NARCOTRAFICO Y ADICCIONES: JUAN A. YARIA

Argentina: adultos en retirada

Escucho en mensaje de voz a un paciente de 16 años, quien solo me explicita su deseo de...

27 de Septiembre de 2017
Las sociedades pueden ser inteligentes o estúpidas, de acuerdo a sus modos de vida, los valores aceptados, las instituciones, o las metas que se propongan.

José Antonio Marina, pedagogo español | Fundación Educativa Universidad para Padres (España)

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Escucho -en mensaje de voz- a un paciente de 16 años, quien solo me explicita su deseo de estar en grupos de rehabilitación. Conforme él mismo lo relata, su escuela se encuentra vacía; está tomada y, en el interior existe más desorden que en el exterior, donde su mundo no solo no se caracteriza por los desórdenes sino también por la ausencia de contención. Su terapeuta me replica: 'Está perdido. Vaga por las calles y hay dealers que son tentación para la recaída'. Lleva adelante una rehabilitación, con gran esfuerzo, pero ni siquiera sus padres están presentes -la escuela tampoco transmite valores, como tampoco es referencia. Se asiste a adultos que desertan de su función, mientras el paciente profundiza su desamparo. En panorama de las escuelas tomadas consigna la retirada definitiva de los adultos, que se exhiben como 'padres-pares', respaldando esas ideas. En el ínterin, aquellos padres que muestran su desacuerdo tampoco hacen nada. Son, las aulas vacías, fiel testimonio del vacío de contenidos a transmitir. Todo ello, coloreado con un acentuado vacío ético con pérdida de sensibilidad moral y declarada anemia en lo que hace a lineamientos normativos.

Colegios tomadosLa Argentina de la actualidad se caracteriza por exhibir una sociedad en todo permisiva, que ha surgido como reflejo espasmódico al haber padecido, durante gran parte del siglo XX, procesos dictatoriales o regímenes declaradamente autoritarios. Como nunca, hoy se asiste a una extendida brecha entre libertad y derechos y, a la vez, entre autoridad y deberes. De tal suerte que las cosas tienden a complicarse porque, en la época actual, las instituciones educativas deberían comportar un rol tan activo como fundamental en una transición tan crítica como lo es la adolescencia. Adicionalmente, se observa -ya en otras instancias- que los adultos tampoco están. La vida familiar en la Argentina de hoy se caracteriza por huecos en donde los adultos brillan por su ausencia. Aún cuando sea de público conocimiento que, sin adultos, no existe crecimiento adolescente posible. Las instituciones transmisoras de cultura, ley y palabra se nutren, precisamente, de la participación de ciudadanos dotados de autoridad (maestros, profesores, políticos, magistrados, etcétera).

La autoridad deviene en un mérito; no cobra notoriedad ni credibilidad a partir de galones en las solapas. La autoridad también es excelencia y, desde ahí, se muestra como ascendencia y poder. Pero todo parece faltar.: los adultos han claudicado ya su función; son temerosos, o bien se han convertido en manipuladores de jóvenes, para otros fines.


La estupidización de la vida
 
¿Existirá acaso la posibilidad de unir en nuestro país la pedagogía del deber en un clima democrático, con adultos que ejerzan verdadera autoridad? Hemos de temer que, en contrario, asistiremos al fracaso consumado de la inteligencia, escenario que equivaldría, sin más, a la entronización de la estupidez. Las naciones se diferencian hoy por su capital social y humano (esto es, la calidad de sus familias, de sus escuelas, su justicia, sus fuerzas del orden, y su vida institucional). De no existir esto, se arriba a lo que hoy se denomina 'culturas fracasadas', allí donde la estupidez ocupa el sitio que correspondería a la inteligencia y al talento. ¿Cómo podríamos liberarnos de la 'estupidez' colectiva, para convertir a nuestra sociedad en una más inteligente?

La escuela y las familias contienen y educan en pos de la libertad -función que se resume en la generación de inteligencia para la vida. La inteligencia no es un tesoro de abstracciones de una razón aislada de la vida. Hoy día, ser inteligentes es poder vivir con un mínimo grado de autonomía y con una cierta in-dependencia, que nos aleje de dependencias perniciosamente enfermizas.

