ESTADOS UNIDOS: PHILIP GIRALDI

EE.UU.: la verdad sobre Jonathan Pollard

Jonathan Pollard, ex analista de inteligencia de la armada estadounidense...

09 de Diciembre de 2015

Jonathan Pollard, ex analista de inteligencia de la armada estadounidense quien se declarara culpable de espiar para el Estado de Israel, fue liberado de prisión bajo palabra el 20 de noviembre próximo-pasado, tras completar una sentencia de treinta años. Pollard, quizás un caso único entre sus compañeros de celda, abandonó la penitenciaría federal donde se encontraba en Carolina del Norte y se trasladó a Nueva York, en donde lo esperaban un departamento en Manhattan y un empleo como inversor en un banco no identificado. Pollard se reunió con su segunda esposa, Esther, una ciudadana israelí a quien había conocido -y con la que contrajo nupcias- en su tiempo como recluso. Conforme lo compartido por algunas fuentes, probablemente Pollard tenga una cuenta con algo más de un millón de dólares esperándolo en alguna parte, fuera de los Estados Unidos -lo cual remitiría a ganancias acumuladas y debidamente depositadas para él por el Mossad (servicio de inteligencia de Israel), a criterio de compensarlo por su arresto y por el tiempo que debió permanecer en prisión. Anne, primera esposa de Pollard -quien también fuera sentenciada y luego cumpliría su condena- ha demandado al gobierno israelí, a criterio de obtener una compensación por el dolor y sufrimiento por ella padecidos, ahora que su ex esposo finalmente ha sido liberado.

Pollard está en libertad bajo palabra, y le ha sido exigido portar una tobillera electrónica para el monitoreo de sus movimientos, lo cual fue pensado para impedir que huya hacia Israel. El mencionado no podrá abandonar los Estados Unidos por un lapso de cinco años, aún cuando ya la ha sido otorgada la ciudadanía israelí por parte de la Knesset (el parlamento de Israel) y sin importar que una calle y un edificio en Jerusalén ahora llevan su nombre. El primer ministro Benjamín Netanyahu ha declarado un feriado especial en su honor, y no hay dudas de que habrá manifestaciones en su nombre, conforme es considerado un héroe por la mayoría de los israelíes.

De acuerdo a algunos informes, a Pollard le fue ofrecido renunciar a su ciudadanía estadounidense. Dos legisladores por Nueva York, Jerrold Nadler y Eliot Engel, así como también el gobierno israelí de Netanyahu han exigido al presidente Barack Obama que a Pollard le sea permitido emigrar a Israel en lo inmediato, pero no existen indicios de que el Departamento de Justicia se muestre de acuerdo. El Pentágono y la comunidad de inteligencia, según se informa, han interpuesto ruidosas objeciones, ante el riesgo que Pollard representa; se tienen en consideración su consabida memoria fotográfica y su capacidad para dotar de contexto a la documentación por él robada.

Jonathan Pollard, manifestación de israelíesDado que he seguido de cerca el Caso Pollard durante algunos años, cuidadosamente me ocupé de leer muchos de los artículos periodísticos sobre su libertad bajo palabra y salida de prisión. La mayoría de aquellos artículos no tenían información de primera mano, pero cierto número de lo allí expresado se enfocó en los puntos clave del relato, a saber, que Pollard estaba espiando para un 'aliado', que su sentencia era desproporcionadamente dura, que el antisemitismo bien pudo haber desempeñado un rol en su sentencia, y que la información robada solo se refería a enemigos del Estado de Israel. En definitiva, Pollard era una buena persona que solo trabajaba para un Israel compungido, obteniendo información de inteligencia que era retenida por el gobierno estadounidense y que, al ser capturado, fue reprendido con mayor severidad que la empleada para lidiar con otros espías.

