NARCOTRAFICO Y ADICCIONES: JUAN A. YARIA

Argentina: paternidad y drogas

Crecer parece ser la clave para alcanzar la libertad. Hoy, mi intención es dedicar estas columnas...

18 de Junio de 2017
Hoy, no existen solidez ni peñasco; solo hay arena y viento.

Z. Baumann; 'Sociedad Líquida'

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Crecer parece ser la clave para alcanzar la libertad. Hoy, mi intención es dedicar estas columnas semanales a la paternidad, conforme trabajo a diario con jóvenes que, o bien no han tenido padres, o bien sus progenitores han tenido incontables fallos -ausencias, desapariciones, ingresos a prisión, fueron devaluados por sus respectivas mujeres, etcétera). Hemos tratado también con padres desesperados que, en este momento de expansión narco en los barrios  y de cultura de la aceptación social del consumo, 'padres adoptivos'  observaron atónitos el modo en que sus propios hijos han sido tomados por barras, sectas, grupos de distribución, etcéteras. La voz familiar ha terminado por ser inaudible frente al ruido que siempre genera el vacío. Allí donde abunda el ruido, en rigor abunda el vacío; y -como es sabido- el vacío no se lleva muy bien con el silencio.
 
También están aquellos hijos que jamás han conocido a sus padres, o bien tenían padres que no estaban en capacidad de hacerse cargo de alguien. Lo cierto es que ese hijo cargará con esa cruz toda su vida; se sentirá diferente en la escuela tendrá momentos de profunda tristeza. En los casos de peor pronóstico, el joven habrá de lidiar con la ausencia total de la figura del padre, incluso como figura de inscripción legal del niño. La falta de reconocimiento, en numerosas ocasiones, se transforma en venganza contra terceros -o contra sí mismo.

El padre arriba con distintas modalidades de presentación. Padre 'cuco' (se lo evoca bajo la sentencia que no auspicia buenas noticias: 'Cuando llegue tu padre...'); Papá Noel (el que todo lo compensa con regalos); padre autoritario (maneja y administra billetera y permisos); padre inalcanzable ('No molestes a tu padre'); padre invisible (siempre está trabajando); padre opositor ('No; no, y no'), padre dictador ('Aquí, el que manda soy yo'), padre huésped (en tales casos, la mujer es el origen del problema).

Día del PadreEn rigor, ser compañía del hijo en momentos clave no necesariamente equivale a ser 'amigo' del niño. La asimetría existe porque todo sistema social tiene aspectos asimétricos, que cobran notoriedad en la jerarquía de las funciones y los distintos roles a cumplir. Pero el padre se define por la palabra que transmite, por ser el acompañamiento que esta allí cuando hace falta, por ofrecer esos instantes de silencio que ayudan, por el juicio moral en suspenso en momentos de culpabilidad de los hijos desde el consuelo; etcétera. El verdadero mensaje de los padres está en la vida que ellos han sabido llevar.

El padre también es presentado en la función de tal, que es un deber, un compromiso y lealtad -es un 'partero' hacia la libertad. A algunos niños, su propio padre les fue presentado como un personaje perverso, denigrado o violento. En ocasiones, el hijo se ha convertido en el mensajero de una colisión biológica inconsecuente, fruto de un azar no querido. La recepción sin 'deseo de hijo' a este mundo se ha convertido en un drama para muchos, por cuanto el 'deseo de hijo' resulta crítico a la hora de alcanzar la libertad -máxime cuando desde el padre o la madre late el rechazo.
 
Las enfermedades mentales graves pueden rastrearse en estos padecimientos, allí donde no ha podido realizarse el encuentro vivificante de dos seres adultos que reciben a un tercero (el hijo). Las adicciones como apetito de muerte, las anorexias y bulimias, las depresiones, disociaciones de la personalidad en los jóvenes, emergen de ausencias significativas en el 'deseo de hijo' -fuerza motora principal para que alguien crezca.
 
En el corazón de la madre, late -o no- la figura del padre a presentar; también en el corazón del padre estará -o no- la capacidad para estar y de acompañar a su mujer (madre) y a su hijo. De este choque -que podrá o no ser un 'encuentro' fructífero- surgirán escenarios disímiles. El encuentro es silencio, escucha, orientación, diálogo, límite, acompañamiento. El choque se resume, habitualmente, en abandono y ausencia. El trastorno madurativo o de aprendizaje será un alerta desde la escuela, emergiendo luego los trastornos en la conducta, y así seguirán distintos escenarios de conflicto en donde las drogas y la pérdida de orientación en la realidad consignarán el inicio del camino de autodestrucción.       
 
La paternidad es una función -esto es, algo que necesita cumplirse: un desempeño. Se logra trascender a la paternidad biológica, en donde somos meros 'padrillos'; también trasciende la paternidad legal, donde solo tiene lugar una inscripción en el registro de lo social. Fundamentalmente, se trata de una adopción simbólica, de una transmisión de notas de vida, de inclusión en la vida social. Ser padre se trata de ser 'parteros' para la cultura, logrando trascender a la biología del nacer, para ingresar en el devenir de la independencia (que involucra tener una intimidad y una subjetividad).


