ESTADOS UNIDOS: JON BASIL UTLEY

De Sun Tzu a la guerra de Cuarta Generación

'Estamos ganando'; 'Podemos ganar'; 'Vamos a ganar'. Tal era la fraseología recurrente de...

04 de Diciembre de 2015

'Estamos ganando'; 'Podemos ganar'; 'Vamos a ganar'. Tal era la fraseología recurrente de los generales estadounidenses en Irak, Afganistán, Libia y, ahora, Siria. El fracaso de la estrategia estadounidense se ha vuelto obvio ante los ojos del mundo. Estados Unidos viola prácticamente la totalidad de los preceptos establecidos en las lecciones de la Historia, provocando caos y miseria en terceros países -pero no estamos 'ganando'.

Un brillante pequeño libro se acaba de volver de lectura obligada para nuestros generales y nuestros miembros del Congreso. Se intitula: La Historia de una Estrategia: de Sun Tzu a William S. Lind (A History of Strategy: From Sun Tzu to William S. Lind). Sun Tzu era el autor chino del estudio definitivo sobre la estrategia militar. Lind es un famoso historiador militar y analista en nuestra publicación The American Conservative. El autor del trabajo es el historiador israelí Martin Van Creveld, uno de los más prestigiosos y prolíficos analistas militares de la actualidad.

Algunos de los capítulos: 'Pensamiento militar chino', o 'De la Antigüedad a la Edad Media'. La guerra entendida por los chinos -dato de interés- supo basarse en una teoría conocida como 'dao', cuyo significado es 'regreso a la normalidad'. A pesar de estar orientada a la guerra limitada. La guerra era algo malo y un 'abandono perentorio de la "armonía cósmica"'. Los textos chinos 'se muestran impregnados de un enfoque Sun Tzu, cuarta generación de guerrahumanitario, y tienen por objetivo la restauración del dao'. 'El dinero es el recurso de la guerra' y 'mientras más larga sea la distancia desde el propio hogar, más ruinoso será el costo' (Considérese el costo de casi un millón de dólares anuales que implica anualmente cada soldado americano estacionado en Afganistán).

Van Creveld se centra en aquel famoso dictum de Sun Tzu, que refería que el dar inicio a una guerra debía ser el último recurso, y que los más grandiosos generales alcanzaban la victoria sin llegar, de hecho, a la guerra. Piénsese, por ejemplo, en cada oportunidad que Washington decidió llevar a cabo guerras, como primera opción -Irak, Libia y, ahora, Yemén.

El libro inicia con referencias a las guerras previas al año 1500, enfocándose en Maquiavelo -el primer estudiante y escritor moderno sobre la estrategia- y la Paz de Westfalia de 1648, que consignó la construcción de los Estados europeos modernos. A posteriori, y continuando con la era contemporánea, Van Creveld cita y explica a los numerosos generales y pensadores que desarrollaron estrategias modernas. Desde luego, entre los teóricos destacan no pocos alemanes. Por otra parte -siendo esto sorprendente-, 'los británicos jamás estuvieron entre los principales constructores de la teoría militar' aunque 'siempre tienden a ser pragmáticos'.

Luego, continúa con el entrenamiento destinado a lograr 'cohesión', allí donde 'los camaradas se respaldaban entre sí mismos y la vergüenza recíproca impedía la deserción. Este era el modo de garantizar que los hombres no recularan al enfrentar a armas contemporáneas'.

Se esperaba que la guerra aérea moderna -escribe Creveld- fuera 'un más humano modus opernadi antes que una interminable puja para someter al otro', y que 'pudiera terminar rápidamente, casi a poco de haberse iniciado'. Como contrapartida, el elemento civil 'probó ser mucho más resistente de lo esperado'. En lo personal, estudié en la Alemania posterior a la Segunda Guerra Mundial. Me vi sorprendido de que 'apenas' un millón de civiles perecieran allí donde todas las ciudades habían sido reducidas a escombors (y la mitad de aquellos decesos se produjo de ambas tormentas de fuego destinadas a Hamburgo y Dresde). En 1952, caminé las cuadras de la ciudad bombardeada, para llegar a mis clases. Incluso debí tomar un ómnibus turístico del ejército estadounidense a través de Berlín Oriental, y ví que la ciudad era llana hasta donde la vista podía llegar.

Infortunadamente, el libro no ofrece mayores comentarios sobre el Imperio Bizantino, de mil años de duración. Su estrategia fue, obviamente, la más exitosa. Esta increíble sobrevida surgió de una estratagema de combate por objetivos limitados, de evitar hacer enemigos permanentes, y de evitar la guerra total. Piénsese en la estrategia contraria (empleada por los Estados Unidos), en la que siempre se exige la rendición incondicional del oponente. La aproximación más idónea es explicada con propiedad en un libro de Edward Luttwak, The Grand Strategy of the Byzantine Empire (La Gran Estrategia del Imperio Bizantino).

En tal sentido, el Imperio Británico llegó a la guerra como último recurso, e intentando -en lugar de aquello- que sus enemigos se peleen entre ellos. En el Tercer Mundo, logró someter a las tribus logrando que cada una combata contra otra. La mayor parte de las tribus desprecian más a sus vecinos que a los invasores extranjeros -piénsese en Escocia o los afganos modernos, y los árabes. La estratagema británica de largo plazo fue notablemente descripta por un australiano, Owen Harries. El supo explicarlo en The American Conservative, en un artículo intitulado 'Los peligros de la hegemonía' (en inglés):
 

En su momento de mayor poderío, los británicos siguieron la prudente política del 'Espléndido Aislamiento', manteniendo distancia frente a los asuntos que no los afectaban seriamente... Ellos desempeñaron el rol de 'balancín foráneo', jamás buscando obtener la hegemonía pero, al mismo tiempo, impidiendo que otros Estados la obtuviesen.