En tanto mucha de la narrativa promocionada por los medios masivos de comunicación se muestra completamente falsa -e incluso abundante en hipocresía-, es importante corregir los datos, a criterio de demostrar qué era exactamente Pollard, y la magnitud del daño por él provocado. Aquellos que exigen la libertad de Pollard -y la cesación de su libertad bajo palabra-, tanto en Israel como entre los amigos de Israel en los EE.UU., deberían atender al ejemplo de cómo el Estado de Israel ha tratado en su oportunidad a Mordechai Vanunu, personaje que revelara la existencia del arsenal nuclear israelí en 1986. Vanunu fue drogado y luego secuestrado, sentenciado en un juicio secreto, y debió pasar 18 años en prisión -11 de los cuales transcurrieron en confinamiento en solitario. Desde su liberación en 2004, no se le ha permitido abandonar Israel, ni hablar con periodistas. Y fue puesto bajo arresto nuevamente, en un número de oportunidades.

Es difícil echar mano de la ética al tratarse de espionaje, pero los amigos de Pollard simulan que el espionaje por él ejecutado fue llevado a cabo para asistir en la defensa de un aliado pequeño y vulnerable. No existe evidencia de que Pollard veía el asunto en esos términos, y la investigación del Pentágono concluyó que su única motivación era el dinero. Según se ha informado, Pollard solo quería hacerse rico, y previo a acercarse a los israelíes, ofreció comerciar su información a otros países, entre ellos Paquistán y la Sudáfrica del apartheid. Luego de que Pollard fuera atrapado, confesó ser culpable del cargo de malversar información clasificada, y fue sentenciado a cadena perpetua en 1987.

En los años luego de que Pollard fuera sentenciado, tuve la buena fortuna de poder conversar con numerosos ex funcionarios de inteligencia, involucrados en la evaluación del daño provocado por el espía israelí. Esos funcionarios hicieron un juramento de secreto en lo que hace a los detalles de lo que en rigor sucedió, pero pudieron compartir algunos datos genéricos. Y se mostraron de acuerdo en no pocos puntos, a saber, que Pollard fue el espía más perjudicial desde el caso de espionaje de los Rosenberg (que entregaran secretos nucleares de EE.UU. a los soviéticos en los años cuarenta); que Pollard expuso enormes datos de inteligencia y sistemas de disuasión que debieron ser recreados o abandonados -bajo un costo de miles de millones de dólares-; y que Pollard, quien jamás se lamentó por lo hecho, jamás debió obtener un permiso para abandonar la prisión.

Cuando Pollard aguardaba por su sentencia, sus abogados buscaron influenciar a la Jueza Aubrey Robinson para que ésta fallara por una condena mínima, afirmando que el espionaje fue, en rigor, un tropiezo menor que tenía por objeto ayudar a un compungido (y aliado) Israel. Anne, esposa de Pollard, también se dirigió directamente a la comunidad judía israelí para que la respalde a ella y a su marido, comentando en el programa '60 Minutos' que se trataba 'de nuestra obligación moral como judíos'. El Secretario de Defensa Casper Weinberger replicó al pedido enviando una carta a la magistrada, material que aún tiene estado de 'clasificado', detallando con precisión el inmenso perjuicio provocado por Pollard. Tras revisar la misiva, la Jueza Robinson rehusó considerar cualquier reducción de la pena, e inmediatamente sentención a Pollard a la condena más elevada posible.