La línea de tiempo en la vida familiar
 
Solemos decir que el tránsito registra cuatro momentos vitales: dejar de ser 'hijo de' para ser 'padre de sí mismo', y ser 'padre para otros'. Al final, poder ser 'padre del propio padre', que en su envejecimiento o senilidad se transforma en hijo de su hijo -que habrá de acompañarlo. Esta línea de tiempo es crítica, y resume el paso por la vida: salimos de la cuna, para retornar a ella. Allí, el padre se transforma en un eje ético. Tal como lo refiere el poeta: 'Entre pañales venimos... y entre pañales nos vamos'.
 
La línea de tiempo resume la vida misma, en la independencia para ser personas, salir de la casa y lograr establecer -no sin conflictos- una identidad sexual, vocacional, y en la diferenciación en lo social; aunque para ello es preciso de 'padre de sí mismo', consolidando un proyecto, para llegar a ser, tiempo más tarde, un 'padre para otros'. No obstante, el desamparo habrá de seguirnos durante toda nuestra vida, dado que, en el momento en que nacimos, el amor que nos acogió nos hizo protegernos de la muerte misma; luego, el amparo del hijo hacia su padre será la muestra de las vueltas de la vida. Feliz aquel que pueda lograr completar este círculo. Por algo, Sigmund Freud apuntaba que, desde el desamparo vivido en los primeros momentos de la vida y el amparo ofrecido en reciprocidad, surgen las más altas motivaciones éticas para la Humanidad .
 
Pero no es menos certero afirmar que vivimos hoy en el seno de una sociedad en donde se han diluído certezas; la casa paterna se ha convertido en una ilusión perdida. La caída de ese mundo vertical de orden paternalista nos convoca a un encuentro de mayor profundización con lo humano. Hemos de reencontrar los fundamentos de la Ley en ese encuentro cotidiano. La mesa familiar ya no conserva el prestigio y la continuidad de antes, pero nos corresponde luchar para que la publicidad y sus monigotes televisivos no se propongan como modelos de conducta que, en muchos casos, pregonan la perversión. La autoridad no pasa ya por los viejos, los ancianos. La tecnología de los aparatos bloquea la comunicación en la mesa familiar. Pero, cuidado: nuestros hijos empiezan a sernos indiferentes, y nuestros padres empiezan a mostrarse cada vez más ausentes. El encuentro está en crisis.
 
En su momento Pico della Mirandola oteó una nueva época, que dio en llamarse la era del Renacimiento -a diferencia de la carencia de horizontes de la Edad Media, en la cual todo estaba dado y ya había sido pre-dicho. El Renacimiento, entonces, condujo a la epopeya que convirtió al hombre a ser forjador de su propio destino; así decía della Mirandola: 'La dignidad del hombre consiste en que se encuentra a mitad de camino entre el Cielo y el abismo (...) Tiene que esculpirse, completarse a través de su quehacer'. Y prosigue: '(...) Podrás degenerar a lo inferior, con los brutos (...) Podrás realizarte a la par de lo divino... por tu misma decisión'. Hoy día, precisamos de estos ejemplos, para que el Hombre no termine disolviéndose en una era tecnológica que todo lo resume en aparatos electrónico, aunque también en aparatos de poder político. Bauman (Sociedades Líquidas) así lo avizora y diagnostica. No es posible vivir tantos hijos ausentes... y padres ausentes.


Crecer en el vacío

El hijo cae víctima de la cosificación cuando, para desprendernos del viejo mundo autoritario, recurrimos al shopping como respuesta -el fetichismo de los objetos reemplaza el diálogo. No establecemos principios ni códigos, y confiamos en una escuela que, en rigor, hoy se muestra más inerme que nunca antes. La familia es la que educa -la escuela ya casi no lo hace.

Si -desde nuestro rol de padres- vemos a nuestros hijos como cosas, los tiranos del marketing o los poderes autoritarios terminarán haciéndose cargo de nuestros hijos. Oportuno supo ser Aldous Huxley en su 'Mundo Feliz', fiel reflejo de un conformismo llevado al extremo. 'Cien repeticiones ... tres noches por semana... durante cuatro años... setenta y dos mil cuatrocientas repeticiones crean una Verdad'. Retorna la moda del totalitarismo, con seres vacíos y adormecidos a perpetuidad. Termina sucediendo que la interioridad y el sí mismo quedan a la vera del camino, y terminamos siendo seres moldeados y modelados desde el exterior.

A la hora de reflotar la humanización de la vida, la única salida consiste en reflotar el rol del Padre y el de la familia en general, sin dar mayor importancia a los cambios ni a las modas.


 
Sobre Juan Alberto Yaría

Juan Alberto Yaría es Doctor en Psicología, y Director General en GRADIVA, comunidad terapéutica profesional en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Los artículos del autor en El Ojo Digital, compilados en éste link.