POLITICA: SERGIO JULIO NERGUIZIAN

Cultura y Estado: notas sobre el caso argentino

Sarmiento y Alberdi representan dos momentos paradigmáticos en el proceso de fundación del Estado argentino.

14 de Noviembre de 2018
Sarmiento y Alberdi representan dos momentos paradigmáticos en el proceso de fundación del Estado argentino. Ambos estuvieron convencidos de una media docena de ideas centrales, aunque en la fase de instrumentación -de la propuesta teórica hasta la ejecución práctica- mantuvieron célebres disidencias.

Domingo Faustino SarmientoUna enumeración que no pretende agotar la cuestión podría comenzar con la común reverencia al concepto de progreso. Así como progresa un relato o la construcción de un puente, el concepto implica el abandono de una cierta conformación de los objetos intelectuales o materiales y su inmediata sustitución por otro ordenamiento. En Domingo Faustino Sarmiento, los caracteres esenciales del discurso modernizador se hallan dados por la contradicción y la urgencia. El sanjuanino escribe casi sin corregir, a sus treinta y cuatro años, un texto precursor del non-fiction, y concreta el mejor libro escrito en lengua española en el siglo XIX. Exiliado en la República de Chile, describe en su Facundo una estupenda pintura de la pampa que aún no ha conocido, y retrata a los tipos humanos notables que la habitan con admiración y maestría no superados.

Cuando alcanza el poder real que le provee la actuación política, sacrifica en el altar del progreso al gaucho nómade que alabara y al malón que impide la consolidación de una clase propietaria. El alambrado y el Remington son la cristalización de los medios idóneos para alcanzar el paradigma de sociedad que deberá copiar el modelo que admiró en los Estados Unidos de América. Al pronunciar Juan Bautista Alberdi su célebre 'Gobernar es poblar', ya ha sugerido que su Constitución de 1853 promueva la inmigración europea. Con extraordinaria visión, el tucumano recomendará más tarde que no se entregue título universitario a quien no demuestre un manejo fluido del idioma inglés.

En ambos capea la idea de urgencia, es decir, que toda dilación en la aplicación del programa de reformas expande la brecha que nos distanciará de la civilización.La ciudad cosmopolita, tolerante y permeable a la importación tanto de bienes como de propuestas irreverentes, constituye la antinomia de la campaña, ahora expresión asociada a la barbarie.

El plan modernizador gira en torno de la velocidad del implante de las innovaciones y concomitantemente, al diseño de un pueblo soberano -esto es, autor de su destino cuando alcance la madurez que sólo un recurso puede adjudicarle: la educación popular. El medio elegido, la escuela, porta consigo la misión cuasi religiosa ('Templo del saber') de instruir en los conceptos básicos y, al mismo tiempo, lograr la internalización del sistema de valores que impedirá el retorno de los déspotas como Juan Manuel de Rosas ('la araña de Palermo'). La escuela alcanza sus fines cuando consigue en el alumno la aceptación consciente de los valores centrales del modelo: intangibilidad del derecho de propiedad, respeto estatal por el estatuto de la persona, igualdad ante la ley, fin de los privilegios derivados de fueros personales y títulos de nobleza.

Al elaborar Alberdi el texto constitucional, omite las palabras democracia y partidos políticos, las que aparecerán en la reforma jurada ciento cuarenta y tres años después. La República diseñada podía convivir con un régimen aristocrático, como efectivamente ocurrió durante sesenta y tres años. La democracia de masas era entendida como una obra en construcción: la habilitación de un soberano de plenos derechos debía esperar la conclusión del proceso de actualización de la sociedad nacional. La traslación de Europa era entendida como la referida a los países anglosajones porque, en ellos, la prosperidad material es signo del beneplácito divino y no fruto prohibido del pecado capital de codicia. Transferido a los Estados Unidos, esta cualidad se potencia con la expansión de una nación basada en la revolución tecnológica: Sarmiento exhibe fascinación por el ferrocarril, por el telégrafo y aún por el teléfono, el cual llega a conocer hacia el final de su vida. Escribe, entonces: 'La prosperidad de una nación depende del desarrollo y seguridad de sus medios de comunicación', texto que conlleva una deslumbrante vigencia. Cuando, tras abandonar la Presidencia, acepta la propuesta de Nicolás Avellaneda, de hacerse cargo de la cartera de educación provincial, le escribe a Bartolomé Mitre: 'Me han ascendido a maestro'. Para Sarmiento, la prosperidad de la República dependerá del carácter creciente del número de habitantes que acceda a los beneficios de la civilización: 'He pretendido que todos puedan disfrutar del banquete de la vida, del que yo sólo he podido gozar a hurtadillas'.

