ECONOMIA INTERNACIONAL: ROBERTO CACHANOSKY

Argentina: el pecado económico original de 'Cambiemos'

La delicada situación económica que la Argentina transita actualmente, es consecuencia de haber subestimado...

04 de Octubre de 2018
La delicada situación económica que la Argentina transita actualmente, es consecuencia de haber subestimado la herencia recibida del kirchnerismo, y de haberse sobreestimado la imagen de Mauricio Macri como factor que iba a atraer inversiones con su sola presencia en la Casa Rosada. De todas maneras, justo es reconocer que el conjunto de la dirigencia política también delira, al expresar que, del actual problema económico, es posible salir con crecimiento. Claramente, no estos no han comprendido la relación entre crecimiento e instituciones. Todos interpretan que, al retocarse el tipo de cambio, al diseñarse una banda cambiaria o solo hablando de atender al mercado interno -como si mágicamente la gente pudiera consumir más por una simple disposición política- todo se solucionaría.
 
Pero, ¿por qué digo que se ha sobreestimado la imagen de Macri a la hora de atraer inversiones? Porque no han evaluado el profundo deterioro institucional para atraer a esas inversiones.
 
Mauricio Macri, Marquitos PeñaPara poder entender el pecado económico original de Cambiemos, primero se debe comprender dos cuestiones básicas: 1) qué es la tasa de interés y, 2) bajo qué condiciones alguien hunde una inversión.
 
Por empezar, la tasa de interés no es el precio del dinero, como comúnmente se conoce, sino que tiene varios componentes.
 
La tasa de interés de mercado es la suma de:
 
1) El interés originario
2) La expectativa inflacionaria
3) El riesgo crediticio
4) El riesgo institucional
 
El interés originario es la compensación que exige el ahorrista para sacrificar consumo presente por consumo futuro. Una persona cuenta con un determinado ingreso; para que genere ahorro (no consuma una parte de su ingreso) y se lo preste a otro para que invierta o consuma, pide, a cambio, que se le compense por postergar su propio consumo. De manera que la tasa de interés de mercado jamás podrá ser cero, porque eso supondría que la gente no le otorga valor al tiempo, y le daría lo mismo consumir hoy que dentro de un año.
 
Pero, quien deja de consumir una parte de su ingreso para prestarlo, amén de pedir que lo compense por sacrificar consumo presente por consumo futuro, también pide que lo compense por la expectativa inflacionaria que tiene. Si espera que en el año la inflación sea del 10% y presta sus ahorros a un año de plazo, al cabo del año querrá poder comprar la misma cantidad de bienes que al inicio del período, de tal suerte que le cargará a la tasa de interés originaria, la expectativa inflacionaria del 10%.
 
También considerará el riesgo de cobrarle al que le presta sus ahorros. Es decir, puede pedir compensación a partir del riesgo crediticio.
 
Finalmente, está el componente riesgo institucional. En un país en el que no se respeta el derecho de propiedad, un país en el que el Estado puede confiscar los ahorros (la Argentina tiene una larga tradición en este rubro como es el caso del plan Bonex, el corralito, el corralón, la pesificiación asimétrica, la confiscación de los ahorros en las AFJP, etcétera). Un país en que el Estado puede decidir -de la noche a la mañana- que si uno prestó dólares, tiene la obligación de recibir pesos devaluados. En fin, en un país en que el Estado puede aplicar impuestos sobre los ahorros en forma retroactiva, el riesgo institucional es tan elevado, que quien está dispuesto a prestar sus ahorros en ese país cargará una tasa ciertamente elevada de riesgo institucional. Lo cual consigna que la tasa de interés tenderá a subir en naciones con alto riesgo institucional: entiendo por riesgo institucional que el Estado no respeta las reglas de juego. Que es arbitrario en su manejo.
 
Ahora, bien; ¿cuándo alguien está dispuesto a hundir una inversión en alguna actividad diferente a la financiera? En la medida que la tasa de rentabilidad esperada supere la tasa de interés de un bono. ¿Por qué voy a asumir el riesgo de invertir en una fábrica de hamburguesas, lidiando con el riesgo que mi producto no se venda, los problemas de cobranza, los temas fiscales, laborales, etc., si la tasa de rentabilidad esperada es menor o igual a la tasa de interés que rinde un bono del gobierno? No tiene sentido invertir si puedo hacer la plancha, teniendo el mismo riesgo país pero sin hundir la inversión y comprando un bono con el cual estoy líquido. De manera que solo invierto en una fábrica de hamburguesas si la tasa de rentabilidad de la fábrica supera la tasa el rendimiento de un bono.
 
