ADICCIONES: JUAN A. YARIA

Argentina: comunicación tecnológica e incomunicación afectiva

Experimentamos, en la clínica cotidiana de atención de adolescentes y sus familias...

14 de Enero de 2018
No permitas que la vida te pase a tí, sin que la vivas.


Walt Whitman

 

* * *
 
Experimentamos, en la clínica cotidiana de atención de adolescentes y sus familias, una disyunción o grieta entre el desarrollo tecnológico y , por otra parte, el desamparo de miles de jóvenes -que se complementa con el desconcierto de los padres. Así, pues, la inermidad afectiva se une a un desarrollo tecnológico evidente, que se explicita en nuestros jóvenes en la forma de síntomas de ansiedad y de depresión. Las adicciones tecnológicas abrevan en un suelo de abandono emocional, y eso parecen querer decirnos nuestros pacientes de menor edad.

Televisión, transmisiónLa década del sesenta y, luego, el cierre del siglo XX, consignaron cambios sociales por un lado y, en segundo orden, tecnológicos: estalló la revolución de la informática y de la comunicación en tiempo real. Se desmoronó el muro de Berlín, ícono de la debacle de un imperio que se soñaba eterno; desde el fax y los ordenadores personales, arribándose al Facebook, a la Internet mundializada, al Instagram, el SnapChat, el WhatsApp, y el celular como la simple condensación virtual del mundo. En la práctica, se modifica la forma de relacionarse con el otro: antes en el formato de vínculo humano permanente, ese contacto pasa a darse hoy por intermedio de aparatos. Desde la Revolución Industrial hasta el mundo actual, el crecimiento tecnológico ha ganado una dinámica inabarcable en su crecimiento, tornándose impredecibles las consecuencias sociales que de esa dinámica emergen.

Los estudiosos del desarrollo tecnológico surgidos de Silicon Valley (California) o Israel, como es el caso de Raymond Kurzeil y Yubal Harari (Homo Deus) anuncian nanotecnologías aplicadas a la medicina, que permitirán al ser humano vivir mucho más allá de los cien años. Los pronósticos acaso más alucinados hablan de una suerte de a-mortalidad (extraño calificativo elegido, a la hora de referirse a un envejecimiento cada vez más extendido en el tiempo). La nano-medicina permitirá, por ejemplo, que maquinas microscópicas viajen a lo largo de nuestro cuerpo, reparando todo tipo de daños a nivel celular (incluso células cancerígenas). Pondérese que, hace dos décadas, se estimaba que una persona de 55 años era casi anciana; hoy, se conoce de individuos con ochenta años que se exhiben plenos y lúcidos.

La tasa de innovación en materia de tecnologías de la computación crece de un modo no lineal, sino exponencial (y no hay razones técnicas para afirmar que este tipo de crecimiento no mantenga idéntica cadencia durante el siglo XXI). Naturalmente, la velocidad de estos progresos comportan consecuencias en las costumbres de una sociedad dada, también a nivel familiar. Tras lo cual hace su aparición el desamparo afectivo.


Lejanía emocional

Complementariamente, desde ámbitos científicos también se evidencian los aspectos negativos de la tecnología, al no registrarse una vinculación familiar fructífera. Luis Rojas Marcos (supo desempeñarse como Director de Salud Mental en la Ciudad de Nueva York), en compañía de la Royal Society of Public Health (RSPH) y la Universidad de Cambridge (Inglaterra) refiere que el 91% de la juventud de entre 16 a 24 años uitliza el Internet para conectarse, y que las consecuencias suelen observarse en la preponderancia de ansiedad y depresión (así lo certificaron en el 71% de jóvenes encuestados, sobre un universo de 1.500).

Zombies tecnológicosLas adicciones tecnológicas vienen acompañadas de trastornos en el sueño y en el déficit de atención, obstáculos para el aprendizaje escolar. Instagram y SnapChat son las redes sociales que comportan un mayor potencial para erguirse como obstáculos, por cuanto trabajan sobre la obsesión estética que afecta a los adolescentes. A su vez, la velocidad de estos desarrollos ha conducido a un incremento de magnitud en las problemáticas de salud mental en la niñez (1 de cada 5), un aumento del 43% de trastornos vinculados al déficit de atención, y un incremento de la depresión adolescente y de los suicidios juveniles. Como complemento al problema -o quizás sea una causa de aquéllos-, se asiste a podres escasamente disponibles para conversar con sus hijos; son padres emocionalmente ausentes que también fracasan a la hora de poner límites claros en lo que respecta a educación. En definitiva, muchos padres de hoy son permisivos y digitalmente distraídos.


Los parias

Entre los entendidos, se habla hoy de 'desnutrición relacional' en  la vida familiar, y de una intoxicación de tecnología
. Me recuerda al caso de Jorge, quien no conoció  a su padre -le informaron que vive en la misma localidad que su propio hijo, pero no se ocupa de visitarlo ni de acompañarlo en su proceso evolutivo. Su madre ha preferido por invertir su vida en relaciones poco gratificantes y de escasa proyección; su vida transcurría entre la comunicación digital a través de los aparatos en su habitación o en el peligroso mundo de la calle.

Esclavitud tecnológicaTras una derivación judicial relacionada con robos (acompañado ello de una carrera voraz en el consumo de estupefacientes), vuelvo a ver a Jorge. Ya a sus 17 años, aparentaba ser un adulto: su mirada siempre tenía la tonalidad de una trampa. Parecía la máscara de la hipocresía; siempre una segunda jugada se mostraba en plena maquinación, distinguiéndose claramente entre aquello que decía y lo que hacía luego. La traición en materia de afectos y una existencia de temida soledad, por él experimentadas, construyeron en él una barrera que él mismo utilizaba a la hora de lidiar con terceros -pero el contragolpe de esa barrera fue, para él, traicionero. Jorge resumía su existencia en el golpe o la defraudación; nada conocía de verdadera entrega. Cuando el tratamiento lograba quebrar esa coraza, emergía un largo abrazo (no exento de llanto). A fin de cuentas, Jorge solo pedía que el mundo dejara de defraudarlo y traicionarlo.

En la actualidad, con frecuencia echamos mano de conceptos como privación afectiva, negligencia en las atenciones familiares, violencia en el trato, abusos varios (sexuales, por ejemplo), 'volver loco al otro' -como símil del asesinato psicológico-, des-confirmación (el Otro ya no existe como persona, en una relación), utilización de un hijo contra el otro miembro de la pareja; y, así, sucesivamente: maniobras esencialmente opuestas a lo que debería de ser el núcleo de vida de una familia.

Hemos de ponderar la existencia de miles de jóvenes rehenes de estos comportamientos, en nuestro país. Muchos de ellos tienen la buena fortuna de haber podido acceder a comunidades terapéuticas en donde se intentará regenerar un ciclo sano de crecimiento (que conlleve afecto, socialización, educación, limites, y proyectos de vida).

Otros, vagarán por las calles -o bien terminarán en cárceles. 

 
Sobre Juan Alberto Yaría

Juan Alberto Yaría es Doctor en Psicología, y Director General en GRADIVA, comunidad terapéutica profesional en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Los artículos del autor en El Ojo Digital, compilados en éste link.