SOCIEDAD: SERGIO J. NERGUIZIAN

Un hilo de Ariadna para el enigma argentino

'Mariano Moreno creyó demasiado, más de lo que prudentemente se debe creer...

29 de Abril de 2017
'Mariano Moreno creyó demasiado, más de lo que prudentemente se debe creer, en el poder y eficacia de la ley (...) Si la felicidad de las naciones dependiera de la sabiduría de las leyes, muchas desgracias se habría ahorrado la humanidad y la Argentina, particularmente, no habría atravesado períodos luctuosos ni sufrido graves caídas después de dictar su carta fundamental. La ley no vive por sí, y su eficacia es nula cuando los usos, las costumbres, los anhelos, las tendencias, la capacidad, el carácter, el grado de cultura y demás condiciones de una nación, no le dan la fuerza necesaria para vivir'. (1)

En las últimas décadas del que alguien denominó 'estúpido siglo XIX' (2), se consolida un novedoso fenómeno sociopolítico: el Estado-nación. Vaciado en un molde que, por original, no registra antecedentes inmediatos, la organización humana se estructura en torno a la idea de Estado como 'personificación jurídica de la Nación', la Nación entendida como 'un plebiscito que se vota todos los días' y la persona como sujeto protegido 'por el estatuto de derechos fundamentales'. Entre nosotros, la clase intelectual se hace eco del debate que agita a Europa y, tímidamente al principio, decididamente poco después, habrá de preguntarse:¿somos Nación? Es fácil adivinar que la respuesta requiere definir previamente el concepto de Nación, a los efectos de indagar luego si sus rasgos esenciales caben en la realidad argentina. La etapa final del periplo se propone explicar (es decir, fundar científicamente) el raro fenómeno de la frustración de nuestra realización nacional (allí donde 'realización' implica alcanzar la materialización de las aptitudes que nuestras ventajas relativas parecen prometernos).

Perón y el peronismoUna conferencia de Ernest Renán abre la discusión: Renán había dictado en La Sorbona el 11 de marzo de 1882 una conferencia de vasta repercusión ('Qu´est´ce qu´une nation'), donde defendía la tesis de que un país 'no es la simple adición de los individuos que lo componen; es un alma, una conciencia, una persona, una resultante viviente... Dos cosas constituyen este alma... Una se halla en el pasado; la otra, en el presente. La posesión común de un legado de recuerdos y el consentimiento actual... Ella supone el deseo claramente expresado de continuar la vida en común'. (3)

La definición parecía relegar a un segundo plano el rol de los elementos materiales (territorio, población, recursos naturales) para poner el acento en un cierto 'estado de los espíritus' dispuestos a aceptar un conjunto de aspiraciones esenciales del sujeto colectivo sociedad.

Allí dónde se ha pensado en la Argentina, aparece en la superficie -o en el vago trasfondo- el dilema del concepto de nación. Así, cuando Yrigoyen firma el 4 de octubre de 1917 el Decreto que declara al 12 de Octubre Fiesta Nacional, expresa -en un estilo altisonante y vehemente-: 'La España descubridora y conquistadora volcó sobre el continente enigmático el magnífico valor de sus guerreros, el ardor de sus exploradores, la fe de sus sacerdotes, el preceptismo de sus sabios, la labor de sus menestrales, y derramó sus virtudes sobre la inmensa heredad que integra la nación americana... Un homenaje a España, progenitora de naciones a las cuales ha dado con la levadura de su sangre y la armonía de su lengua una herencia inmortal'(4). La idea de una tradición común aparecerá más de una vez en la discusión del tema, ya que se la entenderá como amalgama de los elementos dispersos y anarquizantes propios de una comunidad aluvional como la argentina.

