POLÍTICA ARGENTINA: MATIAS E. RUIZ

Peronismo versus Cambiemos: fenomenología de la soberbia

PROpuesta Republicana fue la identidad seleccionada para aquel experimento político de proyección vecinalista...

26 de Abril de 2018
PROpuesta Republicana fue la identidad seleccionada para aquel experimento político de proyección vecinalista que, en su 'bautismo de fuego' perdería, en 2003, con el ex intendente Aníbal Ibarra -quien competía entonces para lograr su reelección en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Pocos años después, Mauricio Macri aterrizaría en la Jefatura de Gobierno porteño, tras obsequiarse revancha con quien antes había sido su verdugo en las urnas. Así las cosas, desde su bastión en la ciudad capital del país, el hijo de Don Franco puso en marcha -con paciencia- un servomecanismo cuasitransversal que terminaría por abarcar no solo a macristas puros, sino también a radicales y a peronistas acaso omnubilados por el fenómeno amarillo. Complementariamente, el respaldo de gobernadores de peso en el interior de la Argentina (caso Córdoba) aportó su capital operativo-electoral, a criterio de solidificar la propuesta. A la sazón, esa proposición sería bautizada como 'Cambiemos' -adhiriéndose también al proyecto la voz apocalíptica de la chaqueña Elisa Carrió.

Pichetto y UrtubeyAmén de consideraciones estrictamente estadísticas, habrá que consignar que, en gran medida, fue la inveterada soberbia peronista la que terminaría garantizando la llegada del Ingeniero Mauricio Macri al poder. Puesto en limpio, aquel grisáceo partidillo vecinalista se quedó, tras la caída del telón, con el triplete político ideal en todos los cálculos, a saber, no solo con la Presidencia de la Nación, sino también con la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires y -una vez más- con el control de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En el terreno, coadyuvaron en la victoria del conglomerado cambiemita la imposibilidad (o, si se quiere, el franco desinterés) de amplias franjas del electorado sub-45 a la hora de distinguir entre peronistas originarios y pejotismo kirchnerista de fruición latinoamericanista. Al fin y al cabo, la responsabilidad sobre el proceso de demolición de doce años (siempre en la perspectiva de un grueso de votantes, claro está) fue adjudicada sin titubeos al justicialismo, sin importar sus sustanciales diferencias ideológicas intestinas.

Se llega, a la postre, a la instancia actual, en donde el oficialismo amarillo acusa una acentuada caída en las encuestas de aprobación a raíz, principalmente, de la implementación de un cruento ajuste en las tarifas de servicios públicos. A tiempo o no, el denominado 'peronismo racional' o 'de ojos celestes' -si es menester remitirse a caracterizaciones en alguna medida jocosas sobre el conciliábulo regenteado por Miguel Angel Pichetto en el Senado de la Nación y por el tándem Luis Barrionuevo/Graciela Camaño en otros andariveles- parece haber registrado los ecos del desconcierto ciudadano frente a la contundente caída del poder adquisitivo. En un compás de espera previo, el sindicalista de Chacarita Juniors había consensuado con la magistrada federal electoral María Romilda Servini de Cubría, a puertas cerradas, los detalles de la intervención al Partido Justicialista, según se consigna, con la indisimulada meta de purgar al histórico movimiento de elementos kirchneristas -siempre con el norte de la brújula apuntando hacia las Elecciones Presidenciales de 2019.

En tal sentido, la soberbia tiene por costumbre el cambiar de manos rápidamente: con decibeles similares, aquella subestimación que el pejotismo había ejercitado previamente sobre el partido vecinalista en apariencia insignificante, hoy asume un rol protagónico entre los 'mejores hombres del Presidente'. Aquellos que no acertaron a interpretar el accionar subrepticio del barrionuevismo y sus congéneres no solo en la intervención de la herramienta política del 'partido de Perón'. Tras percatarse (tardíamente) de la incursión de Barrionuevo en el tribunal electoral de relevancia, ahora deben entenderse con la caída de la imagen de la Administración en la numerología encuestológica. Mientras tanto, Cambiemos también acusa una acumulación de disidencias para nada desdeñables, comenzando por la súbita partida del peronista Emilio Monzó de Diputados, siguiendo por la áspera crítica de Carrió al 'tarifazo', y rematando en el tironeo yrigoyenista que busca imponer -en la fórmula presidencial del año que viene- a la figura del mendocino Alfredo Cornejo. Para añadir otros factores de preocupación al ánimo que impera en Balcarce 50, un puñado de gobernadores de provincia bien identificados se inclinan hoy por jugar en soledad, prestando mayor atención a la pendulante perspectiva de los votantes en sus territorios.