Si todo lo anteriormente descripto se presenta contrario al modo en que los Estados Unidos de América combaten guerras, es porque así es. Particularmente a la hora de referirse al costumbrismo post-comunista de Washington de marchar a la guerra como primera opción -en lugar de ser la última.

Van Creveld remata su libro con los escritos del propio William Lind, relativos a la guerrilla y a los actores no estatales en los conflictos bélicos, lo cual Lind describe como 'guerra de Cuarta Generación'. El describe cómo, hacia 1990, 'el marco clausewitziano ha comenzado a exhibir serios fallos; ha probado ser incapaz de incorporar la guerra protagonizada por -o contra- actores no estatales'. El resultado -escribe Lind-, 'con la sola excepción de la Guerra de las Malvinas-Falkland de 1982 y la Guerra del Golfo de 1991, es que los ejércitos occidentales han transitado de una derrota a otra'.

Los análisis de Lind describen a la guerra de Primera Generación finalizando con Napoleón y el surgimiento de la infantería masiva, y el ocaso de la caballería. La guerra de Segunda Generación se inauguraría en 1816, llegando hasta el último año de la Primera Guerra Mundial. Las nuevas tecnologías dieron lugar al empleo de poder de fuego masivo, y a la destrucción absoluta de objetivos. Pero debieron pasar muchos años para que los generales reconocieran los cambios, provisto que aún continúan empleando viejas tácticas (por ejemplo, ejecutar ataques frontales contra artillería y ametralladoras). Estas tácticas ya probaron su obsoletismo en tiempos de la Guerra Civil Americana, pero llegaron a emplearse incluso en la Primera Guerra Mundial.

La guerra de Tercera Generación fue inaugurada por los alemanes, al emplear nobleza, rango y flexibilidad con espectacular éxito, en el inicio de la Segunda Guerra Mundial. El General Patton fue un maestro en este tipo de guerra. La guerra de Segunda Generación -escribe Lind- aún se respaldaba en las estrategias de ciertas naciones, particularmente Estados Unidos, dada nuestra impresionante riqueza, productividad y capacidades logísticas. La Cuarta Generación de guerra, en la forma de 'terrorismo, guerrilla e insurgencia de varios tipos' fue desarrollada por aquellos que no podían hacer frente a Occidente en términos de poder de fuego y tecnología. Se trata de un regreso a la guerra anterior al Tratado de Westfalia de 1648, cuando las guerras eran llevadas a cabo por actores no nacionales, como ser bandas, religiones, tribus, empresas, ciudades-estado, y jóvenes -con el norte puesto en violaciones y pillaje. Argumenta Lind que la promoción de que Estados Unidos está 'ganando' en rigor crea Estados fallidos que luego se convierten en una amenaza mayor para EE.UU., peor que los Estados-nación que destruímos.

Lind entiende que Estados Unidos debería modificar su estrategia, pasándola de ofensiva a defensiva y de contención -como se hizo contra el comunismo. La guerra de carácter ofensivo está llevando a EE.UU. a la bancarrota, en tanto sirve para crear más enemigos que buscan venganza e instigan acciones terroristas. En lugar de esto, deberíamos intentar contener -no inflamar- al fanatismo islamista, y permitirle que se autoevapore como se hizo en su momento con las guerras religiosas en Europa durante el siglo XVII. La actual estrategia americana -argumenta Lind- resulta en la pérdida de guerras contra enemigos que portan batas de baño y sandalias. Insiste Lind en que Estados Unidos debe trabajar con otras naciones, aquellas que sean fuente de orden y estabilidad (considérese a China).

Luego de ser una voz solitaria de disenso frente a la estrategia derrotista de Washington, ahora los conceptos de Lind comienzan a ser aceptados (ver artículo en Newsweek -en inglés-'¿Puede Estados Unidos ganar una guerra?'). Si uno piensa a las guerras de los EE.UU. como un negocio, entonces se vuelven más comprensibles como centros para generar utilidad financiera y oportunidades laborales. En su momento, he explorado esta prerrogativa en el estudio intitulado '12 razones por las cuales Estados Unidos no gana sus guerras'. O, como un amargo comentarista supo apuntar: 'La mayoría de los países llevan a cabo guerras para saquear a sus enemigos; Estados Unidos pelea guerras para saquear el tesoro estadounidense'.

Van Creveld comparte una última y cautelosa advertencia. Al referirse a la guerra cibernética, escribe: 'Cada vez que las mejoras en la tecnología ayudaron al hombre a proyectarse hacia un nuevo ambiente, la guerra inmediatamente le siguió'.


* Artículo original en inglés, en http://www.theamericanconservative.com/articles/from-sun-tzu-to-fourth-generation-war/ | Traducido y republicado con permiso del autor y de The American Conservative magazine (Estados Unidos).

 

Sobre Jon Basil Utley

Es columnista (publisher) en la reconocida revista estadounidense The American Conservative. Se graduó en la Facultad de Servicio Exterior de la Universidad de Georgetown, con estudio de idiomas en Alemania y Francia. Trabajó para la aseguradora American International Group en Cuba, Venezuela y Colombia. Tiempo después, se convirtió en corresponsal extranjero en América del Sur para periódicos del grupo Knight-Ridder. Ex comentarista sobre temáticas del Tercer Mundo en Voice of America (La Voz de América).