Hacia la misma época, desde las élites intelectuales se encienden luces de alarma frente al extranjero. Su presencia creciente es interpretada como una amenaza al proceso de consolidación nacional: 'Se pretende que somos un país de inmigración, que nuestra fisonomía se está formando y que cuando se haya plasmado del todo, plasmadas estará también las derivaciones subsiguientes y concordantes; pero apresurémonos a reparar que, si somos en la actualidad un país de inmigración, lo seremos con mayor motivo en el futuro, lo que prolongaría indefinidametne el problema'. (5)

Sesenta años antes, Sarmiento -en su Facundo- creerá haber hallado la clave que explica la opción trágica del país: civilizacion o barbarie. Tesis que, al plantear el dilema entre cultura urbana y cultura de la campaña, promoverá otros planteos binarios que serán marca argentina: federales/unitarios, porteños/provincianos, oligarquía/chusma radical, peronistas/antiperonistas. Retomada la cuestión recientemente, se ha dicho con propiedad que, hacia fines del siglo XIX, la discusión en torno del proyecto de nación toma envergadura notable: 'Es la época en que el Estado argentino va a asumir, mediante el monopolio de la educación común y el adoctrinamiento escolar, la función de productor de nación. Pero, si la Argentina se acerca en este aspecto al modelo de otros países, el proceso que se refiere a la construcción de lazos simbólicos de la nación reviste caracteres específicos, pues se presenta como una consecuencia del impacto que tuvo el proceso inmigratorio en la sociedad argentina. La implantación de toda una liturgia patriótica en la enseñanza primaria, destinada a crear un sentimiento de pertenencia nacional, remitirá la historicidad de la nación argentina a los albores de la independencia nacional, y se presentará, por ello, anterior al aluvión inmigratorio' (6).

La visión de la Nación como el campo de batalla donde se libra un enfrentamiento ideológico adhiere a la tesis binaria desde otra perspectiva. En este caso, enfrentamiento ideológico parece insinuar que se está frente a una colisión de intereses, ya sea de actores de la macroeconomía, como también entre el capital y el trabajo. Hacia 1958, el desarrollismo planteaba: 'La convergencia del radicalismo intransigente y del peronismo -que, en términos sociales, era la convergencia de la clase media y la clase obrera- representaba también el núcleo de la alianza que era necesario promover' (7). Es decir que el concepto de nación, actualizado a las coordenadas de tiempo y lugar del momento, se realizaba en tanto concluyera una alianza de clases determinada. Tras los liderazgos de Yrigoyen y Perón, el proyecto se proponía emancipar a la Argentina 'de su deficiencia nacional, convirtiéndola en una sociedad industrial cuyo crecimiento no fuera el privilegio de una región, sino una matriz que se proopagara a todo el territorio del país, integrándolo física y culturalmente' (7 bis). La idea de que la consumación del destino nacional requería de la puesta en marcha de un plan de industrialización hacía pivotear la cuestión en torno a un planteo que renovaba el asunto. Los sectores afines al campo, el comercio exterior y las finanzas -que, en 1880 habían consolidado el Estado Nacional- eran ahora presentados como una propuesta agotada y sin tareas nacionales pendientes de cristalización.