En el mes de enero de 2014, M.E. 'Spike' Bowman, en su momento enlace entre el Departamento de Estado y el Departamento de Justicia, y coordinador de evaluación de daños, escribió una columna intitulada 'Don’t Trust This Spy' (Nadie confíe en este espía) para el New York Times, e incluso compartió su evaluación sobre Pollard en un paper presentado el 7 de marzo de 2014 en la Cumbre Nacional para la Evaluación de la Relación Especial entre Estados Unidos e Israel (National Summit to Reassess the US-Israel Special Relationship). Bowman confirmó el carácter excepcional del daño perpetrado por Pollard, observando que no había habido previamente otro espía estadounidense que proporcionara 'información en la cantidad y la calidad de la tutelada por Pollard'.  Para lidiar con ese volumen de datos, los israelíes se vieron forzados a instalar copiadoras de alta velocidad en una 'casa segura' que empleaban junto a Pollard, y se estima que el mencionado se hizo de 360 pies cúbicos de documentación -lo suficiente como para llenar una habitación. Y casi la totalidad de los documentos comportaban título de 'Alto Secreto' (Top Secret) o SCI y cifrados, que equivale al tipo de información más sensible en poder del gobierno de los Estados Unidos de América. Los israelíes estaban encantados, y pudieron requerir documentación específica de un catálogo de informes de inteligencia disponibles en la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA), entregado a ellos por otro de sus espías en el gobierno. Este topo jamás fue identificado públicamente, pero se cree que es un funcionario de primer nivel que sirvió en las Administraciones de Bill Clinton y George W. Bush. Las credenciales de seguridad de alto nivel de Pollard implicaban que él podía obtener cualquier cosa que precisara de parte del coronel Avi Sella, estacionado en la embajada israelí en Washington. Por su parte, Sella era controlador del espía Ben-Ami Kadish en el arsenal Picatinny de Nueva Jersey.

Aquellos que analizan la variable antisemita con el objeto de argumentar su caso (y concluír que Pollard estaba siendo tratado con desproporcionado rigor) deben tomar nota de los dichos de Bowman, para quien el caso de referencia no es un caso estándar de espionaje. La sentencia se respaldó en un estatuto especial (Título 18, US Code 194) que protege toda información vinculada con '(...) armamento nuclear, satélites o aeronaves militares, sistemas de alerta temprana, u otros medios de defensa o disuasión contra ataques a gran escala; inteligencia de comunicaciones o información criptográfica'. En otras palabras, información que hubiese vuelto a EE.UU. vulnerable ante ataques de parte de un enemigo, o bien hubiesen limitado su capacidad de respuesta.

Pollard le había proporcionado información de inteligencia a Israel, relativa a cada uno de los elementos de seguridad nacional detallados en el Título 18 (Código 194) y, en particular, había entregado el Manual de Anotaciones de Señales de Radio, que contenía detalles sobre cómo Estados Unidos recolecta señales de inteligencia, así como también los parámetros conocidos de los sistemas empleados por la ex Unión Soviética. La información permitiría a cualquier adversario eludir la recolección de información de parte de rompecódigos estadounidenses y, de caer en manos de un adversario sofisticado como en su momento lo era la URSS, permitir la penetración de los sistemas estadounidenses. El ex Director de la CIA William Casey y otros creen que los israelíes le proporcionaron al menos parte de la información robada a la ex Unión Soviética, a criterio de lograr la salida expeditiva de judíos rusos.

Asimismo, debería tenerse en consideración que el foco sobre Pollard ha oscurecido el comportamiento de carácter dual del gobierno israelí y sus allegados en los Estados Unidos. Recuerdo, al estar en Turquía -poco después de que Pollard fuera arrestado-, que una delegación del Comité Judío Americano llegó a la ciudad y se reunió con el Cónsul General (luego, con el propio Embajador), insistiendo en que Pollard era una suerte de demente, y asegurando que Israel jamás espiaría a los Estados Unidos. Esta narrativa se extendió en gran parte de los medios y entre los expertos, que terminaron calificando el episodio Pollard como una 'operación no sancionada' -hasta que Israel confesó en 1998. El hecho es que la operación de espionaje que involucró a Pollard fue aprobada por las más altas esferas del gobierno israelí y que, al día de la fecha, Tel Aviv ha renegado de su acuerdo, que consistía en retornar la totalidad del material robado. Tras la recuperación de los archivos, el Pentágono podría llevar a cabo una evaluación completa de los daños. Pero Israel continúa espiando agresivamente a los Estados Unidos, ocupando el primer puesto entre las naciones 'amigas' de esa categoría.


Artículo original en inglés, en http://www.theamericanconservative.com/articles/the-truth-of-jonathan-pollard/ | Traducido y republicado con permiso del autor y de The American Conservative magazine (Estados Unidos)

 

Sobre Philip Giraldi

Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.