NARCOTRAFICO Y ADICCIONES: JUAN A. YARIA

Epocas de desamor y vacío

No podemos crecer solos; incluso los animales criados en la oscuridad pierden, muy pronto...

20 de May de 2017
(...) Son épocas de 'psicosis social', es decir, sin delirios ni alucinaciones; se manifiesta por una experiencia de ausencia, de vacío existencial, de insustancialidad anónima con drogas o anorexia.

'Clínica del Vacío'; M. Recalcatti

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No podemos crecer solos; incluso los animales criados en la oscuridad pierden, muy pronto, toda posibilidad de desarrollo de conexiones neuronales. No existe sistema nervioso sin medio exterior enriquecido por el amor. El amor es el vehículo del reconocimiento. Sin reconocimiento, no existe crecimiento. El otro y los otros (padres, maestros, tíos, familia en general, sociedad barrial, etc.) nos hacen, desde su deseo y el reconocimiento de nuestra singularidad. Así, nacemos a la vida humana.

Hoy, muchos de nuestros pacientes vivieron y viven entre aparatos, chats, selfies, Instagram; no existen mirada, ni palabras ni Ley que se transmite. Nos parecemos a los animalitos crecidos en la oscuridad. El vacío de reconocimientos y de miradas amorosas y de Ley transmitida se hace padecimiento, y empiezan a aparecer las drogas en escena, con el marco desolador de los narcos copando ese barrio. Mientras tanto, muchos continúan con el aparatito de moda, y los moribundos en las calles son fotografiados como si fueran de otro planeta. Sobran los 'flashes'; faltan palabras y encuentros.

La dolorosa realidad explicita que, en la Ciudad Autónoma de Buenos aires y en la Provincia de Buenos Aires, casi el 70% de los adolescentes consume alcohol; en el Gran Mendoza, la cifra alcanza el 73%. El consumo de marihuana comienza antes de los 14 años, bloqueando las capacidades de aprendizaje, y se esboza como factor de abandono escolar.

Los grandes centros urbanos incuban hoy una cantidad enorme de enfermos crónicos, dado que existe una ley bien conocida para aquellos que trabajamos sobre adicciones: a menor edad de contacto con drogas (el alcohol también lo es), más posibilidades existen de un consumo problemático y crónico.

DesamorLo cual parecería presentarse como un síntoma de situaciones muy serias de ocaso y dimisión de la función de los adultos en la conducción y orientación educativa de los menores. Ello representa un hueco en las funciones normativas y de control: el adolescente parece crecer solo; los padres se quedaron en el 'vestuario' y, entonces, la vida parece ser un juego sin árbitros, en donde el arbitrio como capricho narcisístico es Ley.

Al no haber acompañamiento en el crecimiento de los chicos, surgen lo que denominamos 'dobles protectores'; esto es, distintos 'padrinos'. Estos padrinos están en las esquinas (son los 'transas'); son los patovicas, o los relacionistas públicos del boliche de prestigio.

La función paterna aparece devaluada en nuestra sociedad; entonces, se asimila a una caricatura con roles cómplices o meramente nominales, que portan el nombre de directores, policías, intendentes, jueces, o todos aquellos que están en posición de conductores. Vale preguntarse: qué es lo que verdaderamente conducen cuando, muchas veces, los territorios son dueños del anonimato y hacen caso omiso de marcos legales. La anomia como 'anemia' de valores parece reinar.

Cae el mundo adulto; se desmorona ese orden de palabras, de orientaciones, de negociaciones, encuentros, desencuentros y consensos. Los padres no están, aunque estén. El padre asume hoy el rol de par o de cómplice; es un compañero mimetizado con su hijo. En otros casos, allí donde la situación es más grave, ya parecen estar pero es sólo un agujero, un vacío - o una sombra de lo que deberían ser. Una nada que nada significa ni orienta. 


Cultura del vacío

Hoy, numerosos aspectos de la vida social son descriptos desde la llamada cultura del vacío. Vacío de contenidos, exceso de la imagen y del marketing, en detrimento de la palabra oída, escuchada y del relato asociado a las vivencias que surgen del acompañamiento humano más profundo. Crisis del amor, 'orgasmo' de los impactos imaginarios. Tiempo de la química en detrimento del lenguaje. Paradójicamente, sin palabras oídas y pronunciadas con ternura, no se expanden las capacidades humanas. El cerebro necesita palabras, cultura y apegos fundantes para crecer.

