INTERNACIONALES: HELLE C. DALE

Escalofriante relato sobre el brutal régimen de Vladimir Putin

A cualquier persona que alguna vez tuvo dudas respecto de la naturaleza brutal...

03 de Febrero de 2016

A cualquier persona que alguna vez tuvo dudas respecto de la naturaleza brutal del régimen ruso, le alcanzaría con una tarde de lectura del recientemente publicado informe británico de la muerte del desertor ruso y espía, Alexander Litvinenko. El episodio debería interpretarse como un temible recordatorio de la brutalidad oculta detrás del régimen de Putin.

Litvinenko desertó hacia Gran Bretaña en el año 2000, luego de convertirse en informante y duro crítico del sistema ruso, y de sus servicios de seguridad. Eligió un camino peligroso pero fundado en principios contra la guerra en Chechenia, y se convirtió en amigo muy cercano del hombre de negocios ruso Boris Berezovsky, a quien alguna vez él mismo le fue ordenado asesinar -orden que rechazó. Berezovsky sería asesinado luego, en 2013.

Vladimir PutinYa en Londres, Litvinenko prosiguió con sus actividades, volviéndose cercano a -entre otros- el famoso disidente ruso Vladimir Bukovsky, quien fuera autor de numerosas revelaciones o exposés sobre el criminalmente corrupto sistema vigente en el país.

El 1ero de noviembre de 2006, Litvinenko fue envenenado con una dosis letal del elemento radioactivo Polonio-210, que fuera depositado en su taza de té -en un hotel en Londres- por agentes del FSB ruso (Servicio de Seguridad Federal). Litvinenko falleció veintitrés días más tarde.

El trabajo intitulado 'Averiguaciones sobre Litvinenko: Informe sobre el Deceso de Alexander Litvinenko' fue presentado ante la Cámara de los Comunes por el presidente de la comisión investigadora, Sir Robert Owen, ex asistente del forense en el caso de referencia. El gobierno británico no tuvo, precisamente, mayor apuro para motorizar la investigación. Esta se aceleró tras una presentación judicial de la viuda de Litvinenko, Marina, a los efectos de profundizar las averiguaciones. El informe consta de 365 páginas; es perturbador, bizarro, y su narrativa es poderosamente atractiva.

Lo que cosechó atención de parte de los titulares fue la conclusión de Owen, en tanto la persona detrás del homicidio de Litvinenko no fue otro que el presidente ruso Vladimir Putin -quien supo ser superior de Litvinenko en la ex KGB.

'No tengo dudas de ningún tipo, al respecto de que éste fue un acto llevado a cabo por los servicios secretos rusos', declaró Litvinenko ante un entrevistador, en su lecho de muerte en un hospital londinense. 'Conociendo el sistema como lo conozco, sé que la orden para ejecutar una muerte de un ciudadano que se encuentra en otro país, especialmente si tiene algo que ver con Gran Bretaña, solo pudo provenir de una persona'.

'Esa persona es el presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin'.

Owen respalda la conclusión de que el asesinato pudo haber tenido lugar solo con el conocimiento y la aprobación de Putin, involucrando un homicidio en una capital extranjera, con el empleo de un peculiar Aleksandr Litvinenkoveneno radioactivo que normalmente está fuera del alcance incluso del FSB.

La ausencia de escrúpulos del régimen ruso no representa sorpresa; sin embargo, las noticias que lo involucran no dejan de ser impactantes. Igualmente impactante es que los funcionarios estadounidenses cuyas opiniones son citadas en el informe británico, están convencidos de que Putin sabía del homicidio.

A pesar de ello, la Administración Obama prosigue en sus intentos por acomodarse a los intereses de Rusia, en una instancia en que una política exterior más asertiva se vuelve claramente necesaria.


Artículo original en inglés, en http://dailysignal.com/2016/02/01/a-chilling-account-of-vladimir-putins-brutal-regime/

 

Sobre Helle C. Dale

Es Analista Senior en estudios de Diplomacia Pública, para la Fundación Heritage (Washington, D.C.). Desarrolla trabajos relacionados con instituciones y programas del gobierno estadounidense que hacen a la relación con terceros países y diplomacia tradicional, y elementos críticos en la guerra de ideas contra el extremismo violento. Previamente, se desempeñó como Editora en el periódico The Washington Times.