En tal sentido, la inteligencia 'fracasada' conduce al fanatismo, al desamor, a la incomprensión de las parejas, a las múltiples adicciones (alcohol, drogas, sexo, tecnología, juego, fútbol), a la injusticia, a la rutina, a los pantanos del miedo y de la sumisión, a los heroísmos criminales, a la glorificación de la ferocidad. Son éstas las derrotas más evidentes y categóricas de la inteligencia.

La libertad es la conclusión final de una tarea educativa y de transmisión de letras, palabras, modelos, ejemplos, y valores. No somos libres; hemos de caracterizarnos por la obligación de liberarnos. Y la tarea principal de la educación es mantener viva la inteligencia social e individual.

Las sociedades exitosas de la contemporaneidad son aquellas que cuentan con la capacidad para resolver los problemas sociales, generando capital social y ampliando las posibilidades vitales de sus ciudadanos. Una sociedad inteligente, a la postre, será capaz de actuar de esta forma, mientras que una sociedad en loca carrera hacia la 'estupidización' hará, precisamente, lo contrario.

La sociedad tecnológica nos invade a través de redes y nodos. Todo puede obtenerse, por vía de un teléfono móvil, desde sabiduría para la vida hasta ofertas engañosas y fetiches perversos. En ocasiones, el poder de esas redes es tan potente, que la función de la escuela o de las familias resulta debilitada en comparación.

La sociedad argentina ha fracasado hoy en las redes que verdaderamente interesan, esto es, las redes y nodos afectivos, éticos y de transmisión de valores y modelos. Han de ser los adultos los transmisores de valores a través de esas redes -pero los adultos han errado el camino. Sin familias en donde reine la contención, y sin escuelas activas, no habrá pensamiento crítico como fundamento de la libertad. A posteriori, el hombre queda sometido al 'estado de red' que, por momentos, no parece ser otra cosa que un estado moderno de esclavitud.


La adolescencia como purgatorio
 
Así define Françoise Dolto (gran pedagogo de la adolescencia) en su libro 'La Causa de los Adolescentes' a esta instancia de la vida, en donde esa transición se muestra crítica. La adolescencia como purgatorio implica la muerte de la infancia; se asiste, entonces, a numerosas pruebas y obstáculos clásicos de la etapa. Si el individuo no se sobrepone a ellos, el inicio de la vida adulta llegará de la mano de la inferioridad. Los adultos hemos de hacer notar nuestra presencia, para asistir en ese tránsito crítico, para que los adolescentes no terminen caracterizándose por el retrado, la inmadurez y la supremacía de los complejos.

En un determinado capítulo de su ciclo evolutivo, las langostas pierden su cáscara y quedan en carne viva. Entonces, se guarecen tras las rocas hasta el momento en que adquieren sus defensas en forma de caparazón. Si, antes de eso, reciben golpes, las heridas dificultarán su desarrollo. La analogía con la adolescencia es más que ilustrativa: un estado de 'carne viva' y de alta vulnerabilidad. El adolescente precisa de la roca de los adultos, para crecer. En nuestra tarea clínica en GRADIVA, asistimos como testigos a la deserción del mundo adulto. El 70% de las enfermedades psiquiátricas graves da inicio durante la adolescencia y, de no ser prevenidas en tiempo y forma, registrarán una tendencia a perpetuarse. Las elevadas cuotas de estrés, la preeminencia de las drogas y el alcohol, la permanencia en ambientes violentos, la deserción escolar, y la sexualidad sin un marco de amor responsable -entre otros factores que comparten negatividad- son las heridas en esa 'carne viva' que es la adolescencia.

La sociedad argentina -y el Estado Nacional- habrán de promover a la generación de capital humano que efectivamente contribuya a contener aquellos traumas. De otro modo, estos se tornarán crónicos, debilitando el desarrollo y el crecimiento de la propia sociedad en el futuro.

 
Sobre Juan Alberto Yaría

Juan Alberto Yaría es Doctor en Psicología, y Director General en GRADIVA, comunidad terapéutica profesional en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Los artículos del autor en El Ojo Digital, compilados en éste link.