Una década atrás, el justicialismo en el ejercicio del Gobierno se propuso igualmente la refundación de la Nación. El eje alrededor del cual se ordenaría la nueva etapa giraba en torno al concepto de justicia social. Es decir que la Nación Argentina, al promover a la clase obrera como nuevo actor en el escenario político, lo hacía a través de un instrumento, el Movimiento Nacional Justicialista -que escapaba al modelo de partido político instalado hasta entonces: 'Es un movimiento nacional: esa ha sido la concepción básica. No somos, repito, un partido político; somos un movimiento y, como tal, no representamos intereses sectarios ni partidarios; representamos sólo los intereses nacionales. Esa es nuestra orientación' (8). Del ideario liberal se aceptó el principio de que las leyes –el marco jurídico total—podían determinar la realidad, siguiendo una tradición que desde las jornadas de Mayo había signado buena parte de los logros y los fracasos institucionales del país en ciernes. La nueva nación requería de una nueva Constitución: la de 1949 sería la de la Nueva Argentina. Se disponía de un programa y de una doctrina: 'Ese programa y esa doctrina actualmente en acción por voluntad popular, deben ser desarrollados y consolidados en los fundamentos básicos de la Nación misma, para estabilizarlos y darles carácter de permanencia' (9). En la nueva Carta Magna, el rediseño de la Nación se sostenía en un modelo de protección de los sectores vulnerables de la sociedad (los derechos especiales del Artículo 37: trabajadores, familia, ancianidad) y el sometimiento del concepto de propiedad privada a las regulaciones impuestas por su 'función social' (Artículo 39: 'El capital debe estar al servicio del la economía nacional y tener como principal objeto el bienestar social'). A los elementos tipificantes de lo nacional aceptados hasta entonces (pasado común, unidad en el presente y proyección al mañana), el peronismo añadía el siempre impreciso concepto de justicia social. Es decir que la Nacion implicaba un régimen equitativo de calidad de vida; una cualidad del objeto redefinido que pasaba ahora por la realización de un determinado programa de gobierno en un marco institucional liderado por un Estado regulador, y un instrumento de vehiculización del proyecto que en tanto no partidario (el Movimiento) rompía el paradigma legado por el pasado.

La corriente de pensamiento nacionalista se plantea, asimismo, la cuestión desde una perspectiva propia. Los elementos constitutivos esenciales de una nación estarían dados y consolidados entre nosotros. Todo el problema consiste en evitar la agresión de aquellos factores que buscan su debilitamiento o que la ponen en riesgo. Nuevamente, emerge la amenaza del extranjero y lo extranjero: 'La República Argentina abrió con generosidad sus puertas a los emigrantes de todos los países... Tal política (...), que ha convertido a Buenos Aires y a una extensa zona del Litoral en una región políglota y hetereogénea, verdadera Babel caótica del punto de vista étnico, no ha fomentado la formación de una unidad espiritual y, por lo tanto, de un alma argentina propia. Esa alma surgirá y vibrará potente sólo cuando el Nacionalismo forje la unidad moral y orgánica de todas las fuerzas sociales amalgamadas en un sólo espíritu' (10).

En el seno del pensamiento liberal, el concepto de nación aparece ligado al de república. En toda época en que se ha manifestado, con variantes obvias de contexto espacio-temporal, la fusión instrumental de ambos vocablos es su sello distintivo. La idea de nación resulta incompleta; entonces, sin la vigencia de un sistema que garantice, según reza un folleto de la época, el imperio 'del individualismo y de la libre iniciativa, convencidos de que únicamente en el hombre reside la auténtica fuerza generadora del progreso, sin desconocer asimismo que las sociedades, al evolucionar al unísono con la naturaleza, exigen la hetereogeneidad coordinada que emerge de la cultura, conciliando social y biológicametne al individuo con el todo'.

La consideración de que la idea de nación requería la inclusión de los elementos definitorios de la república, resultó insuficiente como idea fuerza de la elite liberal a la hora de controlar las esquirlas generadas por el estallido de la llamada cuestión social en las primeras décadas del siglo pasado. Un fenómeno derivado de la tensión instalada lo constituyó la generación de los liberales reformistas. Y, aún en 1910, año que constituiría un pico de tensiones y conflictos sociales, el Diputado Adrián Escobar no dudaba en afirmar en el Congreso que, 'Ser una gran nación equivale a tener planteada la cuestión social'. Esta percepción de la importancia de estos cambios sociales y de las necesarias respuestas que debían darse desde el gobierno se vio fortalecida por una similar evolución en la percepción de la política del período: los reclamos de reforma del sistema político y de las prácticas cívicas que surgieron después del noventa convergieron con las demandas de reforma social que se intensificaron a partir del cambio de siglo. (11)

