NARCOTRAFICO & ADICCIONES: JUAN A. YARIA

Argentina: la virgen desnuda de Itatí

la localidad de Itatí ha cambiado; hoy, es frontera narco. Al igual que municipios aledaños, se exhibe...

26 de Febrero de 2017
la localidad de Itatí ha cambiado; hoy, es frontera narco. Al igual que municipios aledaños, se exhibe como escudo político para el ingreso fluvial de narcóticos hacia la Provincia de Corrientes. La leyenda nos enseña, en conformidad con la tradición jesuita -ahora olvidada-que, por esas aguas, los conquistadores se retiraron y los nativos se salvaron, ya que se abrió el paso del arroyo (símil a lo narrado en la Biblia por Moisés); de esa manera, los rebeldes perdieron la batalla. La Virgen era la garantía de la liberación de un pueblo. Por estas horas, aquellas aguas son la garantía de esclavitud y delito. Se contabiliza a familias enteras del poder involcuradas en el narcotráfico, procurándose la asistencia de soldaditos especialistas en narcomenudeo -el empleo escasea, siendo jóvenes el grueso de los habitantes de la localidad. Con temor, el vicario de Itatí se atrevió a declarar: 'Ganaron ellos las elecciones, o sea, los traficantes' (...) 'Nada menos que aquí, en el pueblo de la Virgen' (...) 'En este negociado, o estás de acuerdo, o te despachan'.

En Itatí, gana empuje el Estado Fallido -esto es, un sistema en donde las instituciones han quedado en manos de mafias, o del crimen organizado en general. Y de allí nadie puede escapar.

Itatí, CorrientesLa Ley ha cambiado de manos: el dominio del grupo delictivo está ahora en control. Por fortuna, la justicia ha intervenido, promoviendo a la restauración institucional. La totalidad de los narcos y el crimen organizado ansían, en general, hacerse del poder político -como en su oportunidad lo intentara Pablo Escobar en Colombia). La complicidad y el silencio se exhiben en todo su alcance en las aduanas y pasos fronterizos; máximas en el catálogo de las mafias.

La realidad se ha visto modificada; la tierra otrora santificada por el milagro de la liberación es hoy territorio ocupado por los distribuidores de drogas, sazonado el escenario por planes sociales y por las leyes no escritas del terror y el homicidio como solución para los problemas.

En mi consulta -conforme hemos venido apuntando desde este espacio-, intervenimos ante casos graves de adicción, ayudando a personas que merodean en cercanías del precipicio -'fase terminal', en la teoría. En tal fase, el paciente se ha convertido ya en un mano de obra del narcomenudeo. En esos casos: a) el cerebro ha retrocedido a funciones primitivas, y opera con un automatismo solo apto para consumir; las funciones superiores de razonamiento y de noción de las consecuencias de los actos ha sido abolida; b) el dinero no alcanza; c) la persona está lista para acercarse a la cadena final de la distribución; trabaja para ganarse la dosis o un dinero que le permite solventar la dosis. Estos individuos ofician de 'delivery': hacen trabajos de corrupción a autoridades llevando el dinero, entregan documentos a otra banda, hacen 'inteligencia' sobre los competidores, o bien custodian instalaciones.

En definitiva, en esta etapa, los individuos son ya material reciclable y multiuso de las organizaciones dedicadas al tráfico. Para estos espectros, la vida del individuo carece de valor alguno -pues son los primeros en caer. De igual manera, son los primeros a ser ejecutados por la propia organización para la que trabajan, de no poder probarse su lealtad.

En Moreno (puntualmente, el barrio La Perla), hace pocos días fueron ejecutados tres miembros de una organización de narcomenudeo. Las víctimas cayeron bajo las balas de otra banda, conforme aquéllas habían relatado la locación por la cual bajaba un cargamento de drogas. En efecto, el hombre pierde su dimensión sagrada al dedicar su existencia al tráfico; su existencia queda reducida a ser usado o descartado. Con el narcotráfico, se derrumba toda filosofía que percibe al hombre como eje de la existencia, y como sagrado para otros hombres. Una vez domado desde pequeño; a los 12 años, da inicio el consumo con la 'chala' o el 'porro', celebración difundida alegremente incluso por ciertos grandes personeros de los Derechos del Niño. Consorcio detectable en el seno de esa progresía decadente que nos ha infiltrado desde hace ya años. Y tal es el extendido lamento del Padre Ortega -vicario de Itatí-: la probada caída de la noción que reza que el hombre es sagrado para el hombre.


