NARCOTRAFICO Y ADICCIONES: JUAN A. YARIA

Argentina: la Era del Vacío y el 'Lejano Oeste'

Por un momento, volví a recordar a recordar las películas de mi infancia...

09 de Abril de 2017
'(...) Buscado: se paga 700 mil pesos por quien de datos del comisario fugado de Pergamino'

Diario La Opinión; edición del 6 de abril de 2017

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Por un momento, recoré las películas de mi infancia sobre las andanzas de Alan Ladd o Gary Cooper. En su rol de justicieros, estos rastreaban a delincuentes peligrosos -exhibiéndose sus retratos en los comercios con la respectiva recompensa. En esta oportunidad, el 'buscado' resulta ser el comisario del puebo. Fruto todo ello de una comisaria incendiada en donde, precisamente, pierden la vida en su mayoría adictos en contacto con el narco-menudeo, pero poseedores de ingentes cantidades de información. Se asiste, entonces, a un default humanístico en acto. El que debería ser un modelo social termina siendo el rostro del antimodelo. Al mismo tiempo, en el barrio porteño de Villa Urquiza, se descubre -en una escuela en refacción- un búnker de venta de drogas. En simultáneo, recorrer las calles de Pergamino le recuerda a uno mejores momentos de la infancia, mezclados con el ácido sabor de la actualidad.
 
Cierto es que, si cae la noción de autoridad, todo cae. El sistema social se respalda, precisamente, en jerarquías donde la noción de Ley se encarna en ciertos representantes (maestros, policías, jueces, padres). Si los adultos desertamos de la transmisión de valores, el vacío se enseñorea. En tal contexto, la epidemia de consumo de sustancias crece ya que, si fracasan los modelos, todo está permitido; la noción acerca de aquello que hace bien o hace mal se desdibuja.

 
¿Cómo tratar el dolor humano?
 
Allí, en el centro de la provincia interior de Buenos Aires, me llaman a una supervisión veinte profesionales jóvenes que comienzan a asistir a adictos, en centros públicos y privados. La mañana es intensa. Todos comienzan a percatarse de que los consumidores son distintos a 'nosotros' quienes, en nuestro rol de neuróticos, tocamos el timbre de un consultorio para que alguien contenga nuestros malestares. Los individuos dependientes de sustancias, mientras tanto, aman aquello que los destruye. Sufren por sus dolencias pero, paradójicamente, la protegen. La droga llena cualquier vacío; ese vacío es un agujero sin fondo, sintiéndose ellos una suerte de 'nada'. Son también la caricatura de un contexto 'discepoliano social' -su misma caricatura.

Soledad, Tratamiento de adiccionesTratar implica, para estos jóvenes terapeutas, un enorme ejercicio de empatía y paciencia. Los adictos no son ya delincuentes, pero venden para saciar su abstinencia. Les explico, con afecto, que son distintos a aquellos que portan otros padecimientos. Están en la calle llevando a cuestas su riesgo para sí y para terceros. Motorizados, dormidos, excitados, desconfiados y paranoicos. Están ahí ante nosotros, acaso buscando algún tipo de ayuda que jamás debe ser complicidad para con su consumo; antes bien, debe cobrar forma de acompañamiento lento o veloz para dejar de consumir. Recién en esa instancia, podrán ver qué les sucede -además de drogarse. Ellos lloran su vacío, pero no pueden dejar de hacerlo. Se sienten parte de un negocio, del cual son los nuevos esclavos. Les digo a los terapeutas que nuestra tarea nuestra es lograr que puedan escapar de lo que, para ellos, parece ser una fuga imposible.

En las sesiones, se me relata que quienes asisten a un boliche, encuentran drogas y beben. Quien está en la bolsa también lo hace -creyendo estar más ágil y lúcido para la compra-venta. Lo propio sucede con el taxista  o remisero que la 'necesita'; con el cirujano o el anestesista (ambos experimentan para, supuestamente, rendir más); el joven en la esquina que espera por la moto del delivery de sustancias; el cocinero del restaurante, el recolector de basura; el abogado penalista, que recibe drogas como pago. La alegría, la diversión, el trabajo y el ocio nada significan sin ese polvo blanco que circula en todo ámbito.

