NARCOTRAFICO Y ADICCIONES: JUAN A. YARIA

Argentina: drogas e indigentes mentales

El panorama urbano y del conurbano se viste, progresivamente...

18 de Octubre de 2017
El primer objetivo que intentamos trabajar siempre es que salgan de la calle porque, en sí, la calle es antiterapéutica; muchas veces es difícil, porque presentan ideas delirantes.

Equipos de Calle (Madrid, España)

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En la República Argentina, el panorama urbano y del conurbano se viste progresivamente de toda una población de 'nadies' -así los llamo- que viven en la calle. Colchones, utensilios de cocina, almohadas y frazadas son un panorama que quiebran nuestra mirada, y nos muestran una faceta de la desesperanza y la marginación. Junto al ya clásico tetra-brick y a los aromas de la marihuana, se fusionan olores pestilentes que desafían los sentidos. La consecuencia es que el ciudadano de a pie esquiva la mirada, aunque suele apenarse su espíritu.

Para muchos, se trata de los nuevos homeless (personas sin hogar), pero algunos hemos preferido rebautizarlos como nameless (los nadie o sin nombre) de nuestras grandes ciudades y núcleos urbanos. Con sus identidades viciadas, lo cierto es que, en ocasiones, pertenecen a alguien; ya fuere una tribu, una banda o a ciertos poderes sociales. Pero es lícito preguntarse: ¿serán alguien, alguna vez? Ello podría suceder perfectamente, siempre y cuando la propia sociedad haga algo para asistir en tal objetivo. Es que, de no actuar la sociedad con la debida presteza, el ciclo de los nameless/homeless se potenciará, conforme los factores de riesgo y de privación social contribuirán a la explosión del fenómeno. El alcohol, las drogas y los circuitos del deterioro harán su tarea destructiva, sin oposición. 

Homeless, Buenos AiresSobre el escenario, una aclaración relevante: en el caso de estas personas, no siempre los motivos son pobreza o pauperización; estudios elaborados en naciones de Occidente han certificado que un promedio del 30% de las personas sin hogar han arribado a esa condición a partir de padecer patologías mentales y/o adictivas, caracterizándose además por carecer de sitio fijo de residencia, y por la ausencia de tratamiento.


Los paraísos de los 'nadies'

Así las cosas, hace pocos días celebróse el Día Mundial de la Salud Mental. En todo el mundo, se exhibió la penuria padecida por miles de personas que habitan las calles, afectados de patologías denominadas duales (enfermedad mental asociada a adicción a drogas y estupefacientes); es una franja de nuestras sociedades que se caracteriza por un absoluto estado de desprotección. Son individuos que concurren a las guardias de los hospitales, en donde se los trata por intoxicaciones con sustancias o con alcohol, pero luego retornan a las calles. Un reciente trabajo del Programa Sumar (Ministerio de Salud de la Nación, Argentina), certificó que el 90% de estas personas no retornaba para llevar a cabo un seguimiento de su problemática. La intervención médica los rescataba, pues, del episodio agudo, pero regresaban ellos rápidamente a su adicción y deterioro mental. La adicción renovada tras la desintoxicación seguía haciendo su tarea, acentuando el ciclo de marginación y desesperanza de la persona. Arribándose en ciertos casos a la fase letal de la patología.

Hace poco, cierta madre me relataba -sobre el particular-: 'Cuando mi hijo sufre una crisis, lo ingresan en la unidad de agudos; enseguida, le dan el alta, y vuelve a lo mismo. Nunca vemos el final del túnel; no hay lugares para que lo asistan, nos sentimos desvalidos. Es un sufrimiento permanente'. Este capítulo ilustra acabadamente el drama de la medicina y la psiquiatría actuales, conforme la crítica contra las instituciones psiquiátricas ha derivado en un escenario en donde miles de personas con padecimientos mentales van a parar a las calles. En concreto, se confunde el concepto de manicomio (estructura a reformar y modificar en sus bases mismas de marginación) con los centros residenciales funcionales como comunidades terapéuticas, que para muchos son verdaderas 'casas de vida'. Estar internado es hoy mala palabra. Los canales de comunicación y promoción de estilo progresista confunden -acaso adrede- internación con prisión. Como consecuencia, los individuos son regresados a esa auténtica prisión, que es la marginación callejera. Y el círculo se torna eminentemente vicioso.

En los Estados Unidos de América, un estudio puntual, elaborado por la Coalición Nacional por las Personas Sin Hogar (vinculada a Human Rights Watch) y publicado en su oportunidad por el matutino The New York Times, señala que, al atacarse a las instituciones, se multiplica la cifra de personas en las calles, en las cárceles y en otros sitios que no son centros de tratamiento (en cualquier parte, en inglés, 'elsewhere', lo cual consigna el acentuado desinterés). El estudio, con su contexto de análisis cifrado entre 1963 y 2003, ilustra a la perfección este circuito de decadencia, que las naciones centrales están intentando reformular. En la República Argentina, por ejemplo, se ha prohibido la apertura de nuevos centros de medicina especializados en adiciones y de especialización en psiquiatría, ya desde 2010. El justificativo: absurdas reglamentaciones que redundan en la multiplicación de adicciones y patologías duales (alcohol más estupefacientes).


Familias multiproblemáticas 

A este delicado panorama, habrá que sumarle la explosión de las denominadas familias multiproblemáticas, verdadero fenómeno de la modernidad, en donde varios miembros del núcleo familiar contabilizan numerosos problemas, residiendo en las calles, en verdaderos tugurios, e incluso en palacetes coloridos por su opulenta marginación. En la práctica, las familias multiproblemáticas emergen de la ruptura y de la escoriación social más catastrófica que el país experimenta desde el año 2000. Esquema en el cual se ha quebrado definitivamente el pacto tácito entre gobierno, sociedad y familia. Como triste resultado, la familia ya no educa; los niños no aprenden de sus padres el 'cómo vivir la vida' -expresión empleada por el célebre Zygmunt Baumann, en 2001-.

En los escenarios comunitarios de nuestra República, las drogas vienen a representar una dosis letal en medio del conflicto social que ilustramos. Lo cierto es que, a partir de las actuales políticas, estamos generando cada vez más patologías mentales claramente deficitarias, más deterioro y más adicciones no tratadas. La mixtura entre esquizofrenia y abuso de alcohol o drogas empuja a muchos a terminar en situación de calle.

Son los hechos: un elevado porcentaje de las personas sin hogar son hoy esquizofrénicas y consumen sustancias; esta realidad individual, sumada al hecho de no contar ellos con familia (contención), los deposita en esa condición de franco abandono. Inevitablemente, estas personas acusan luego una serie de dolencias físicas que coexisten con la enfermedad mental; a la postre, su esperanza de vida termina reduciéndose en veinte o treinta años, registrándose también un proceso de malnutrición. La sumatoria (y la falta de documentación), los compele a desconfiar de las autoridades, con lo cual no se incluyen en los programas existentes -desconfiando luego de todo formato de ayuda.

Son los 'nadies' de hoy.

 
Sobre Juan Alberto Yaría

Juan Alberto Yaría es Doctor en Psicología, y Director General en GRADIVA, comunidad terapéutica profesional en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Los artículos del autor en El Ojo Digital, compilados en éste link.