La matanza cotidiana

Muchos, en nuestro país, se preguntan por el sentido del esfuerzo. ¿Para qué esforzarse o dedicarse a algo más que al acto del consumo? En esos individuos, el cerebro superior ha dejado ya de funcionar; el individuo se devora a sí mismo. La compulsión adquiere un rango de insaciabilidad, arrastrando a todo el universo social y cultural de una persona. El individuo se degrada, devalúa y se abandona a sí mismo, entregándose a una indigencia afectiva, ética y espiritual: solo le queda el recurso de la alucinación por intermedio de las drogas. Vivir, aunque más no sea por dos horas, en ese mundo alucinatorio -para después volver a reiniciar el ciclo.

No hay fuga posible en ese mundo que describimos; la persona desaparece, progresivamente. En tal escenario, solo existen desaparecidos sin nombre, en donde cada cual se relaciona con una masa de 'nadies'. Y tienen un solo factor común, a saber, que todos van a desaparecer. Al no interrumpirse el consumo, ése mismo consumo los devora. Pero lo cierto es que ya no pueden solos: necesitarán de un equipo terapéutico. Tómese nota: la mayor victoria del mundo de las drogas sobre el individuo es que le hace se sentir al consumidor que ha sido derrotado sin más; que es un condenado sin escapatoria posible; el sistema nervioso, ya 'domado', es aliado del consumo. Hace pocos días, un paciente me compartía una frase contundente: 'Soy un espectador de mi propia muerte'; el mismo describía su cuarto, lleno de sustancias. Su nariz, ávida de ese polvo blanco.


La vía de la salvación: la función paterna

El lamento de Jesucristo en el Gólgota (temática retomada luego por la psicología y el psicoanálisis) sirve como vía de salida: 'Padre... ¿Por qué me has abandonado?'. Emerge allí la función paterna como una vía de ascetismo y purificación. Se trata de un factor clave, en instancias en que el grueso de nuestros pacientes revela la caída del apoyo paterno y los perjuicios de la creciente desfamiliarización.

En tal sentido, recuerdo la anécdota de un paciente que, al intimar con una mafia (sus necesidades adictivas eran de orden imperativo), los cabecillas comienzan a compartirle los secretos de la organización (el bautismo o rito de iniciación). Túneles, lugares protegidos, personas de influencia y aliados, los corrompidos y sus cuotas, etcétera. En este subcapítulo, el individuo comienza a temer por su vida, por cuanto no existe escapatoria posible al comenzar a formar parte del núcleo-comando de la organización.

El paciente de referencia va a ser padre, y reflexiona -en un destello de lucidez- qué tipo de vida habrá de compartirle a su propio hijo. Acto seguido, se comunica con su padre, alejado de él desde hace ya años. El padre toma nota del llamado, atendiendo al pedido de salvación. Mientras tanto, el paciente llora ante el Jefe de la organización; le relata que tiene entre manos un serio problema familiar, y que debe viajar a la Capital con su mujer. El cabecilla le otorga el ansiado permiso, no sin antes mirarlo inquisitivamente. Al darse vuelta, el paciente evaluó que sería ejecutado -al día de hoy, esa terrible alternativa aún lo acosa. Ahora mismo, en el seno de una comunidad terapéutica, ha logrado reconstituír la trilogía base de la cultura: abuelo-padre-hijo. Ha comenzado a transitar por el sendero de una verdadera rehabilitación. Al cierre, otro paciente me relataba: 'Entre la mafia y la dependencia de las drogas, hay una similitud: de ambas, sentís que no podés salir'. 

La Función Paterna también es el Estado, con su diversidad de organizaciones y división de Poderes. En la sociedad, emulan aquella función las organizaciones civiles u ONGs, las iglesias, las escuelas que transmiten valores de vida. En definitiva, una sociedad que ayude a crecer y no a morir.

Frente a Itatí como ciudad narco, habremos de erigir Ciudades Preventivas.

Edgar Morin supo decir que, hoy, la verdadera revolución es resistirse a la barbarie y a la muerte. 

 
Sobre Juan Alberto Yaría

Juan Alberto Yaría es Doctor en Psicología, y Director General en GRADIVA, comunidad terapéutica profesional en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Los artículos del autor en El Ojo Digital, compilados en éste link.