ECONOMIA INTERNACIONAL: NIDIA OSIMANI

Bitcoin: conversaciones sobre volatilidad

'Algo huele mal en Dinamarca', sentenciaría Marcelo, en una de las escenas de la obra shakesperiana La Tragedia de Hamlet...

29 de Diciembre de 2017
'Algo huele mal en Dinamarca', sentenciaría Marcelo, en una de las escenas de la obra shakesperiana 'La Tragedia de Hamlet, Príncipe de Dinamarca', previo a la aparición del fantasma parlante y progenitor de aquél.

Algo huele muy mal; esto es certero pero, en esta oportunidad, el tufillo parece extenderse a otras geografías. En medio de los cada vez más fuertes rumores de estallido de una burbuja, el bitcoin logró, hace muy poco, su comentado debut en el mercado internacional de derivados financieros. 

BitcoinDe acuerdo a lo informado por Russel Rhoads, director de Productos Avanzados y Derivados Globales en CBOE Global Markets, la estrella de las criptomonedas cotizó en la Bolsa Chicago Board Options Exchange -el mercado de derivados más importante a nivel mundial-, disparándose en esa oportunidad por encima del 20%.

Asimismo, es factible llevar a cabo inversiones superiores por intermedio del operador CME Group. Si bien el precio unitario se mantiene igual para ambos tipos de contratos, la CBOE requiere solo un bitcoin, mientras que los de CME se concretan por cinco unidades.

A efectos de poner el fenómeno en su contexto, cabe señalar que la tan temida burbuja parecería estar empezando a desinflarse, a juzgar por el comportamiento hacia la baja que el activo en cuestión consigna.

El período comprendido entre el 17 y el 23 de diciembre es considerado por muchos como una 'semana negra', luego de registrarse el retroceso de más del 20% del precio del bitcoin, y pese a haber alcanzado éste los US$ 20 mil por unidad, al momento de ingresar al mercado de derivados.

Mientras tanto, otras criptomonedas han acusado un impacto negativo algo menor. 

Ha de subrayarse que un producto financiero es un contrato, un bono, una acción; equivalente a determinada suma de dinero.

Si bien hoy no resulta tan clara la definición -habida cuenta de la complejidad que han alcanzado las finanzas-, sí es posible, a priori, clasificarlos en tres grandes grupos: de ahorro, de inversión y de financiamiento. Los contratos de futuro son productos financieros, dentro del conjunto de los contratos de derivados, activos cuyo precio precisamente deriva del precio de otro activo llamado subyacente. Los productos financieros de ahorro reditúan beneficios en forma de intereses, generalmente a nivel de la inflación, como los depósitos a plazo fijo o las cajas de ahorro.

Los de inversión habilita el acceso a ganancias que a largo plazo pueden superar la inflación, y pueden comportar un diferente tipo de renta: fija, variable o mixta -tal como sucede con las acciones y los bonos, entre otros. Los de financiamiento, por su parte, tienen por finalidad cubrir una parte del dinero del que no dispone el requirente, como ser los créditos, las hipotecas y las tarjetas de crédito, incluyendo intereses y otros gastos. Los denominados futuros, si bien en principio cumplen un rol de garantías por las que los entes económicos aseguran sus costos con el transcurso del tiempo y las variaciones de precios en el mercado, también tienen por meta la especulación.

Este tipo de contratos tiene su génesis entre productores y demandantes, generalmente de materias primas. Sin embargo, con el tiempo se ha hecho habitual el trasladar esta práctica hacia otros conceptos menos económicos. De hecho, cotizan en mercados abiertos, de modo tal que cualquiera puede comercializarlos basándose en modelos predictivos de comportamiento del precio del activo subyacente.

Un aspecto importante de la utilidad de los futuros es que generalmente el activo subyacente es difícil de transar, por diferentes razones.

Las criptomonedas, en gran medida, tienen esa particularidad debido a diversos factores: constituyen un activo aún en extremo novedoso. Por ende, su volatilidad es elevada; requieren de una  determinada tecnología para su obtención, o bien confiar en plataformas o intermediarios con un igualmente alto riesgo de cara a eventuales fraudes, robos o estafas.