Cuarenta años después, la irrupción del peronismo fue interpretada como una amenaza por la mayoría de los intelectuales de clara filiación liberal con presencia y trascendencia en los círculos académicos: 'Una vez más, la posición de los escritores frente al peronismo había que buscarla en los signos y guiños que los lectores de la época podían fácilmente descifrar (...) Diatribas contra el revisionismo, el clericalismo, el avance del intervencionismo estatal y en los artículos sobre las efemérides de la tradición liberal argentina o en aquellos que discutían el régimen político ideal' (12). Así planteada la cuestión, la nación era un contrato colectivo entre personas, entes inconfundibles y únicos que ejercen su cualidad en tanto rehúsan integrar la masa y la obediencia servil al caudillo. A los elementos materiales del concepto de nación (territorio, población, recursos, tradición), se le suma -como esencial- la vigencia de un sistema de garantías como el contenido en la parte dogmática de la Constitución de 1853. La idea de república, como articulación de un sistema de valores en torno al estatuto de la persona, opera explicando y justificando el fenómeno de la nación como evidencia real.

Cada concepción de nación y de lo nacional se corresponde con una visión del mundo. El debate y la confrontación -intelectual algunas veces, sangrienta otras- escribe nuestra historia, desde la hora primera.

La aprehensión de la idea de nación argentina implica la misma complejidad que plantea resolver un denso misterio y similar riesgo de extravío.

Ariadna recurrió a un cordel para que Teseo, llegado al centro del Laberinto, acabara con la violencia bestial, y se asegurase el regreso.

Entre nosotros, el dios del enigma del fracaso argentino sigue reclamando, todavía, su ofrenda ritual de estupor y desilusión. 
 
 
Referencias
 
(1) Norberto Piñero, citado en José  M. Ramos Mejía, Las Multitudes Argentinas - Ed. G. Kraft,1952,pag.29.
(2) La calificación pertenece al escritor francés León Daudet, desarrollada en su libro El Estúpido Siglo XIX. Informe sobre las insensateces homicidas que se han abatido sobre Francia desde 130 años atrás (1789-1910)
(3) Oscar Terán, Vida Intelectual en el Buenos Aires Fin-de-Siglo (1880-1910), Fondo de Cultura Económica,2008,pag.59.
(4) Alejandro Cattaruzza, Los Usos del Pasado. Ed. Sudamericana,2007,pag. 62
(5) Belisario Roldán, Discursos | Ed. Estrada,1951,pag 297
(6) Maristella Svampa, El Dilema Argentino: Civilización o Barbarie, Ed. El Cielo por Asalto,1994,pag.87
(7) Carlos Altamirano, Bajo el Signo de las Masas (1943-1973),Ed. Emecé,2007,pag.84.
(8) Juan D. Perón, Exposición ante los representantes del peronismo a la Convención Constituyente, La Nación del 12 de Enero de 1949.
(9) De un discurso de Perón, citado en Altamirano, pag.47.
(10) Carlos Ibarguren, La Inquietud de Esta Hora y Otros Escritos, Ed. Dictio,pag. 1975,pag. 111. Este otro párrafo es, asimismo, ilustrativo: Fue dura, terrriblemente dura la heroica lucha de la primera generación argentina de 1810 para engendrar una nación. Antes de adoptar instituciones, Ella procuró conquistar, con la espada y a costa de su sangre, la emancipación de los pueblos americanos (misma fuente,pag.105).
(11) Eduardo A. Zimmermann, Los Liberales Reformistas. La Cuestión Social en la Argentina; 1890-1916,Ed.Sudamericana,1995,pag. 14
(12) Flavia Fiorucci, Intelectuales y Peronismo. 1945-1955. Ed. Biblos,2011, pag.153.

 
Sobre Sergio Julio Nerguizian

De profesión Abogado, Sergio Julio Nerguizian oficia de colaborador en El Ojo Digital (Argentina) y otros medios del país. En su rol de columnista en la sección Política, explora la historia de las ideologías en la Argentina y el eventual fracaso de éstas. Sus columnas pueden accederse en éste link.