Cuando el cerebro ingresa en etapa de inactividad, se desgasta. Tiene lugar un proceso de desgaste cerebral, cuando no fluye el lenguaje. Es el drama de los niños o viejos solos, en donde el rechazo deteriora la propia sustancia nerviosa. Lo orgánico cerebral espera a la palabra, a los efectos de desplegar sus potencialidades.

Surge, entonces, el vacío de ser. La química en esta sociedad pre-simbólica acompaña a estos déficits. En los adolescentes, esto es letal.


Registros de lo humano

Hay tres registros en lo humano: a) el neurobiológico: entramado de miles de millones de neuronas responsables de nuestra humanización y señal de superación de nuestros anteriores humanoides; b) el registro de la subjetividad, en donde se despliega la singularidad de la persona, y la posibilidad de tener intimidad con libertad para no ser objeto de otros, y, c) el registro familiar, social barrial y cultural: allí donde, desde la proximidad de los vínculos, se generan lazos de vida.

En la cultura del vacío, con la droga y los narcos dominando barrios, todo se altera. En el registro neurobiológico, surge el cerebro automático en detrimento de las áreas más evolucionadas del sistema nervioso. Lo humanoide reemplaza a lo humano. Por el lado de la subjetividad, somos ya objeto manipulable de los otros, con el narco y el dealer como directores de nuestras vidas -el entramado cultural queda arrasado por las cadenas de venta. Ya la escuela desaparece; el estudio es imposible, con sistemas psíquicos alienados por las sustancias desde pequeña edad.


Ejemplos de la vida

Me atormentan los ejemplos de mis pacientes -muchos de ellos que no superan los veinte años de edad. Son acaso ejemplos que pongo a consideración porque, seguramente, no pocos habitan estos mundos oscuros en los que van girando en un vacío sin fin.

Jorge, por ejemplo, me cuenta: 'El barrio cambió... Es un pulpo esto'. Salir a la calle en las afueras del centro de Rosario (Santa Fe), es entrar en contacto con vendedores. En la escuela, se fuma o toma alcohol; surge, así, una disolución del desarrollo adolescente y de los registros culturales. Todos parecen impotentes para establecer límites, esto es, la cara de la Ley (padres, maestros, autoridades).

Mientras avanza la enfermedad, en sus 15 años, Jorge comienza a trabajar en un búnker de drogas (espacio de 1x1 oscuro en donde los consumidores van a comprar). El pago es con droga. Lo humanoide ya reina. Llegamos a conocerlo, tras la titánica tarea llevada a cabo por los padres: éstos buscaban el apoyo de los jueces, para rescatar a este niño-joven para la libertad. ¿Que ha quedado de él? Daño cerebral, con una conducta típica de un simio violento y hostil.

Poco a poco, Jorge se va humanizando; su madre lo atempera cuando en la visita lo acaricia en la nuca mientras devora una docena de medialunas. Uno se percata de que, a los efectos de establecer una relación, ese vínculo oral-alimenticio resultaba fundamental y, al mismo tiempo, como expresión de ternura. Todas las mañanas recibo a Jorge en mi consultorio, y desayuno con él con dos medialunas como vínculo; así, empezamos a zurcir historias y sentidos que han servido para llenar su vacío de ser. Un año y medio de socialización en la comunidad terapéutica fueron su rescate y, por supuesto, sin consumir droga alguna, por vía de una psicoterapia intensiva. Jorge ha sobrevivido a circuitos de daño social y de disolución de todas las categorías de Ley y de desarrollo posible.

La cultura del vacío parece dejar en el camino a miles y miles de jóvenes y adultos enmarcados en la sociedad del impacto imaginario y del declive de la palabra y los sentidos éticos.

Se asiste a épocas de desamor. Con drogas, ese cóctel parece ser letal.

 
Sobre Juan Alberto Yaría

Juan Alberto Yaría es Doctor en Psicología, y Director General en GRADIVA, comunidad terapéutica profesional en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Los artículos del autor en El Ojo Digital, compilados en éste link.