ESTADOS UNIDOS: PHILIP GIRALDI

¿Por qué Nikki Haley sigue siendo Embajadora de Estados Unidos ante ONU?

Aún no queda claro si ella habla por sí misma, o en representación de la Casa Blanca.

08 de Julio de 2017

La otra noche, me dirigí a una reunión para encontrarme con algunos simpatizantes de Donald Trump quienes, como yo, habían votado por él basados en expectativas de una política exterior más racional. Ellos sugerían que los intentos del presidente de moverse en tal dirección habían sido saboteados por funcionarios en el seno de la Administración que desean mantener la configuración actual del Estado como un Estado dedicado a la guerra. Remuévase a estos funcionarios, y Trump bien podría mantener su promesa de dejar tranquilo a Basher al-Assad, y optimizar las relaciones diplomáticas con Rusia. En más de un sentido, me mantuve escéptico, observando que la Casa Blanca había, unilateralmente, iniciado el ataque con misiles crucero el 7 de abril contra una base siria, citando también la más reciente advertencia contra un supuesto ataque químico 'planificado' -maniobras que difícilmente podrían conducir a mejores relaciones con Damasco y Moscú. Pero, en efecto, pululan por allí figuras de la Administración que están fomentando un conflicto eterno en Oriente Medio, y en cualquier otro sitio.

Nikki HaleyRazonablemente, uno podría iniciar el recorrido con los Generales James Mattis y H.R. McMaster, ambos personajes de línea dura en lo que hace a Afganistán e Irán, pero con limitaciones. Los Generales son entrenados y adoctrinados para pelear y ganar guerras -no para idear qué viene después. Funcionarios que eran Generales, como George Marshall o incluso Dwight Eisenhower -que exhibían una visión difícil de hallar, más amplia- son extremadamente raros, de tal suerte que esperar que un Mattis o un McMaster hagan aquello que cae fuera de sus áreas de influencia y entendimiento es, quizás, demasiado. Ellos podrían encarnar malas opciones para los puestos que ocupan pero, al menos, emplean algún tipo de proceso racional, respaldado en cómo perciben ellos los intereses nacionales, a la hora de efectuar juicios. Si estuviesen bajo control de un liderazgo civil pensante -cosa que no ocurre ahora mismo-, ellos tienen el potencial para contribuir efectivamente a la conversación relativa a la seguridad nacional.

Pero muchas otras figuras notables en la Administración merecen ser despedidos, si acaso existe alguna esperanza de dar vuelta la política exterior de Trump. En El Mikado, obra de Arthur Sullivan y W.S. Gilbert, el Alto Líder y Ejecutor canta en relación a la 'pequeña lista' que él prepara, y que incluirá a personas que 'jamás serán extrañadas' una vez que complete lo exigido a su período de gobierno. El Líder incluye en el listado a 'los estadistas apologéticos de la clase que generan problemas', dando a entender que la frustración estadounidense con la incompetencia no es única ni exclusiva, y que tampoco es un fenómeno reciente.

Mi propia lista de 'individuos que operan contra la ciudadanía' consiste mayormente de una serie de 'expertos' en política exterior del ala neoconservadora. Infortunadamente, los neocon han probado ser particularmente resistentes, a pesar de las críticas recurrentes que versaban que su final se hallaba cercano, más recientemente luego de la elección de Donald Trump en noviembre pasado. Con todo, y dado que el grueso de las políticas que los neocons han celebrado históricamente, son indistinguibles de la que la Casa Blanca actual está intentando promocionar, uno bien podría despertarse una mañana e imaginar que es 2003, y que George W. Bush aún es presidente. No obstante, la esperanza parece ser eterna y, ahora que los Estados Unidos han celebrado su cumpleaños número 241, sería bonito pensar que, en el nuevo año, el país será purgado de algunos de los personajes malignos que han venido prevaleciendo desde el 9/11.

En el primer lugar de mi lista, figura la Embajadora ante Naciones Unidas, Nikki Haley, quien es particularmente peligrosa, conforme controla un puesto desde el que puede hacer cosas malas. Haley ha estado muy suelta de lengua desde que llegó a su despacho y -esto ha quedado claro- gran parte de lo que dice no está aprobado previamente por la Administración Trump. Nunca termina de entenderse si acaso ella habla por sí misma, o si lo hace en representación de la Casa Blanca. Tema que, según se informa, se ha resuelto consensuando que el Departamento de Estado aclare, desde el inicio, todo comentario compartido por ella sobre asuntos complejos -pero, si éste es el caso, ese cambio ha sido difícil de discernir en la práctica.

