ESTADOS UNIDOS: PHILIP GIRALDI

El Pentágono contraataca

A comienzos de este año, Seymour Hersh, reconocido periodista-investigador...

09 de Febrero de 2016

A comienzos de este año, Seymour Hersh, reconocido periodista-investigador, publicó un intrigante artículo sobre la política del gobierno de los Estados Unidos hacia los crecientes conflictos en Siria e Irak. 'Military to Military', que apareciera en el London Review of Books, sostiene que los analistas de inteligencia del Pentágono habían, desde 2013, venido llevando a cabo consultas contrarias a la política de la Casa Blanca de remover al presidente sirio Basher al-Assad, argumentando que ello crearía un vacío de poder en el país que, inevitablemente, sería explotado por grupos como ISIS. Los analistas citaron los ejemplos de Saddam Hussein en Irak y de Muammar Gaddafi en Libia, como escenarios en donde las cosas salen mal. También refirieron que la proposición de armar a un grupo de rebeldes 'moderados' para derribar al gobierno de Damasco era un delirio porque incluso los moderados se 'acomodaban' con grupos radicales.

El Estado Mayor Conjunto también observó que los rebeldes más extremistas estaban recibiendo armamento de parte de aliados irresponsables, incluyendo Arabia Saudita, Qatar y Turquía, que explotaban la crisis para propio provecho, en pos de sus agendas de visión cortoplacista. Aquéllos atribuyeron la obsesión de la Casa Blanca con al-Assad a una mentalidad del estilo 'Guerra Fría', nacida de la premisa de que Siria es un Estado cliente de Rusia, que continúa siendo percibida como el principal desafío a la hegemonía global de los Estados Unidos. No es una visión con la que el Pentágono adhiere, a raíz de que se trata de una situación que comporta amenazas mucho más complejas en el corazón del mundo árabe, y que tiene poco o nada que ver con la rivalidad entre grandes potencias.

Obama y el Estado Mayor Conjunto de EEUUDe acuerdo a Hersh, luego de ser ignorado por la Casa Blanca, el Departamento de Defensa comenzó a replicar tras bambalinas, a criterio de minar la política de la Administración Obama sobre al-Assad, compartiendo información de inteligencia con un número de enlaces extranjeros a los servicios -incluyéndose a Rusia, Alemania e Israel-; información que se sabía sería filtrada al gobierno sirio. El 'filtrado' de información de inteligencia dio comienzo en el verano de 2013 y prosiguió hasta 2015, cuando la intención de fortalecer la capacidad de Damasco para resistir a las fuerzas de oposición, más particularmente ante el frente al-Nusra e ISIS. La información que se compartía era considerada como intercambios 'de militar a militar', y ni la Casa Blanca ni el Departamento de Estado recibían detalles sobre la maniobra.

Conforme Estados Unidos estaba, en simultáneo, armando y entrenando a las llamadas fuerzas 'moderadas' de oposición, el eventual respaldo a al-Assad sugiere que Washington se había involucrado con ambas partes del conflicto, lo cual es, más que probablemente, un análisis adecuado. Uno anticipa cierta falta de coherencia en la política exterior que emana de la Casa Blanca de Barack Obama, pero lo que resulta particularmente perturbador es la sugerencia al estilo 'Siete Días de Mayo' al respecto de que el Pentágono estaba llevando a cabo su propia política exterior, de manera inconstitucional, sin el consentimiento del liderazgo civil de la nación.

Para cerciorarse, se ha sabido de comentarios cercanos al descontento de parte del Pentágono, que podría haber sugerido que algo no estaba del todo bien. Los ex Secretarios de Defensa Leon Panetta y Robert Gates, en sus respectivas memorias, se han quejado de que el proceso de la seguridad nacional estaba siendo recurrentemente microadministrado por la Casa Blanca, la cual, sin embargo, se mostraba incapaz para ejercitar un liderazgo efectivo a la hora de determinar prioridades.

