SOCIEDAD: ALBERTO BENEGAS LYNCH (H)

Reflexiones sobre el mercado laboral

Casi con seguridad, no existe tema de mayor importancia que lo que ha dado en denominarse la 'cuestión social'.

11 de Junio de 2015
Casi con seguridad, no existe tema de mayor importancia que lo que ha dado en denominarse la 'cuestión social'. La economía es para el hombre; si ésta no sirve para atender el propósito de mejorar las condiciones sociales de la gente, de nada sirve. El tema del desempleo, de los salarios y de los sindicatos constituye un trípode medular.
 
Veamos el asunto por partes. Los recursos son escasos frente a las necesidades. El recurso de mayor trascendencia es el factor trabajo, no solo por tratarse de seres humanos, sino porque no se concibe la prestación de ningún servicio ni la producción de bienes sin el concurso del trabajo manual e intelectual. Entonces, por principio de no-contradicción, una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo bajo las mismas condiciones. En nuestro caso, el desempleo significa que sobra el factor trabajo, pero hemos dicho que se trata de lo indispensable y escaso. O una cosa, o la otra.
 
Es entonces pertinente subrayar que, allí donde existen acuerdos libres y voluntarios entre las partes, no existe tal cosa como sobrante de trabajo; no interesan la pobreza descomunal, ni la riqueza más exorbitante. Pongamos como ejemplo la situación de un grupo de náufragos que llega a una isla deshabitada. No hay en aquí el tema de las llamadas 'fuentes de trabajo'; no hay empresas ni nada que se le parezca. Sin embargo, nadie en su sano juicio podría sostener que no hay nada por hacer. Al contrario, todo hay por hacer: no les alcanzarán a los náufragos las horas del día y de la noche para atender todas las urgentes necesidades. Cada uno se dedicará a lo que pueda, ya fuere pescar, treparse a los árboles para recoger frutos, defenderse de las fieras salvajes, etc. Como resultado, se registrarán intercambios entre los protagonistas, y esto significa que unos se emplean en términos de otros a través de las referidas transacciones. En otros términos, no existe desempleo.
 
Sin dudas que es posible colocar una nota a pie de página, para decir que estará desempleado aquel cuya condición no le permite hacer nada de nada en ninguna dirección -esto es, el incapacitado total. En este caso, la benevolencia se ocupará del problema, como lo ha hecho en el curso de la historia allí donde existe libertad y donde los aparatos estatales no se entrometan degradando el sistema por el que se arranca el fruto del trabajo ajeno alegando que solo los burócratas tienen corazón, mientras el resto está imbuído de maldad y desinterés para con el prójimo (para ampliar este tema, servirá consultar mi libro en colaboración con Martín Krause, En Defensa de los Más Necesitados, Buenos Aires, Editorial Atlántida, 1998).
 
En todo caso, para los ejemplos habituales y no de inválidos absolutos, reiteramos: no existe tal cosa como desempleo, mientras se permitan los aludidos arreglos libres y voluntarios. Infortunadamente, los gobiernos interfieren en los salarios y, por tanto, generan desocupación en mayor o menor medida; ésto constituye una tragedia no solo para los desocupados sino para toda la comunidad, puesto que se cuenta con una fuerza laboral menor.
 
La interferencia gubernamental -estableciendo ésta demagógicamente salarios superiores a los de mercado directamente o indirectamente a través de sindicatos fascistas- expulsa del mercado laboral a aquellos que más necesitan trabajar. Esta expulsión se realiza amparada en lo que ha dado en llamarse 'conquistas sociales' pero, por desgracia, no resulta posible enriquecer a la gente por decreto. Si fuera así, no habría que decretar incrementos tímidos, sino que habría que convertir a todos en millonarios. Pero las cosas no son así. No existe magia posible.
 
Los salarios e ingresos en términos reales dependen única y exclusivamente de las tasas de capitalización, es decir, de las inversiones que hacen de apoyo logístico para aumentar su rendimiento. No es lo mismo pescar a cascotazos que con una red de pescar; no es lo mismo arar con un tractor que hacerlo con las uñas. Los equipos de capital elevan los rendimientos que es otro modo de referirse a los ingresos o salarios. Lo que obtienen los trabajadores en Canadá no podría compararse a lo obtenido por los trabajadores en Uganda; el motivo para explicarlo no reside en el clima ni en otras consideraciones, como no sea en el nivel de inversiones que, a su vez, dependen de la calidad de los marcos institucionales que protegen derechos. Por esto es que, por ejemplo, en sitios donde las tasas de capitalización son elevadas, se dificulta encontrar servicio doméstico, dado que las personas están ubicadas en tareas de mayor responsabilidad y remuneración.
 
