INTERNACIONALES: PHILIP GIRALDI

¿Más que ver con Rusia que con Flynn?

La filtración ha reducido las opciones de Trump para lidiar con Putin.

17 de Febrero de 2017

El relato acerca de la renuncia del Consejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn, es algo así como ir pelando las distintas cáscaras de una cebolla, con cada cáscara revelando algo nuevo. En lo personal, me deleito con la partida de Flynn, debido a su deseo -claramente expresado- de confrontar a Irán, y debido a su imprecisa caracterización del Islam. Pero la partida de Flynn, sin lugar a dudas, será explotada por muchos, para justificar el incremento de la hostilidad hacia Rusia -que no se ve justificada ni por las circunstancias ni por los intereses de largo plazo de los Estados Unidos.

Irónicamente, ni siquiera estoy seguro de si Flynn en realidad estaba en la misma página que su jefe, en lo que hace a las relaciones diplomáticas con Moscú. El ex consejero consideraba a Rusia como uno de un número de Estados que representaría un útil aliado en la guerra global contra el 'terrorismo radical islámico'. Pero, al mismo tiempo, Flynn había estado poniendo el foco en un escenario post-ISIS, en la cual un alineamiento transnacional de Irán, Rusia, China y otros Estados, en conjunto, daría lugar a una gigantesca conspiración para desafiar la supremacía militar estadounidense y, a la postre, destruir a los Estados Unidos.

Vladimir PutinExisten porciones del relato de Flynn que, sencillamente, carecen de sentido. ¿Cómo es que un experimentado oficial de inteligencia podría no saber, de manera instintiva, que un llamado telefónico de larga distancia entre un hombre que se relaja en un resort de playa en la República Dominicana y el embajador ruso en Washington sería interceptado por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA)? Y, en tal conocimiento, ¿por qué alguien mentiría sobre ello, aún si incluyera algún tipo de conversación relativa al actual round de sanciones contra Rusia, material bastante poco sensacional cuando todo ya se ha dicho y hecho? Ciertamente, Flynn llevó a cabo una serie de otras conversaciones con oficiales de inteligencia extranjeros previo a la asunción de Trump, incluyendo con oficiales de Israel y, con toda probabilidad, de Gran Bretaña, sin que se le imputara escándalo alguno, aún cuando las charlas casi seguramente han incluído referencias a temas de importancia. La diferencia es, claramente, el involucramiento de Rusia.

La motivación para la filtración de la aparente transcripción del llamado telefónico (o un resumen de la misma) a los medios, es un factor que ha de considerarse. Existen -más o menos- cuatro teorías que sobrevuelan en relación a lo que sucedió, y a los motivos. En primer lugar, que los autores fueron rencorosos miembros de la comunidad de inteligencia (IC) que quisieron devolver a Trump el golpe, tras los duros comentarios que éste hizo sobre aquéllos. Segundo, que fue una victoria para los neoconservadores, que aspiran a contar con un consejero de seguridad nacional que abiertamente busque emplear el poder militar en todo el globo. Tercero, que se trató de miembros honorables de la IC actuando como informantes, a los efectos de exponer la ilegalidad y la potencial extorsión de Flynn discutiendo política exterior con un diplomático extranjero, previo a que él llegara a ocupar su despacho. Cuarto, que la maniobra fue perpetrada por allegados a Obama, y que buscaban venganza.

Por mi parte, no creo en ninguna de aquéllas explicaciones. En este caso, la filtración provino de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) o, probablemente, de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) -o de las tres-, con el propósito de hacer caer a una figura política clave, a la postre, provocando un daño a la nueva Casa Blanca e influenciando la formulación de la política exterior. Asimismo, la iniciativa parece haber involucrado a múltiples filtradores, de acuerdo al sitio web The Intercept. Y eso va más allá del accionar vengativo, de la exposición de ilegalidad, de la preocupación en torno del chantaje, o de propiciar un cambio de monturas. Esta filtración comportó implicaciones específicas en relación a políticas de Estado.

