INTERNACIONALES: JAMES PHILLIPS

Trump y el reconocimiento de Jerusalén: qué significa para Israel y Oriente Medio

Este miércoles, el presidente estadounidense Donald Trump mantuvo su promesa...

06 de Diciembre de 2017

Este miércoles, el presidente estadounidense Donald Trump mantuvo su promesa de campaña de reconocer a Jerusalén como la ciudad capital de Israel, y ordenó al Departamento de Estado que prepare planes para, eventualmente, mudar la embajada americana -hoy situada en Tel Aviv. La simbólica y largamente demorada iniciativa obedece a una injusticia histórica: Israel es la única nación en el mundo a la que no se le permite elegir su propia capital. Asimismo, Trump ejercitó el derecho soberano de los Estados Unidos de América de reconocer la capital de un aliado clave, y de elegir la locación de su propia sede diplomática.

En años recientes, el rechazo de numerosas naciones ante el reconocimiento de Jerusalén como capital del Estado de Israel se ha vuelto parte integral de la campaña internacional para deslegitimar a Israel. Al reconocer la soberanía israelí y los vínculos históricos de ese país con su ciudad capital, el mandatario americano no solo propinó un duro golpe a la referida campaña, sino que también reafirmó la importancia de la relación israelí-estadounidense.

Donald Trump, Reconocimiento de Jerusalén como capital de IsraelEl anuncio del presidente, de igual manera, corrige una anomalía histórica: el hecho de que los EE.UU. hayan mantenido un consulado general en Jerusalén, a efectos de mantener relaciones diplomáticas con los palestinos, pero no administrar una embajada en Jerusalén para vincularse diplomáticamente con Israel. El compromiso de mudar la embajada ya era parte de la política estadounidense. Por mayoría bipartidista, el congreso de los Estados Unidos votó el Acta de la Embajada en Jerusalén del año 1995, la cual promovió la mudanza de la sede diplomática estadounidense de Tel Aviv hacia Jerusalén hacia 1999, pero permitió que los presidentes se acogieran a una prórroga -basándose en cuestiones de seguridad nacional.

Desde entonces, todos los mandatarios americanos han firmado la prórroga, a partir del temor de provocar una respuesta negativa que hubiese amenazado los intereses estadounidenses, reduciendo los prospectos para un acuerdo definitivo de paz en el seno del conflicto árabe-israelí. No obstante, el proceso de paz de Oslo se paralizó, a partir de los recurrentes episodios de terrorismo palestino que comprometieron la predisposición de Israel, nación a la que se sometía a llevar a cabo peligrosas concesiones a cambio de simples promesas de los palestinos -que periódicamente se vieron incumplidas.


Acciones correctas que son reprendidas en Oriente Medio

El presidente estadounidense está concretando una apuesta calculada, de cara a que Palestina y otros líderes árabes se vean más interesados en negociar un acuerdo de paz, restrinjan las actividades extremistas, y cooperen a la hora de contener a Irán -antes que escalar en una confrontación con Israel y con los Estados Unidos de América. Los funcionarios americanos han expresado con claridad que las expresiones de Turmp sobre Jerusalén no constituyen una clausura de los procesos de paz, como tampoco niegan los reclamos palestinos sobre Jerusalén, ni descartan la creación de un Estado palestino.

Más aún, los comentarios del mandatario americano han subrayado que lo dicho sobre Jerusalén no alterará las políticas de los Estados Unidos en relación a los sitios religiosos de Jerusalén, los cuales se mantendrán bajo control administrativo de Jordania. Esta variable es importante, por cuanto el control de los sitios ha representado una cuestión en extremo emocional que los extremistas antiisraelíes han explotado con el objeto de incitar a la violencia contra Israel. Pero Irán, Hamás, Hezbolá, al-Qaeda, el Estado Islámico y otros movimientos extremistas de orden islamista probablemente busquen apropiarse de la cuestión de Jerusalén. Su meta: agitar a la oposición antiamericana y antiisraelí. Existe el riesgo de que ello distraiga a los aliados árabes de Washington y reduzca su predisposición de cooperar en público con Estados Unidos para combatir a aquellas fuerzas.

Adicionalmente, existe el riesgo de que las expresiones sobre Jerusalén puedan habilitar a ciertos generadores de problemas para que estos motoricen manifestaciones antiaestadounidenses y, eventualmente, provoquen disturbios. Los terroristas incluso podrían utilizar este escenario como pretexto para ejecutar ataques contra Estados Unidos o Israel que, de todos modos, planeaban llevar a cabo. 


El reconocimiento otorga chances para la paz 

El presidente estadounidense ha reconocido una realidad -a saber, que Jerusalén es la capital de Israel-, sin tomar posición sobre el status final de la ciudad, que pudiera verse incompatible con un acuerdo negociado. No obstante ello, las expresiones del presidente podrían provocar disrupción en las negociaciones palestino-israelíes en el corto plazo. Pero tales negociaciones han estado moribundas por años.

Los Estados antiisraelíes y contrarios al mundo árabe occidental, y los movimientos que se oponen a cualquier tipo de paz con Israel, se dedicarán a distorsionar las implicancias de la iniciativa, explotándola para sus propósitos de propaganda. Si la Autoridad Palestina elige interpretar erróneamente, de manera intencional, las implicancias de las expresiones de Trump respecto de Jerusalén, entonces ello consignaría que la Autoridad Palestina tendría mayor interés en negar los derechos y la soberanía de Israel antes que alcanzar un verdadero acuerdo de paz negociado que pudiera reafirmar sus propios derechos y su propia soberanía.

Lo cual implicaría que la Autoridad Palestina no sería, en rigor, un socio genuino para la paz, sino que se exhibiría bloqueada en un juego de suma cero que perpetúe el conflicto -comportando un enorme costo para los pueblos palestino e israelí. Las expresiones de Trump podrían comportar un impacto positivo en el largo plazo, si conmueve a los palestinos y a otros líderes árabes para que reconozcan que, mientras más esperen a la hora de aceptar genuinamente la existencia de Israel y de firmar un tratado de paz, menos podrán esperar de ganar a partir de un tratado de ese tenor.

Al cierre y en concreto, Trump ha actuado a criterio de implementar una política ampliamente respaldada por la legislación y respaldada por una mayoría -compuesta por ambos partidos- en el congreso. Mientras que las declaraciones oficiales sobre Jerusalén podrían complicar las negociaciones de paz y comprometer la cooperación con los Estados árabes aliados de Estados Unidos en el corto plazo, la medida releja un criterio de realismo que podría beneficiar a la política de los Estados Unidos y al pensamiento árabe en el largo plazo.


Artículo original, en inglés, en http://dailysignal.com/2017/12/06/trumps-decision-jerusalem-means-israel-middle-east/


 

Sobre James Phillips

Analista senior en el Centro Douglas y Sarah Allison para Estudios de Política Exterior en la Fundación Heritage. Ha desarrollado numerosos trabajos sobre asuntos relativos al Medio Oriente y sobre terrorismo internacional desde 1978. Es columnista en medios televisivos norteamericanos y ha testificado en comités del congreso estadounidense en relación a temáticas de seguridad internacional.