Todos ellos, en el proceso, ejercitan el abandono de personas de su círculo: se abandonan hijos, se intercambian mujeres fieles por relaciones frágiles. Caen las finanzas -en muchos casos, empresas enteras. 'No es otra cosa que una enfermedad de pérdidas', le transmito a mis alumnos del interior provincial. El vacío del cual se intenta huir anuncia la nada que se avecina, tal como me refería aquel paciente: 'Somos un pedazo de Nada'.


La recuperación del sentido de la vida

Hoy resulta más difícil recuperarse, porque el vacío llena los consultorios y las comunidades terapéuticas junto a la nada y el nihilismo como compañera inseparable. Es lo que sucede con el adulto que intenta completar sus 'grietas' con juegos y drogas, o con el joven que, desde su intemperie de contactos y contención, también se 'llena' con alcohol y pastillas o estimulantes de todo tipo. Todo sirve para huir de ese vacío que convoca desde la angustia y la nada de sentido, contorneada por una acuciante soledad de vínculos. Colección de sedantes, narcóticos, energizantes pero fundamentalmente 'quitapenas'. Problema: en su propio uso y abuso, estas sustancias imponen sus leyes dentro del cerebro, en ese maravilloso universo químico y eléctrico que somos.

A mayor uso, mientras tanto, se registrará una mayor dependencia y, ya doblegada nuestra voluntad (situación clave en la adicción), las drogas químicas o de conducta como el juego, el sexo y las compras, actúan dirigiendo enteramente nuestras acciones. Llega a su fin la 'luna de miel' que otrora nos permitía decir 'las uso cuando quiero' y, entonces, liquidados en nuestro libre albedrio, da inicio la fase de la esclavitud en el consumo.

Una vez esclavizados y dependientes ese vacío, sobreviene la abstinencia. La falta de sustancias u objetos inaugura un apetito voraz por poseerlos. A eso se le denomina 'craving' (anhelo ansioso). Instante en donde el paciente es perfectamente capaz de ingresar a una villa o asentamiento de emergencia para contar con su cuota de estimulación, poniendo en franco riesgo su vida. O bien puede dirigirse hacia una sala de juegos, portando el título de propiedad de su automóvil para convertirlo en dinero fresco. La tarjeta de crédito también puede ser la compañera silenciosa de la avidez en un shopping.

El abandono de sí que inaugura toda dependencia va necesariamente adherido a un abandono de todas las personas que nos rodean (hijos, mujer, etcétera). El objeto adictivo siempre exhibe un carácter imperial en su dominio. El vacío, entonces, retorna desde la abstinencia; de no existir terapia o catarsis, la historia personal puede culminar en su verdadera cara, esto es, la nada -o la muerte misma.

Encontrarle un sentido a la vida es la forma de transformar la nada en proyecto y, de esta manera, poder convertirse en una persona libre. El dicho popular lo recuerda, cuando nos dice que la tarea es 'un hijo, un libro, un árbol plantadoá. 

 
Sentido de la vida y nihilismo

El filósofo Mandrioni, en su libro Sobre el Amor y el Poder, reflexiona sobre este estado de situación. A tal efecto, refiere: '(...) El grado de poder ser produce la mayor o menor victoria lograda sobre la nada'; y agrega: 'Todo ser tiene el poder de obrar y causar por el hecho de ser'.

En la medida que somos, se registra una victoria sobre la nada. En Mandrioni, la nada es 'el posible vacío o ausencia que implicaría el no dar a luz del ser'; '(...) 'El "poder de ser" expresa el primer salto cualitativo por el que se cancela definitivamente la esencial debilidad de la nada'. Junto con el 'poder de ser', 'es también preciso nombrar el poder que tiene todo ser' 'de poder' (...) es decir, de obrar y causar por el hecho de ser'.   

Entiéndase: obras. Ortega y Gasset supo apuntar que era pleno aquel que, en la vida, encontraba proyecto, misión y vocación. Somos eso y, debido a ello, Ortega definía al ser humano como futuro, es decir, como lanzados hacia una meta o un horizonte. Quien encuentra una misión en la vida y una vocación está llamado a ser; llamado a desarrollarse como persona y como ciudadano.

Solo el hombre tiene ese poder de ser; en el dominio de lo infrahumano, solo hay energías. Pero este 'poder de ser', obrar y causar y hacerse cargo de aquello que se hace desde un hijo hasta cualquier empresa humana, solo es posible desde que el hombre puede acceder a ser sí-mismo. Ingresamos, de esta manera, en el territorio de la libertad que se une con la asunción hospitalaria de los otros en mí. Gabriel Marcel diría que somos en la medida en que estamos disponibles y abiertos. El verdadero poder se encontraría, pues, en el acceder a nuestro sí-mismo; caen, así, los velos del Ego y sus compañeros: los fetiches e idolatrías.
 

