INTERNACIONALES: MANUEL HINDS

El Salvador: los treinta años del FMLN

No hay dudas de que, en El Salvador, el FMLN deja el gobierno en pésimas condiciones...

06 de Junio de 2019

No hay dudas de que, en El Salvador, el FMLN deja el gobierno en pésimas condiciones. Aún tratando de ser caritativos, no es posible negar que el país ha quedado en extremo endeudado, y con poco para enseñar a partir de esa deuda, con fondos comprometidos para el pago de empleados públicos que se contrataron con el único propósito de crear una red clientelar de favores políticos con sus propios correligionarios, que por cierto carecen de la educación y del interés necesarios para resolver los problemas de la ciudadanía. A efectos de contratar y mantener a esas clases improductivas, los gobiernos del FMLN han recurrido no solo a impuestos nuevos y viejos y deudas cada vez mayores, sino también a los fondos que deberían haberse encontrado disponibles para la adquisición de medicinas e insumos médicos, la reparación y construcción de escuelas, unidades de salud y centros comunales, para brindar seguridad a la población y para mejorar la infraestructura del país. Peor todavía, la gente contratada por razones políticas no solo no ayuda, sino que estorba. En sus ansias por justificar su existencia, inventan trámites burocráticos cada vez mas inútiles que dificultan la inversión y la creación de trabajos.
 
Bukele y Sánchez CerénEl FMLN ha llevado al país casi a la condición de ser un Estado fallido en el que los servicios públicos no funcionan, en el que las pandillas mandan más que el Estado en una gran porción de comunidades y someten a la población a la terrible tiranía del delito. Para rematar, teniendo dinero, el FMLN llevó al país a una cesación de pagos, con enormes costos, y lo ha hecho por puro capricho. Los impagos son también síntomas de Estados fallidos.
 
El fracaso ha sido tan grande, que no solo los miembros del FMLN sino también el pueblo deben reflexionar sobre sus causas porque, siendo sin duda un fracaso del esa coalición, también es un fracaso de la propia ciudadanía, que en dos oportunidades los depositó en el poder. La reflexión debe ser profunda, por cuanto implica no solo un análisis de los últimos diez años, sino también de todo el proceso y de todo lo que ha hecho el FMLN en sus treinta años para con el fin de llegar al poder y afianzarse de él. La reflexión es indispensable, si se ha de evitar cometer los mismos errores.
 
Existen dos puntos principales que la ciudadanía falló al evaluar. Primero, lo que respecta a las verdaderas intenciones del FMLN y de sus líderes, que se han mantenido prácticamente los mismos por tres décadas. El segundo hace a la capacidad que podrían haber tenido o desarrollado en estos treinta años, si la meta hubiese coincidido con mejorar el país.
 
Con respecto a las intenciones, el FMLN se pintó a sí mismo como un movimiento que cambiaría radicalmente el escenario nacional, para beneficio de la población. Sin embargo, en estos últimos diez años, el FMLN demostró que sus acciones no estaban dirigidas a tomar el poder para beneficiarla, sino que el propósito era satisfacer las ambiciones de un grupo reducido que quería detentar el poder, por el poder mismo.
 
La despreocupación total que el FMLN tuvo en su preparación para gobernar responsablemente al país -segunda cuestión que los ciudadanos salvadoreños habrán de evaluar- certifica que lo que los líderes del partido querían eran las mieles del poder. De haber perseguido el bienestar general, al menos hubiesen asistido a la escuela. Pudieron hacerlo durante tres décadas, pero lo evitaron.
 
Cualquier analista podrá percatarse de que el FMLN invirtió la totalidad de sus recursos en derrocar a otros, sin dedicar un centavo para prepararse para la labor de gobierno -mucho menos, para mejorarlo. Sus líderes creyeron, contra toda evidencia, que el manejo de empresas y gobierno podía quedar en manos de cualquiera, de individuos carentes de educación y portadores de resentimiento contra quienes gobernaban cuando ellos mismos estaban en el llano. Pero, al llegar al control de los resortes del poder, éste fue utilizado por el núcleo partidario para destruir al país y para llevarlo a la categoría de Estado fallido.
 
Su incompetencia también se demostró con el obsequio de más de mil millones de dólares que Chávez y Maduro les hicieron, dinero con el que creyeron iban a poder manejarse toda una vida. A contramano de ello, administraron pésimamente las empresas estatales, malgastaron recursos, y se contrataron a ellos mismos con el dinero que debería de haber servido para hacer inversiones y ayudar al progreso de todos. En rigor, fracasaron en líneas aéreas, en empresas financieras, en firmas agrícolas, en energía y combustibles; en definitiva, en todo lo que han tocado. Y ni siquiera lograron aprender que lo que ellos despreciaban -esto es, a los empresarios y a los ejecutivos educados- son los que hacen la diferencia y convierten negocios destinados al fracaso en emprendimientos exitosos que, efectivamente, dan trabajo a las personas.
 
Tras diez años de los dos gobiernos más incompetentes de la historia, en el que la población asistió como testigo a la totalidad de los peores desperfectos, fue la propia ciudadanía que los expulsó del poder, preguntándose en el proceso: ¿Para ésto nos hemos involucrado en una guerra que dejó 80 mil muertos, y en campañas políticas destructivas orientadas a destruir cualquier cosa buena que los otros gobiernos hicieron o se propusieron hacer?
 
Estos puntos fueron obvios por décadas, pero el pueblo se resistió a verlos, porque quería creer que lo que decían estos muchachos (así les llamaban) era cierto, a saber, que rápidamente sacarían al país de la pobreza con solo llegar al gobierno, sin necesidad de esfuerzos, sin necesidad de educarse, sin necesidad de entender lo que estaban haciendo. Y porque la propia ciudadanía en su momento creyó que sembrar el odio social, insultar a los Estados Unidos, respaldar a las tiranías de Cuba y Venezuela, y quemar llantas y banderas, eran -todas ellas- la marca de una izquierda auténtica. Finalmente, el propio pueblo habrá de educarse un poco mejor, a los efectos de entender qué es una izquierda moderna, real y productiva.
 
De cara a la próxima oportunidad, será necesario que los votantes se percaten de que la educación es fundamental a la hora de administar una nación y sus empresas, que la preparación y la formación individual es el único sendero que puede ayudar a las personas a dirigir sus destinos.
 
Los miembros del FMLN que por estas horas discuten sus planes de futuro, deberán tomar nota de que han fracasado en ambos criterios, intenciones y preparación, y que si se proponen que la ciudadanía salvadoreña vuelva a tomarlos como una genuina expresión de la izquierda moderna, deberán refundar un partido que asegure que las intenciones de sus líderes no sean lograr el poder por el poder mismo, al costo de guerras, con tal de satisfacer ambiciones y proyectos personales. El remanente del FMLN también deberá asegurarse de que el partido cuente con individuos preparados para poder manejar responsablemente al partido y, de suceder que los votantes vuelvan a elegirlos, los destinos del país.


 
Sobre Manuel Hinds

Economista y consultor económico, Hinds se desempeñó como Ministro de Hacienda de El Salvador entre 1994 y 1999. Se le considera el padre de la dolarización, tras haber propuesto la idea en su país. Es autor de Playing Monopoly with the Devil: Dollarization and Domestic Currencies in Developing Countries (publicado por Yale University Press en 2006) y co-autor con Benn Steil de Money, Markets and Sovereignty (Yale University Press, 2009). Hinds también es columnista de El Diario de Hoy de El Salvador. En 2010, obtuvo el Premio Hayek del Manhattan Institute.