INTERNACIONALES: JAMES PHILLIPS

Mohammed bin Salman: agenda del príncipe reformador de Arabia Saudita en su visita a Washington

El Príncipe de la Corona saudí, Mohammed bin Salman, es un joven en extremo ambicioso...

24 de Marzo de 2018

El Príncipe de la Corona saudí, Mohammed bin Salman, es un joven en extremo ambicioso -apresurado por intentar reformar su propio país, y garantizar el rol de liderazgo de su familia, hoy en control de la nación. Arribó a Washington, buscando ayuda estadounidense para la modernización de la economía saudita, para defender sus intereses en Yemén, y para cooperar a los efectos de hacer retroceder a la amenaza representada por la República Islámica de Irán.

El príncipe -de 32 años de edad-, conocido en Washington por sus iniciales, MBS, pasó por encima de muchos de sus pares -que eran mayores- cuando su padre, el Rey Salman bin Abdulaziz Al Saud lo designó como su heredero, en junio de 2017.

 

Ambicioso reformista

El enérgico príncipe de la corona se ha posicionado como un reformista, dando a conocer su programa 'Visión 2030', proyecto tendiente a reestructurar la economía saudí, privatizándose los activos petroleros del reino, diversificándose la economía (para que ésta dependa cada vez menos de los ingresos derivados del crudo), y abriéndose la economía de Arabia Saudí a la inversión y al comercio extranjeros. La juventud de Mohammed, su relativamente moderada interpretación del Islam, y su empuje a la hora de que se alivie la presión sobre los derechos de la mujer, lo han consolidado como un controvertido líder a los ojos de no pocos árabes saudíes.

Príncipe saudí, bin SalmanBajo su liderazgo, el gobierno saudí ha arremetido contra la corrupción, reducido el rol de la policía religiosa del país (que refuerza los valores islámicos) y levantó las restricciones contra las mujeres que deseaban conducir automóviles, asistir a eventos deportivos en estadios, y participar de la fuerza laboral nacional. Algunos saudíes han criticado la estricta implementación de algunas de las nuevas políticas públicas de Mohammed -particularmente el hacer desfilar prácticamente ante el público a funcionarios sospechados de corrupción- como apresuradas e irreflexivas.

Pero lo cierto es que gran parte de sus esfuerzos reformistas le han servido para elevarse en la percepción de los jóvenes del país, particularmente a un 70% de la población (que tiene 30 años de edad, o menos). Mohammed busca liderar una revolución cuyos efectos se viertan desde arriba hacia abajo, que transformen radicalmente a la sociedad saudí y modernice su economía. El príncipe busca ayuda no solo de los Estados Unidos, sino también de firmas privadas estadounidenses, tecnología e instituciones educativas. Tras lo cual, también invertirá tiempo en visitar Boston, Nueva York, Seattle, San Francisco y Houston, desde el 24 de marzo hasta el 30 del mismo mes. 


Cálida bienvenida en la Casa Blanca

La primera para del príncipe en Washington ha sido interesante. El presidente estadounidense Donald Trump lo recibió cálidamente en la Casa Blanca, donde ambos conversaron sobre temas económicos y de cooperación comercial a los efectos de consolidar el avance de la agenda reformista en Arabia Saudita, cooperación de seguridad a criterio de contener a las amenazas regionales encarnadas por Irán, y conversaron también sobre la guerra en Yemén. Trump ha criticado el bloqueo saudí de Yemén en diciembre pasado, y llamó a que se proporcione mayor asistencia humanitaria para los civiles que han quedado en medio de los combates entre la coalición liderada por Arabia Saudita (que intervino para asistir al gobierno de Yemén) y los rebeldes hutíes, respaldados por la República Islámica de Irán.

En tanto la Administración Trump ha escalado los esfuerzos contraterroristas de los Estados Unidos de América versus las fuerzas de al-Qaeda en Yemén, también ha alzado la voz para que se consolide un arreglo político que resuelva el conflicto sauditas contra hutíes; el cual, hasta el momento, le ha permitido a Irán y al-Qaeda incrementar su influencia dentro de territorio yemení.

El mismo día en que visitó la Casa Blanca, también el Congreso de los EE.UU. trató la cuestión de la guerra en Yemén. El parlamento aniquiló una resolución que hubiese puesto fin al respaldo estadounidense en favor de la campaña militar saudita, dada la aguda crisis humanitaria detectada in situ. La señal, a la postre, es que Estados Unidos continuará respaldando a las fuerza saudíes que operan en Yemén. Aún cuando la Administración fue exitosa a la hora de hacer lobby contra aquella iniciativa legislativa, el voto debería consignar un recordatorio para Mohammed -que concentra poder en sus propias manos, en su país-: en Washington, el poder político se haya compartido y distribuído en ramas separadas aunque con idéntico peso en el gobierno.

Aún cuando la relación personal del príncipe con el yerno de Trump, Jared Kushner, son óptimos y podrían ayudar a promocionar su agenda para Arabia Saudita en Washington, a largo plazo, los saudíes no tendrán mayor alternativa que desarrollar relaciones favorables con el amplio espectro de las insituciones de los Estados Unidos -especialmente, con el Congreso.



Artículo original, en éste link

 

Sobre James Phillips

Analista senior en el Centro Douglas y Sarah Allison para Estudios de Política Exterior en la Fundación Heritage. Ha desarrollado numerosos trabajos sobre asuntos relativos al Medio Oriente y sobre terrorismo internacional desde 1978. Es columnista en medios televisivos norteamericanos y ha testificado en comités del congreso estadounidense en relación a temáticas de seguridad internacional.