En ambos pensadores, la idea de cultura parece articularse como un poliedro en cada una de cuyas faces se evidencia un carácter del siglo. Asociación que implica: a) La cultura es cultura nacional, es decir, el fomento de actividades que construyen una identidad. La originalidad de este proceso no requiere de notas excepcionales, conforme la cultura argentina se consolidará como una reinterpretación de la producción de París/Londres. Este esfuerzo por instalar una imitación de Europa en el confín del hemisferio será la nota distintiva y paradójica que tipificará nuestra realidad. La traslación es requisito inexcusable del ciclo de, b) Modernización, empresa que habrá de sostenerse en la transformación tecnológica de los sistemas de producción, por un lado, y por el aislamiento del concepto de lo estatal con respecto a fuerzas retrógadas como la Iglesia Católica y las oligarquías que aún sostenían la fantasía de reconstruir el Virreinato, por otro. La siguiente derivación de este movimiento de ideas nos remite directamente al, c) Realismo estratégico, que acepta y promociona la armonización del interés nacional a partir de la alianza implícita no formal con el Imperio Británico. Consigna Sarmiento: 'Ningún país tiene hoy más libertades que Inglaterra', enunciado en el que libertad es igual a régimen capitalista y amparo de garantías del pleno uso del derecho de propiedad. A la cultura, se le asigna la tarea histórica de operar sobre las masas, fundamentalmente artesanos urbanos y campesinado. No hay aún proletariado, en tanto las industrias son incipientes y el valor agregado es todavía de baja intensidad. La cultura se propondrá disciplinar al bajo pueblo, a fin de que legitime a la escuela como condición de su emancipación y, en paralelo, se asocie a la articulación del Estado Nacional. Décadas después del apogeo sarmientino y de las alberdianas Bases y Puntos de Partida para la Organización Nacional, será Julio Roca quien complete el proyecto que comentamos. La Ley de Educación Común, obligatoria y gratuita, los Registros de Personas, a través de la minuciosa y laica contabilidad de las vicisitudes humanas y, más tarde, la instauración de un Ejército Nacional que abandona la leva arbitraria y completa la amalgama de lo nacional a través del Servicio Militar Obligatorio, constituyen la coronación del programa. En cuanto a la integración territorial, el nivel fáctico lo da la incorporación de la Patagonia, territorio que hasta 1860 es mencionado en los mapas oficiales como una zona no perteneciente formalmente al patrimonio del Estado Argentino. Roca, aprovechando la debilidad relativa de un Chile en guerra con el frente peruano-boliviano, obtendrá un acuerdo de límites definitivo.

Juan Bautista Alberdi, Pensamiento alberdianoCon toda probabilidad, el lector virtuosamente escrupuloso reclame alguna consideración en torno al costo ético del proceso de fundación estatal sobre el que reflexionamos. Soslayamos la retahíla de crímenes y atrocidades que facciones y partidos acometieron con entusiasmo durante el período que el relato mitrista jubilosamente etiqueta como el de 'la organización nacional' por cuanto no forma parte de la cuestión meditada en estas líneas. Desde ya que la supresión metodológica no implica negar el ominoso capítulo de este período, pero una 'historia como versión dominante' es un instrumento más de los imprescindibles a la hora de echar los cimientos de un Estado nuevo. El mecanismo implica la discriminación de héroes y traidores a través de un persistente discernimiento maniqueo, pero garantiza la eficiencia del efecto pretendido, más allá de la crítica al nivel de cientificidad de 'la historia'. La narración, en definitiva, puede pretender la veracidad pero no dudará en sacrificarla cuando signifique un debilitamiento del resultado buscado.

Sarmiento-Alberdi-Mitre-Roca constituyeron, como diría Carlos Pellegrini, los 'cerebros más potentes de su generación'. La adjetivación empleada no representa necesariamente una apología ciega de conductas y perfiles: la potencia revela la capacidad para la fundación estatal y no se inmiscuye en aspectos asociados a la justicia o a la moralidad de los personajes.

La fundación de escuelas representó un medio idóneo para la consolidación de la naciente República. La organización de los estudios superiores, a partir de estructuras académicas que se desprendieron progresivamente de tutelas clericales y rémoras virreinales, completaron la acción en el terreno cultural.

Las masas que se incorporan al proceso de integración del país como 'factoría semi-colonial' lo harán sintiendo el orgullo de pertenencia a una gran nación, destinada por el Creador a cumplir un rol decisivo en el liderazgo de América del Sur. Cuando Sarmiento inaugura la estatua ecuestre de Manuel Belgrano, dice: 'La bandera argentina, Dios sea loado, no ha sido atada jamás al carro triunfal de ningún vencedor de la Tierra'.

Habrán de transcurrir sesenta y cuatro años desde la Declaración de Independencia para que Buenos Aires sea consagrada definitivamente Capital de la República. Cincuenta años de pavorosa guerra civil será el precio de la disputa por la renta aduanera, hasta la federalización distritibutiva de sus frutos. La ciudad portuaria será centro excluyente de difusión de contenidos culturales asociados a la consolidación del Estado 'como personificación jurídica de la Nación'. El puerto constituye, material y simbólicamente, la puerta de entrada de manufacturas y de modalidades de articulación social. El plan establecerá que la civilización, derrotando ésta a la barbarie, será el punto a partir del cual podrán democratizarse los sistemas de representación política. Mientras tanto, se trabajará para acelerar la importación de pautas culturales a las que se estima primordiales, entre las que destaca una sociedad 'sin caudillos'. Para terminar con el 'despotismo' de los jefes territoriales del interior, se apelará sin rubor al uso de la violencia, ahora beatificada por los fines que la justifican.

La historia contemporánea de la República Argentina continúa reflejando la tensión entre los valores de la estrategia cultural de la era fundacional y las aspiraciones de clases jóvenes, como el proletariado que sube a escena en 1945 e inicia un ciclo de victorias y derrotas precarias de ambas concepciones del mundo. En 150 años, cada sistema de intereses ha sufrido la 'contaminación' de los caracteres del otro, en un juego de confrontación genuina y simulación táctica que ha terminado por pulverizar las fantasías de ambos.


 
Sobre Sergio Julio Nerguizian

De profesión Abogado, Sergio Julio Nerguizian oficia de colaborador en El Ojo Digital (Argentina) y otros medios del país. En su rol de columnista en la sección Política, explora la historia de las ideologías en la Argentina y el eventual fracaso de éstas. Sus columnas pueden accederse en éste link.