
En nuestra sociedad, el auge de la vida química se presenta en paralelo con el desmoronamiento de los vínculos de sostén humano. Los autores contemporáneos se refieren a la 'sociedad líquida', con el vacío como fantasma que preside su evolución humana. Es protagonista central el abandono de la palabra y del diálogo; retrocede la transmisión generacional de todo aquello que conlleva una trama vincular de sostén. Dicho más académicamente, tiene lugar un entrecruzamiento de la sociedad industrial con la sociedad tecnológica, entremezclándose allí la era post-moderna y de licuación de vínculos.


La huída química

Parece crítico, para muchos, la vía química como solución de los propios problemas. Variante que cobra forma de huída pero también de encerrona. El fenómeno es masivo: alcohol, marihuana y cocaína se imponen como solución desesperada. Socialmente, estos formatos de huída son aceptados, gracias a los buenos oficios de un marketing exitoso en terreno fértil y que, parajódicamente, exhibe la intemperie como solución para muchos ciudadanos. En este punto, el vacío de ser y de sentido comienza a cotizar en la bolsa. El paciente, en el mejor de los casos, es una plusvalía para grandes emprendimientos comerciales. En tal perspectiva, se habla hoy del paciente como objeto de mercancía.
 
En artículos anteriores, comentábamos sobre la eclosión del clorhidrato de cocaína en la sociedad europea, y las discusiones entre Sigmund Freud, Albrecht Erlenmeyer (1849 -1926; uno de los más grandes psiquiatras europeos de la época), y Ludwig Lewin (Universidad de Berlín). Los dos últimos certificaron que, junto a la morfina (opio), el alcohol y la cocaína comenzaban a convertirse en un azote para la humanidad, describiendo aquéllos las consecuencias del consumo en el campo social, psiquiátrico, y las etapas de envejecimiento neurológico. Sin embargo, y en el mientras tanto, tales productos se comercializaban con impunidad.

El propio Laboratorio Merck, por ejemplo, producía el polvo de cocaína que se pondría luego a disposición en todos los anaqueles. Ungüentos, cremas, supositorios, elíxires; todo ello, sin receta médica, y enviado incluso por correo. Coca-Cola, por intermedio de un químico profesional, agregó cocaína en su fórmula, luego abandonada. En simultáneo, el vino Mariani -desarrollado por el enólogo Angelo Mariani-, era consumido explosivamente, recibiendo el premio como benefactor de la humanidad por parte de dos papas (Pío X y León XIII). Los avisos de época para los jarabes hablaban de una manera de tratar 'dolores, histeria, melancolía'.

Se produciría, tiempo después, la caída de una sociedad preindustrial y de orden victoriano, y nacía una sociedad centrada en la producción, la máquina, el consumo. La vida familiar se vio modificada, y también los ideales que la sustentaban. En 1938, un joven psicoanalista francés, Jean Jacques Lacan, escribirá sobre el particular, observando este fenómeno de la eclosión de la máquina y de la producción capitalista en su libro 'La Familia'. La 'caída' del padre hará que obscuras y siniestras 'madrinas' se instalen en la cuna del futuro neurótico, supo escribir. La sociedad victoriana reposaba en el deber, en la postergación de los deseos y en un horizonte normativo centrado en la transmisión generacional y normas sociales con asiento en la Tradición.

Hoy, la civilización ya no exige la renuncia a la satisfacción inmediata; sucede lo contrario: la incentiva, la ordena. El imperativo categórico hoy se sintetiza en gozar, y la droga asiste en tal propósito, haciéndose a un lado las consecuencias. El fenómeno cuenta con una gran ayuda, que es la aniquilación de los ideales sociales, el desamparo de los niños, y una tecnología que, desde comienzos de los años ochenta, irrumpe con fuerza -entorpeciendo todavía más la construcción de vínculos y el contacto humano genuino. Massimo Recalcati, uno de los más lúcidos analistas del momento cultural actual, se refiere al desamparo como la 'evaporación' del padre. Supo subrayar este maestro italiano que, en el plano existencial, todos somos herederos, pero que, al registrarse la ausencia de transmisión de valores por parte de familias o escuelas, emerge el vacío. En semejante contexto, el elevado desempleo juvenil agrega más incertidumbre.

Ni hablar del novedoso fenómeno que ilustra sobre grupos familiares en franca carrera de consumo. Un significativo porcentual que consulta, tiene familiares involucrados en un callejón sin salida de consumo problemático, lo cual vuelve extremadamente difícil todo pronóstico. No se han transmitido valores, sino soluciones químicas, que cobran aspecto de 'solución final', como lo hacían los regímenes totalitarios. En el epílogo, las personas exploran senderos de bienestar, en el uso frecuente de estupefacientes.


'Padre, ¿por qué me has abandonado?'

La evaporación del padre -sinónimo de vínculos, amor estructurante y valores orientativos- dan lugar a una nueva discusión en la sociedad actual: ¿quién es hoy el responsable de educar? Los seres humanos necesitan ser educados; el adiestramiento queda reservado a los animales.

¿Qué significa el apellido hoy?, se pregunta Charles Péguy (1873-1914; escritor católico francés) en el 'Hombre de la Esperanza', mientras refiere: 'Piensa con ternura en ese tiempo, que no será tu tiempo, sino el tiempo de tus hijos'. En esta era de confusión, el apellido parece haber extraviado su significado. Incluso el pronunciado descenso de las tasas de natalidad en Europa invitan a pensar en una orfandad melancólica: ¿para qué traer hijos al mundo, si el mundo parece prometer poco? ¿Para qué abrir un porvenir allí donde ya no parece existir porvenir? Sentencia Péguy: 'El único aventurero del mundo de hoy es el padre: alimentar, educar; es un pobre ser responsable: sufre por otros'.

Massimo Recalcati recuerda al Cristo crucificado en el Gólgota, cuando éste eleva la mirada al cielo y se pregunta: 'Padre, ¿por qué me has abandonado?'. En 'Habemus Papa', de Nanni Moretti (2011), el recientemente designado papa pierde la voz, porque es incapaz de tolerar el peso simbólico de su designación. El balcón de San Pietro se muestra hoy vacío. Cuesta ser Papa, sentencia Moretti.

Igualmente difícil es, por estos tiempos, ser padre.