El Secretario de Defensa Chuck Hagel renunció hacia fines de 2014 debido a que -según se dijo- se había mostrado desconcertado ante la falta de claridad que emergía de la Casa Blanca. De acuerdo a informes, Hagel objetó la usurpación del proceso de toma de decisiones en materia de políticas de seguridad, de parte del cada vez más secreto Consejo Nacional de Seguridad (National Security Council, NSC) que, hasta el momento, había estado compartiendo decisiones con el Departamento de Defensa. Hagel también se había mostrado en profundo desacuerdo con la Consejera de Seguridad Nacional, Susan Rice, en lo que hace a contradicciones en la política contra ISIS, argumentando que un programa correctamente articulado haría frente a la amenaza del terrorismo como un asunto regional antes que como problemáticas que se mostraban disímiles en Irak y Siria; y esto era esencial. También cuestionó la falta de políticas claras hacia el gobierno de Siria. A Hagel, un condecorado oficial y veterano de Vietnam, eventualmente le fue pedida la renuncia, y fue reemplazado por el no-veterano Ash Carter. Carter se cuidó de no 'hacer olas', enfocando la agenda en asuntos como la igualdad de género en las fuerzas armadas.

El artículo de Hersh solo recibió una limitada serie de críticas, la mayoría de ellas despectivas, probablemente porque un Pentágono rebelde es la peor pesadilla para cualquier establishment político y periodístico. Y, para asegurarse, se supo de cuestionamientos a los 'hechos', así como también sobre las afirmaciones vertidas en su trabajo, aún cuando la tesis central de éste jamás fue refutada. A fuer de ser justos, Sy Hersh sin lugar a dudas cuenta con fuentes de alto nivel en el Pentágono, y ha sido meticuloso al momento de revisar, pero siempre existe la posibilidad de que alguna fuente embelleciera demasiado el relato, o bien su propio involucramiento en el mismo.

Viene a cuento, dado que hace poco he tenido una serie de discusiones cándidas con dos miembros actuales del Consejo de Nacional de Seguridad -cuyas identidades deberán permanecer anónimas. El primero de ellos -a mi entender- compartió un dato de alto vuelo, al apuntar que el presidente Obama, al igual que Bill Clinton, se muestra sobradamente indiferente ante los informes de inteligencia. Rara vez lee los resúmenes que le son presentados cada mañana, y prefiere tomar decisiones basándose en sus propios instintos, y respaldándose en los comentarios de sus asesores.

El segundo funcionario, quien se desempeña en el NSC desde la llegada de Obama a la Oficina Oval, explicó la visión mundial del presidente. Dijo esta fuente que Obama había sido convencido por sus tres asesores más cercanos sobre política exterior -Rice, Valerie Jarrett y Samantha Power- sobre que la prioridad fundamental de la política americana debería ser la 'responsabilidad de proteger' (responsibility to protect), o R2P, conforme suele abreviarse. Describió, por ejemplo, cómo el equipo Obama ve el genocidio ruandés de 1994, en el cual al menos medio millón -mayormente, de la tribu tutsi- fallecieron mientras el mundo asistía como mudo testigo, en una suerte de equivalente al modo en el cual los neoconservadores evalúan el Holocausto, llevándolos a actuar como si siempre fuera Munich en 1938. Las intervenciones tanto en Libia como en Siria pueden explicarse en estos términos: una apuesta para impedir la carnicería masiva de civiles, sin preocupación particular por lo que suceda después, y sin importar las consecuencias estratégicas del escenario. Si Obama está de acuerdo -por principios- en mantener un número sustancial de tropas estadounidenses en Afganistán después de 2017, el razonamiento y las eventuales consecuencias serán las mismas.

Dado el prejuicio fundacional de la Casa Blanca, esto es, de proteger civiles como prioridad principal, se vuelve sencillo comprender por qué Basher al-Assad es visto como el problema fundamental en el fandango sirio. Al-Assad -suele aceptarse comúnmente- ha asesinado a más sirios que los rebeldes, lo cual lo convierte en el enemigo central. El detalle ignorado en este cálculo es que el interés actual de los Estados Unidos en el conflicto -para ponerlo en términos sencillos- es que ISIS y el frente al-Nusra están en condiciones de amenazar directamente a EE.UU., mientras que al-Assad no puede hacerlo.