Lo cual conduce a la posibilidad de que el relato sobre Flynn, en rigor, haya tenido poco o nada que ver con él en lo personal, ni con el hecho de haberse comportado con indiscreción. El cómo se desarrolló la maniobra y el sitio hacia donde conduce podría, en realidad, tener mucho más que ver con la política rusa hacia los Estados Unidos. El derribar a Flynn -cuya perspectiva real de la política exterior vis-à-vis Irán y Rusia se encuentran íntimamente vinculadas con aquellas de los neoconservadores y de muchos en el congreso y los medios de comunicación, difícilmente pareciera ser un objetivo potable, pero el hecho es que su comportamiento irascible lo ha convertido en blanco útil para desacreditar a la totalidad del proyecto Trump. Ahora que ha sido despedido, tras tomar contacto con un ciudadano ruso, Flynn es el palo que será utilizado para golpear a Vladimir Putin.

Todo aquel con algo de presencia y voz en los Estados Unidos de hoy, se apura a demonizar a Rusia, aún cuando Moscú fue un jugador bastante pasivo en lo que sucedió y en los hechos posteriores. La narrativa que reza que Moscú influenció de alguna manera el resultado de las recientes presidenciales americanas no ha terminado de diluírse, siendo fogoneado mayormente por la furia exhibida por el Partido Demócrata tras el resultado, y sin que se haya compartido evidencia sólida con la cual respaldar las afirmaciones sobre la interferencia de Putin. Algunos senadores, incluyendo a John McCain y Lindsey Graham, han venido preparándose desde siempre para responder dramáticamente a las iniciativas rusas. Y los medios se han encolumnado detrás de una oleada anti-Putin, desde los combates en Georgia de 2008.

Mucho de lo que ahora está teniendo lugar está alimentando un cambio de percepciones en Washington. Rusia ya no es vista como un adversario o un competidor, pero sí como un enemigo. Esto ha quedado expuesto en la insistencia en castigar a Moscú -durante la campaña de Hillary Clinton-, y resuena en el grueso de la cobertura que los medios de comunicación tradicionales hacen de cualquier tipo de noticia que tenga que ver con Rusia.

Algunos sugieren que la comunidad de inteligencia también se ha acoplado a este sentir, aunque eso suele ser atribuído a un deseo para contar con mayores presupuestos y a más apuestas en Washington. Pero, a partir de mis recientes encuentros con oficiales de inteligencia de la actual generación, me siento compelido a creer en algo más bien distinto, a saber, que muchas personas en la IC han comenzado a creer que Rusia es la mayor y más activa amenaza contra los Estados Unidos, tal como en las viejas épocas de la Unión Soviética. Asumo que han llegado a tal conclusión a partir del entendimiento que poseen sobre los prolegómenos de Siria y Ucrania pero, no obstante, me cuesta comprender cómo han adoptado tales puntos de vista, dadas las limitaciones reales del poderío ruso. Cualquiera sea la razón, los oficiales de inteligencia creen apasionadamente en su rusofobia, y he descubierto que discutir con aquellos que denotan una fijación con Moscú cuales fons et origo del caos global es algo fútil.

En mi modo de ver, esto vuelve más peligrosos a los oficiales que compartieron las transcripciones telefónicas; más peligrosos aún que los filtradores convencionales motivados por algún resquemor personal o deseo para enderezar aquello que está mal. Mucho me temo que el espectro actual de escépticos sobre Rusia harán lo que sea necesario para obstaculizar cualquier maniobra que busque un acercamiento entre Washington y Moscú. El exponer un llamado telefónico -altamente clasificado SIGINT [N. del T.: Inteligencia de Señales, SIGnals INTelligence]- de un alto funcionario estadounidense que aún no llegaba a su despacho, bien podría ser descripto como una iniciativa extrema.

De tal suerte que parece ser que la destrucción de Flynn ha contado con un número de filtradores oriundos de la totalidad de la comunidad de inteligencia, y ello podría ser parte de un esfuerzo coordinado para reducir las opciones de la Casa Blanca de Trump a la hora de lidiar con Rusia. Muchos en Washington no desean una relación confortable de trabajo con Putin, a pesar del hecho de que un reinicio de las relaciones con Moscú debería ser la prioridad número uno en materia de seguridad nacional. Ya existen múltiples investigaciones sobre Rusia en el congreso -hoy en marcha, y se piden muchas más-, pero la explotación de un Flynn vulnerable bien podría ser ponderada como proporcionar la mejor oportunidad para hacer algo verdaderamente perjudicial, previo a que se logre cualquier cambio en el norte de la política exterior.



Artículo original en inglés, en http://www.theamericanconservative.com/articles/more-about-russia-and-less-about-flynn/ | Traducido y republicado con permiso del autor y de The American Conservative magazine (Estados Unidos); tradujo: @MatiasERuiz

 

Sobre Philip Giraldi

Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.