Haley pisa suelo firme en el campamento neocon, recibiendo elogios de parte de Senadores como Lindsey Graham (Carolina del Norte) y de parte de los medios de comunicación de Murdoch, así como también en las columnas de opinión en el National Review y The Weekly Standard. Quien le escribe los discursos es Jessica Gavora, esposa del periodista neoconservador Jonah Goldberg. Haley ve a las Naciones Unidas como un órgano corrupto -la cual en sí misma no es una conclusión poco racional-, pero ella se ha abrazado a un número de otras cuestiones, altamente debatibles.

Como gobernadora de Carolina del Sur, Haley fue asociada como una incuestionable simpatizante del Estado de Israel. Ella firmó un Proyecto de Ley tendiente a restringir las actividades de la organización palestina no-violenta Boycott, Desinversión y Sanciones (BDS), la primera legislación de este tipo a nivel estatal. Asimismo, Haley ha expresado que 'en ninguna parte, el fracaso de Naciones Unidas ha sido tan concreto y perturbador que en su sesgo contra nuestro cercano aliado, Israel'. En una reciente visita al Estado hebreo, ella fue celebrada por el primer ministro Benjamin Netanyahu, expresando 'Sabe Usted, todo lo que he hecho es decir la verdad, y es algo abrumador ver la reacción (...) Si hay algo para lo cual no tengo paciencia, son los matones, y Naciones Unidos se ha comportado como uno de ellos ante Israel, solo porque estaba en capacidad de hacerlo'.


Pero, en ocasiones, Haley va demasiado lejos a la hora de 'decir la verdad'. En febrero pasado, ella obstaculizó el nombramiento del ex primer ministro palestino Salam Fayyad, para un puesto diplomático en Naciones Unidas, porque es palestino. En una audiencia del congreso americano, celebrada esta pasada semana, ella fue consultada por esa decisión: '¿Es la postura de esta Administración que su apoyo a Israel y el respaldo para la designación de un individuo calificado, de nacionalidad palestina, para un nombramiento den Naciones Unidas, son mutuamente excluyentes?'. Haley replicó afirmativamente, que la Administración está 'apoyando a Israel' al obstaculizar a cualquier palestino en su intento por alcanzar un puesto de importancia en la ONU, porque Palestina no ha sido reconocida por Washington como Estado independiente.

En numerosos cónclaves en Naciones Unidas, Haley se ha quejado reiteradas veces por cierto sesgo institucional contra Israel, afirmando que 'los días de atropellar a Israel se han terminado', sin siquiera conversar la cuestión del trato que los israelíes obsequian a los palestinos, y que este trato podría, en parte, tener que ver con las críticas lanzadas contra él. La descripción que Haley hace de Israel como 'aliado' es hiperbólica, en tanto ella tiende a hacer a un lado los intereses reales de los Estados Unidos en la región en la que Israel está involucrado. Ella jamás ha desafiado la ocupación israelí de Cisjordania, ni tampoco ha sido crítica con la más reciente ampliación de los asentamientos -los cuales, al menos nominalmente, han acusado el rechazo del Departamento de Estado y de la Casa Blanca.

Inevitablemente, Haley es una funcionaria de línea dura en lo que tiene que ver con Siria, al reflejar el sesgo anti-Israel, y al mostrarse coherentemente hostil hacia Rusia. Ella ha declarado que el cambio de régimen en Damasco es una prioridad de la Administración Trump. Su más reciente exteriorización involucra a la advertencia de la Casa Blanca, al respecto de que ha 'identificado preparativos eventuales para otro ataque con armas químicas por parte del régimen de al-Assad'. En Twitter, Haley elaboró: '(...) eventuales ataques serán adjudicados a Assad, pero también a Rusia y a Irán, que lo respaldan en el asesinato de sus propios conciudadanos'. Previamente, el 12 de abril, después de que Rusia bloqueara una Resolución de Naciones Unidas que buscaba condenar el ataque químico de Khan ShaykhunHaley diría: 'Necesitamos ver que Rusia elige tomar partido con el mundo civilizado, en lugar de hacerlo por el gobierno de Assad, que aterroriza brutalmente a su propio pueblo'.