Esta falta deliberada de predisposición de parte de la Casa Blanca, a la hora de discernir una simple verdad sobre el conflicto, ha sido apuntada recientemente por un número cada vez mayor de periodistas, e incluso políticos. La legisladora Tulsi Gabbard y el senador por el Estado de Virginia, Dick Black -ambos veteranos de guerra- han desafiado públicamente las implicaciones de la actual política exterior de Estados Unidos.

La inclinación de la Casa Blanca a responder a las inquietudes de genocidio como motor principal de su política fue notoria en la intervención en Libia, durante 2011. El periodista-investigador Gareth Porter describió la forma en que la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA) estudió el escenario libio, concluyendo que la probabilidad de ocurrencia de asesinatos masivos si Gaddafi era mantenido en el poder solo se basaba en 'argumentos especulativos'. Correctamente, advirtió que ningún interés real de los Estados Unidos recibiría respuesta con una intervención, lo cual solo abriría las puertas para una toma del gobierno por parte de extremistas.

Porter incluso rememora cómo, en un perturbador paralelo con los últimos desarrollos en Siria, la Casa Blanca aprobó un plan para cooperar con los intentos del gobierno qatarí de armar a los rebeldes libios. Washington prontó descubrió que las armas llegaban, en su mayoría, a grupos radicales, como los afiliados a al-Qaeda.

De acuerdo a Porter, el Comando Africano de Estados Unidos (AFRICOM) insistió incluso previo al inicio de los bombardeos, conviniendo un cese del fuego directamente con Gaddafi, lo cual le hubiese permitido abandonar el poder y entregar lo que quedaba de su Administración a su ejército, lo cual hubiese evitado una toma de poder por los fundamentalistas. Bajo Hillary Clinton, el Departamento de Estado rehusó considerar esa opción. Cuando se informó que Gaddafi había sido asesinado, ella rió y dijo: 'Llegamos, revisamos, y él murió'.

El historial de la paupérrima política exterior de la Casa Blanca -acostumbrada a agregar error al error ya existente- lo retrotrae todo a los inicios del presente texto. ¿Acaso Sy Hersh acierta al momento de describir un contraataque del Pentágono contra las políticas de la Administración? Y, de ser así, ¿qué significa ésto, en términos del control civil de las fuerzas armadas? Conforme lo observaron Hersh y Porter, la actividad llevada adelante por los generales no modificó las políticas en un ápice -y uno podría imaginar que ello remitiría a un oficial que pondría en juego su carrera, al involucrarse en actividad que, con toda probabilidad, no tendría impacto comprobable.

Sospecho que aquí hay más que un toque de hipérbole, en el relato de los generales que se involucran en el desatino de torcer el accionar de la Casa Blanca, a lo cual agregaría que la rebelión de los Jefes del Estado Mayor Conjunto, si sucedió conforme fuera descrito por Hersh, es poco más que una exhibición de petulancia. Aunque, y sin embargo, es interesante notar la profundidad de la molestia entre los profesionales del gobierno con las políticas de la Administración -de marcha y contramarcha en el Medio Oriente. También sería importante reconocer que el proceso burocrático de orden colaborativo que alguna vez generó la política exterior, ha sido abandonado bajo los Obamas y, uno podría apuntar -a modo de paréntesis- que Hillary Clinton fue partícupe necesaria de la nueva realidad tanto en Libia como de Siria. Más recientemente, ella convocó a la constitución de una zona de restricción aérea (no-fly zone) para Sikria, que bien podría conducir al derribo de aeronaves rusas. Me pregunto: ¿qué pensarán los Jefes del Estado Mayor Conjunto sobre eso?


Artículo original en inglés, en http://www.theamericanconservative.com/articles/the-pentagon-fights-back/ | Traducido y republicado con permiso del autor y de The American Conservative (Estados Unidos)

 

Sobre Philip Giraldi

Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.