Si se acepta este punto de partida, es obvio que, cuanto mayor sea el riesgo institucional de un país, mayor será la tasa de interés y mayor la tasa de rentabilidad que el inversor le va a pedir a su proyecto de inversión. Cuánto más alto sea el riesgo institucional, menor será la cantidad de proyectos de inversión que superen la tasa de interés. Es decir que, a mayor riesgo institucional, menor inversión hundida en el sector real de la economía.
 
Precisamente, éste fue el punto clave en el que se equivocó Cambiemos, al haber estimado creyendo que la sola presencia de Macri en el sillón de Rivadavia iba a atraer una lluvia de inversiones que conduciría a un escenario de crecimiento. Así, mágicamente, la economía estaba llamada a crecer, el crecimiento se traduciría en más recaudación y, con el gasto público congelado en términos reales, la brecha fiscal cerraría por mayor crecimiento. Se trata del mismo discurso que utiliza ahora la oposición para decir que esto no cierra con ajuste, sino con crecimiento.
 
Grosero error tanto de Cambiemos como de la oposición, nuestra cruz es arrastrar una tradición de país defaulteador que no paga sus deudas y la mayoría de su dirigentes políticos aplauden de pie esa decisión. Nuestra cruz es ser confiscadores con los impuestos, con los ahorros en el sistema financiero, con reglas de juego en los que está ausente el derecho de propiedad o limitado significativamente en nombre de la solidaridad social.
 
El error de Cambiemos consistió en creer que la sola presencia de Macri en la presidencia podía borrar nuestro historial de irresponsabilidad. Es más, el discurso de Cambiemos siguió alentando la cultura de la dádiva, en lugar de respaldar la cultura del trabajo. La competencia por ver quien ha dado más planes sociales estaba y está en cada debate entre la gente de Cambiemos y los Kirchner. Tanto ha prevalecido la cultura de la dádiva, que el gobierno dio marcha atrás en la reducción de impuestos e incluso los incrementó, para sostener "planes sociales".
 
¿Por qué en un país de saqueadores de riqueza iban a llover inversiones, si el nuevo gobierno y la oposición no mostraban una actitud y discurso de cambio en el sentido de apostar a la cultura del trabajo?
 
Esta historia que el gasto público era intocable, llevó al lío de la deuda externa, las LEBACs que hoy se transforma en el lío de las LELIQ, las LECAPs, el aumento de los encajes bancarios y las típicas corridas cambiarias producto de los arbitrajes tasa versus dólar que implementan los gobiernos cuando se proponen resguardar y proteger el gasto público.
 
Tantas barbaridades institucionales cometidas en el pasado no se superan tan fácilmente. Lo primero que debe modificarse es el discurso, y terminar con el populismo de la cultura de la dádiva. Lo segundo es reforzar ese discurso con medidas concretas. Lo tercero es comunicárselo con sencillez a la población. Y lo cuarto es tratar de convencer a la oposición que el discurso populista espanta inversiones. Si no se convence a la oposición, hay que buscar primero el apoyo de la población para empezar a cambiar los valores que hoy imperan en la sociedad.

Sin estos estos pasos previos ni diez Macri juntos podrán generar una lluvia de inversiones. Por su parte, la oposición debe abandonar el delirio y el verso que reza que puede abandonarse el actual escenario, con crecimiento. Expresión que, en sí misma, incurre en una contradicción porque, mientras el gasto público siga siendo tan elevado, la confiscación del trabajo y de los activos continuará; por lo tanto, el riesgo institucional continuará siendo alto y las inversiones, el único camino de crecimiento de largo plazo, seguirán brillando por su ausencia.


 
Sobre Roberto Cachanosky

Profesor titular de Economía Aplicada en el Master de Economía y Administración de ESEADE, y profesor titular de Teoría Macroeconómica en el Master de Economía y Administración de CEYCE. Columnista de temas económicos en el diario La Nación (Argentina). Publica regularmente en el reconocido sitio web Economía Para Todos.