Elogio de la Nada

Los conceptos aquí referidos parecerían anticuados, pero es lícito rescatarlos, a raíz de que la postmodernidad inaugura el elogio del vacío como forma de existir. En tal sentido, Alan Touraine lo apunta en su libro '¿Podremos Vivir Juntos?': '(...) El elogio del vacío y el debilitamiento de las normas nos deja a la intemperie en el mundo actual'. Surge, así, la denominada Era del Vacío, que va unida a la devaluación de la transmisión de la palabra, al desmoronamiento de la letra como lectura y reflexión, y a la entronización de la imagen como ejes fundamentales de la vida. La apariencia aparece como lo central.

Recuerdo la anécdota que solía relatar Facundo Cabral a José Luis Borges, en relación al cambio que había registrado su adolescencia (en el encuentro con el sacerdote jesuita Simón). Cabral se encaminaba hacia la autodestrucción, por vía de incipientes trastornos de conducta; Simón le obsequia letras de alfabeto talladas en madera, arrojándolas sobre la mesa, y afirma: allí está la salvación. Desde entonces, Cabral toma contacto con autores universales y su vacío se llena con letras, palabras, leyes de la existencia. El cantautor tuerce su rumbo, transformándose en uno de los poetas populares más significativos, hasta el momento de su muerte.

A su debido tiempo, Moisés eliminó el vacío de ser cuando, desde el Monte Sinaí, hace públicas las Tablas -instancia en la que su pueblo adoraba a becerros de oro, no demasiado diferentes de las adicciones de hoy. El Libro de la Ley es plenitud ante la falta y la ausencia. 

Touraine supo explicitar que, si nos esforzamos en adorar el vacío, quedamos 'a la intemperie'. Como esa infinidad de 'nadies' pobres y ricos, que vagan por las ciudades buscando su dosis de sustancias o de objetos. Esos que apuestan a la magia efímera de la apuesta, o que intentan adquirir una alucinación de manos del 'dealer' o la 'transa'. Esta devaluación -lo mismo que la denigración de la letra y la palabra- se une a una idolatría de la libertad que, en rigor, solo es libertad de maniobra. 

Friedrich Nietzsche también dio cátedra: '(...) No te pregunto de qué eres libre; te pregunto para qué eres libre'.  El 'para qué', en muchos de nosotros, parece haberse extraviado. No existe pregunta -tema fundamental en nuestras vidas ya que, si no nos interrogamos, no pensamos. La pregunta por la libertad que plantea Nietzsche es interrogarnos por el motivo que nos lleva a hacer lo que hacemos. Cuando no hacemos una pausa, todo acontece demasiado rápido y no existe pensamiento. Así es como extraviamos nuestra subjetividad y, también, nuestra libertad. 

De esta manera, la velocidad que suplanta al pensamiento nos torna más manipulables. Somos dirigidos -ya no podemos dirigir nuestras vidas.

En Nietzche, la Voluntad de Poder parece ser el fundamento último de la realidad, y el resto se subordina a ella. En Fiodor Dostoievski (Leyenda del Gran Inquisidor), el Amor es contrario al Poder. 

Ahora podremos afirmar -siguiendo a Mandrioni- que, a través del predominio casi exclusivo del Hombre Técnico, el Poder toma posición contra el Amor. Los 'fetiches imaginarios' toman el lugar prevalente en las relaciones humanas (drogas, relaciones furtivas y poco comprometidas, juego, ascenso social a cualquier costo, el delito como forma de adquirir más fetiches, los hijos como objeto, rehenes o vividos con indiferencia, etcétera).  

Muere, pues, el Amor. Y, con ello, toda corriente de hospitalidad y de acogida del Otro. El narcisismo se enseñorea al lado de la Voluntad de poder, centrada ésta en el espíritu tecnológico y comunicacional.

El Espíritu técnico culmina en una hegemonía de las tecnocracias, de los tecnócratas y del marketing con sus múltiples formatos de escaparate publicitario y góndolas de las buenas noticias. Formatos que terminan transformándose en modelos de vida y de usos.
 