Decíamos que las llamadas conquistas sociales expulsan del mercado laboral a los que más necesitan trabajar. Los gerentes de finanzas, administrativos y demás en las empresas no se enteran del problema, a menos que las aludidas conquistas sobrepasaran los ingresos que obtienen; en tal caso, ellos no encontrarán empleo por las razones apuntadas.
 
Aludimos a los sindicatos fascistas como elemento negativo en este contexto, puesto que operan escudados en la figura calcada de la Carta de Lavoro de la 'personería gremial' que no es la simple personería jurídica o legal. Aquella hace que los monopolios sindicales se adjudiquen por la fuerza la representación. Nuevamente, si se imponen salarios superiores a los que permiten las tasas de capitalización, el resultado inevitable es el desempleo, y si éste pretende disimularse con expansión monetaria, se producirá una contracción en los salarios reales, aunque se incrementen en términos nominales. Por otro lado, imponen exacciones a los salarios de los trabajadores y manipulan reglones como las 'obras sociales' en beneficio de la casta dirigente.
 
Las genuinas conquistas son siempre producidas por el volumen de capital disponible, fruto de ahorro interno o externo. Las condiciones atractivas en países de altas tasas de capitalización en cuanto a la seguridad, el tipo de iluminación o las características de un posible retiro, no se deben a la generosidad de los empleadores, sino a la mencionada inversión creciente.
 
Desde luego que la política impositiva afecta las tasas de capitalización cuando en lugar de establecer sistemas proporcionales a gravámenes indirectos en el contexto de tasas reducidas, se basan en voracidades fiscales para financiar siderales gastos públicos que ni siquiera contemplan brindar servicios esenciales de seguridad y justicia, áreas vitales que son abandonadas para encarar funciones crecientes que no le competen a un gobierno republicano.
 
No se trata entonces de la mala caricatura ilustrada con el ridículo “efecto derrame”, como si los salarios se incrementaran luego que rebalsara el vaso de los ricachones para que pudieran comer los menesterosos de la tierra. Esto equivale a no entender nada del proceso económico, para burlarse del mercado de un modo bastante torpe. Como decimos, si el mercado laboral es libre, todos los que desean trabajar lo harán. Y, en la medida en que aumenta la inversión, se presiona sobre los salarios para incrementarlos en términos reales. Nuevamente, esto es lo que explica que, cuando un trabajador se muda de Nicaragua a Estados Unidos, multiplica varias veces sus ingresos. Esto es lo que explicaba la diferencia en el nivel de vida de Alemania Occidental de la Oriental.
 
Se ha dicho que se debe estar atento a las mejoras tecnológicas, porque generan desempleo. He aquí otra de las falacias en esta materia. La mayor productividad libera recursos humanos y materiales para asignarlos a otros campos aún no explotados debido a que estaban esterilizados en las áreas anteriores. Esto explica las mejoras en los niveles de vida cuando apareció las refrigeradoras que sustituyeron a los hombres de las barras de hielo o la sustitución de los fogoneros cuando aparecieron las modernas locomotoras y, así sucesivamente, en todos los rubros. Y no cabe declamar sobre períodos de transición: la vida es una transición; todos los días en todas las oficinas en el mercado, los empleados están pensando en que se puede mejorar. Esto redunda en cambios en la reasignación de recursos humanos y materiales, y beneficia al conjunto. A menos que intervenga el gobierno en el sentido antes apuntado que, como también queda dicho, expulsa a trabajadores del mercado laboral con toda la tragedia que ellos significa.
 
En esta línea argumental, cabe reiterar que la llamada redistribución de ingresos por medio de las estructuras gubernamentales significan siempre que éstas vuelven a distribuir por la fuerza lo que pacífica y voluntariamente distribuyó la gente en el supermercado y afines. Este escenario reduce los salarios, al significar una nueva asignación de los siempre escasos factores de producción, que conlleva la aludida arbitrariedad estatal.

 
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