El análisis de Haley al respecto de quién hace qué, y a quién se lo hace, en Siria, es, al menos, cuestionable. Y su idioma difícilmente exhibe interés en respaldar esfuerzo diplomático alguno de la Administración americana con miras a arreglar términos con los rusos, en tanto también puede verse como peligroso, dado que incrementa las chances de un 'encuentro accidental' en los cielos de Siria, dado que ambas partes han endurecido sus posturas y buscan ampliar las áreas que controlan. La funcionaria también ha dicho que, 'Estamos convocando [a Rusia], [y] no piendo que ninguna acción quede fuera de consideración en este punto. Creo que veremos un liderazgo más firme. Seguiremos viendo que Estados Unidos actuará cuando necesitamos hacerlo'. En relación al rol de Moscú en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, Haley se quejó de que, 'Todo lo que ha hecho [Rusia] es vetar siete veces contra Siria, cada vez que [ese país] hace algo para herir a su propio pueblo. Así es que Rusia no ha hecho nada de lo que se supone debía hacer'.

En relación a Ucrania, Haley ha tomado una postura extrema, la cual garantiza la hostilidad rusa. En febrero, ella se dirigió al Consejo de Seguridad en relación al conflicto de Crimea, el cual no parece comprender demasiado bien. Haley advirtió que las sanciones contra Rusia no se levantarían hasta tanto Moscú no retorne el control de la península a Kiev. El 4 de junio, ella redobló la apuesta, insistiendo en que Estados Unidos mantendría 'a las sanciones en un status de firmeza, en lo que tiene que ver con el asunto de Ucrania'.

Haley también se muestra cada vez más crítica de Irán, país al que ella ve como instigadora de gran parte del desorden en Oriente Medio, nuevamente, echando mano de la perspectiva israelí. Afirmó Haley el 20 de abril, en ocasión de su primera sesión como presidente del Consejo de Seguridad, que Irán y Hezbolá habían 'ejecutado acciones terroristas' durante décadas en el seno de Oriente Medio, ignorando ella el más peligroso respaldo a favor del terrorismo en que se han comprometido los aliados regionales de Estados Unidos, Arabia Saudita y Qatar. La pasada semana, ella afirmó que los elogios del Consejo de Seguridad hacia el Acuerdo Nuclear con Irán honraron a un Estado que se ha involucrado en 'lanzamiento ilícito de misiles', que 'respalda a grupos terroristas' y que 'contrabandea armamento', mientras 'azuza conflictos regionales y los vuelve más difíciles de resolver'. Perspectivas todas que, en su conjunto, pueden ser fácilmente desafiables.

Haley también tiene la costumbre de portar reminiscencias retóricas de George W. Bush en su primer período presidencial. En relación a Corea del Norte, el 16 de mayo, la funcionaria dijo a periodistas que 'Debemos dar un giro y decirle a la comunidad internacional toda: Ustedes, o bien respaldan a Corea del Norte, o bien nos respaldan a nosotros', haciéndose eco de la expresión de George W. Bush: 'Hay un nuevo sheriff en este pueblo y, o bien Ustedes están con nosotros, o contra nosotros'.

Así es que Haley viene a ser el sueño neoconservador para las Naciones Unidas -llena de agresión, recalcitrante simpatizante de Israel, y asertiva en lo que tiene que ver con el derecho preventivo de Washington de fijar estándares al resto del mundo. Todo lo cual no necesariamente la convierte en muy buena para el resto de nosotros, que tendremos que soportar la carga del hubris imperial. Como tampoco es su tendencia de exagerar su caso un plus para la Administración Trump, que claramente está buscando desembarazarse del Russiagate -y que podría estar ponderando cómo establecer alguna suerte de modus vivendi con Vladimir Putin.

Si acaso Donald Trump desea 'drenar la ciénaga' [Drain the Swamp] y reducir la interferencia en otras naciones, entonces perfectamente podría dar inicio a ese programa despidiendo a Nikki Haley. Entonces, podría designar a alguien en Naciones Unidas que verdaderamente estime valioso que Estados Unidos debe lidiar con otras naciones de manera respetuosa, no haciendo constantemente de matón y arrojando amenazas. En la lírica de Gilbert y Sullivan, ella está en mi lista, y 'jamás se la extrañará'.



Artículo original en inglés, en http://www.theamericanconservative.com/articles/why-trumps-un-ambassador-nikki-haley-is-dangerous/

 

Sobre Philip Giraldi

Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.