La hora del 'Hombre Técnico'

El filósofo argentino Mandrioni cifra al hombre actual como un símbolo paradigmático del mundo tecnológico, esto es, la vida centrada en la técnica. Modo en que surgía (en conformidad con sus propios conceptos y los de otros filósofos de corriente existencialista), el 'Hombre Técnico”. Existencias en donde el vacío bordea la nada, con el eje regenteado por la angustia -caractér central del modelo social de hoy. Es que este hombre de hoy, según Mandrioni, vive en un triple olvido: a) del misterio; b) de la culpa; c) de la muerte.

El olvido del misterio lo lleva a identificar el todo de la realidad con aquella porción visible, calculable y manejable de la realidad. A su vez, el olvido de la muerte le permite arrojarse al torbellino de los negocios y concebir lo 'perecedero como lo más serio de la existencia'. El olvido de la culpa 'le vela la razón última de la condición humana'; momento en que emerge la variable de la responsabilidad, la Ley y la falta.

El desconocimiento de la palabra como mensajera de los otros en nuestras vidas es central en este tipo de hombre centrado en la técnica; el ídolo y los fetiches son los que transforman el vacío-agujero con muletas imaginarias, necesarias frente a la zozobra del vivir (drogas, juego, pornografía). El narcisismo y sus emblemas son el refugio del 'Hombre Técnico'.
 
A través de las drogas, la persona interrumpe el contacto con otros y con el Otro (lugar del Lenguaje). El Otro deja ya de ser la referencia, y ese lugar referencial es ocupado por el Ego -que, por propia naturaleza, excluye lo Otro. Es el Todo del lenguaje. Es el Único. Las drogas nos hacen creer que es posible vivir sin testigos. Sería válido, en este punto, insertar el pensamiento de Jean Paul Sartre: '(...) Sin testigos, nos evaporamos'
 
Las drogas se colocan en el lugar de la inmediatez; cuando la vida, en rigor, es mediación a través de los otros y el Lenguaje. Así, la persona se queda sin descubrir la realidad. El descubrimiento de la realidad implica la caída del Ego, que es la salida hacia lo que Ortega llama el proyecto, la misión y la vocación en lo humano. Esta confrontación con el sí-mismo, según Mandrioni, necesita para efectivizarse (siguiendo a los griegos) una Metanoia o Conversión que, siguiendo el pensamiento del filósofo, sería un cambio en la mente y en el corazón.


Manipulados
 
La caída de la palabra en nuestro escenario social y la entronización de la imagen con las distintas manipulaciones del marketing comercial, político, y de la opinión pública van generando un conjunto de seres humanos atados estrictamente al presente. Miramos más hacia afuera como estuviéramos en una suerte de centro comercial con diversas góndolas que monopolizan nuestros sentidos. Nos quedamos sin poder mirar hacia adentro. Lo que miramos ya nos dirige. Pasamos, entonces, a carecer de convicciones firmes y, de allí, a la maleabilidad.

Existen distintos escenarios que se dan junto a esta devaluación de los valores y de las palabras, como es la vigencia de la cultura dineraria. Terreno en el cual la moneda ocupa un lugar central, desplazando otros vínculos. De igual manera, el culto al presente y el olvido del futuro guarda estrecha relación con los vínculos afectivos. Estos se tornan frágiles y etéreos, con miedo irracional al compromiso y que, a la postre, termina conduciendo a la generación de multitudes de hijos solos, madres solas y hombres solos. Todos ellos, tanto apenados como profundamente resentidos.

Las recurrentes depresiones con escapes hacia el alcohol; los trastornos de conducta, que ganan empuje por vía de la búsqueda de estimulantes variados; las distintas 'aceleraciones' de la vida que conducen al estrés -todos ellos necesitan el encuentro con la palabra, esto es, con una pausa que ayude a Pensar. Esta salida puede ser un terapeuta, una comunidad terapéutica, un religioso -como en el caso de Cabral-, un amor que nos convoque a algo diferente, o una causa humana que nos alimente. Pero la salida siempre es el Otro -u otros a quienes podamos escuchar y de quienes podamos aprender. Se inaugurará, de esta manera, una era que destierre al individuo centrado exclusivamente en el presente; una era que prometa un Futuro.

 
Sobre Juan Alberto Yaría

Juan Alberto Yaría es Doctor en Psicología, y Director General en GRADIVA, comunidad terapéutica profesional en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Los artículos del autor en El Ojo Digital, compilados en éste link.