La cosmovisión peronista del problema, no obstante, poco tiene de presuntuosa: no se aspira, desde el racionalismo pejotista, a derribar a la Administración Macri. El orden táctico imprime la necesidad primaria de ralentizar el ajuste tarifario oficial, a los efectos de que la postergación del malhumor social permita que Pichetto y sus asociados se aproximen a los comicios presidenciales de octubre de 2019, con una estructura meridianamente capaz de forzar a Cambiemos a lidiar con un teatro de operaciones de balotaje. El pretendido 'tarifazo', en definitiva, le ha obsequiado al peronismo una oportunidad de la que, hasta hace muy poco, carecía. Entre bambalinas, entendidos en la arena política no dejan de subrayar que el mecanismo expansivo delirante que caracteriza a Marcos Peña -hijo dilecto del Presidente, acostumbrado a brindar al jefe de Estado un panorama abundante en escenarios bellísimos, aunque poco contrastables con la realidad- ha consignado una ayuda fenomenal para las aspiraciones peronistas. Nuevamente, la soberbia hace su ingreso triunfal.

Conforme lo discutieran recientemente Carlos Pagni y Juan Miceli en La Nación, el cul de sac oficialista post-tarifazo se dirime en la certificación de que la Gestión Macri es mejor percibida en sectores de bajos recursos. Tras lo cual, se impone la disyuntiva: ¿cómo enajenar la política oficial gradualista manteniendo el favor electoral de los más pobres, sin continuar cargando las consecuencias del ajuste en las clases medias y jubilados -espectro en donde la imagen del Presidente parece desmoronarse? Precisamente, es en los sectores medios donde el peronismo posa hoy su mirada, aunque los desafíos que habrán de enfrentar Pichetto y sus partenaires comerciales en la empresa de la reconquista no serían pocos: ¿cómo podría el movimiento justicialista elaborar un mensaje convincente para esa franja de la ciudadanía, acostumbrada a despreciarlo? ¿Se comporta la clase media de manera uniforme, o acaso se exhibe hoy fracturada/fragmentada entre tercios decididamente macristas, independientes y, quizás, otro grupo, dispuesto a prestar oído a 'justicialistas racionales' con programa?

Trazando disquisiciones sobre eventuales emergencias, el Presidente Macri cree contar con un as en la manga que en mucho se parece a un botón rojo, provisto que el filibusterismo peronista comience a enturbiar peligrosamente la gobernabilidad en el futuro inmediato: apostarlo todo a María Eugenia Vidal, el año próximo. Vidal personifica hoy un instrumento electoral de momento incombustible, no solo merced a las bondades compartidas por el combo femineidad/personalidad, sino también por el remarcable 70% de imagen positiva que porta consigo.

En cualesquiera de los casos, la mesa política nacional ha sido inaugurada ya, de cara a toda suerte de diálogos y negociaciones. En la presente nebulosa de probabilidades, solo una variable se ha despejado por completo: la apuesta cambiemita que, de tanto en tanto, reciclaba a perpetuidad la amenaza del eslogan 'Cristina Kirchner Presidente', ha cumplido su ciclo. Especialmente cuando se certifica el abandono de porcentuales relevantes en las clases medias que pagan hoy la totalidad del ajuste y que, cada vez con mayor frecuencia, explicitan en los peores modos su furia ante la declarada incapacidad del Estado a la hora de hacer frente al delito. En ese terreno, Cambiemos también confiesa un conmovedor e insoslayable déficit.

 
Sobre Matias E. Ruiz

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.