Los contratos de futuro contemplan la posibilidad de celebrarse a deuda, sin la necesidad de erogar la totalidad del precio incluído en ellos. Para el caso de bitcoin y otras criptomonedas y, en virtud de sus características, se exige un pago mínimo promedio del 40%.

Tanto los contratos de CBOE y CME son trimestrales pero, mientras los primeros se ofrecen de manera mensual, los segundos incluyen vencimientos los meses de marzo, junio, septiembre y diciembre de cada año.

Ambos mercados comparten la modalidad de pago en dólares equivalentes a los bitcoins -ponderándose el precio de cierre-, y su corte al momento de producirse altas o bajas por encima del 20 o por debajo de 7%. No obstante, en los últimos días, el precio de los contratos con vencimiento el primer trimestre de 2018 consignó un remarcable desplome, con algunos leves intentos de recuperación temporal, siempre de manera aleatoria, pero con una notoria tendencia a la baja.

A la postre, y retomando la sentencia sobre Dinamarca, esto es, el extraño aroma de los futuros en criptomonedas, y pese a algunas falacias en las que suelen incurrir sus fervientes defensores, las sospechas sobre la manipulación del precio subyacente controlando las transacciones de este tipo de contratos han comenzado a aflorar.

Panorama sobre el cual podría argumentarse con justicia que, si el pago a los tenedores es en dólares, no debería ser -en principio- lógico que volvieran a invertir en bitcoins, sino en otros bienes más tradicionales que exhiban menor volatilidad.

En cualquier caso, aquellos inversores con amplia capacidad de operación cuentan con la posibilidad de producir alzas o desplomes, sin necesidad de salirse de los mercados tradicionales.

A falta de un ente regulador -como sucede con el dinero fiduciario o fiat money-, existen algunos elementos que lo respaldan, como ser la expansión de su uso, la mayor seguridad, menor costo de sus transacciones, la confidencialidad, y los argumentos tecnológicos que posibilitarían su eximición de todos los males que acarrea un sistema económico basado en dinero fiduciario, como es el caso del límite de emisión y su correspondencia inflacionaria. De hecho, actualmente se calculan que hay en circulación menos de 17 de los 21 millones de unidades totales que el propio criptosistema bitcoin permite emitir. De esto se desprende que, en aproximadametne quince años, ya rondará el 99%, reservándose el 1% restante a procesos de minería o mining.

A pesar de lo expuesto hasta aquí, la realidad sentencia que no existen fundamentos verdaderamente sólidos a la hora de predecir el comportamiento real de esta moneda digital en el largo plazo, particularmente al considerarse las fluctuaciones registradas desde el momento de su creación, y su paulatina adaptación al sistema económico-financiero tradicional.

La explicación al desplome de las criptomonedas ostenta variados argumentos, que van desde la venta masiva de grandes volúmenes por parte de importantes tenedores, el límite que vienen teniendo las transacciones por cuestiones de capacidad tecnológica, la falta de adaptación masiva al relativamente reciente fork, el alto precio de las comisiones debido a los mayores tiempos de procesamiento, a las operaciones de grandes empresas que alteran todo el sistema, muchas de las cuales se encuentran físicamente en China y que cuentan con pooles de minería con enorme poder, etcétera. 

En concreto, el grueso de los expertos internacionales en temas financieros están convencidos de que se asiste aquí a una novedosa burbuja pero, dadas sus características tan peculiares, su efecto se viene produciendo de manera gradual y no a modo de estallido repentino -tal como suele suceder con las burbujas que hemos visto hasta ahora.

De cara a este escenario de volatilidad, las entidades financieras más reconocidas en el orden global estén desaconsejando a sus clientes el invertir en monedas digitales.

El Banco Central de Dinamarca, por su parte, ha compartido declaraciones oficiales que conviene ponderar, comparando las inversiones en estos activos con las apuestas en juegos de azar. Asimismo, ha advertido a aquellos que optasen por este tipo de especulación, que no podrán culpar a los reguladores del mercado ante resultados eventualmente adversos.

 
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