ECONOMIA INTERNACIONAL: MARIAN L. TUPY

La guerra versus los paraísos fiscales no contribuirá al crecimiento en Africa

Sería una pena si las crecientes cargas tributarias —como tasas corporativas más altas...

15 de Abril de 2015

Sería una pena si las crecientes cargas tributarias —como tasas corporativas más altas— fuesen a desacelerar los motores del crecimiento y socavar este feliz periodo de expansión económica. Desafortunadamente, una combinación tóxica de expansión excesiva del Estado y de consejos mal concebidos de ONGs con buenas intenciones podría lograr exactamente eso.

El siglo 21 hasta ahora ha sido positivo para el mundo en vías de desarrollo. Incluso África, una región relativamente rezagada en términos de desarrollo económico, ha gozado de un crecimiento respetable. El producto real bruto ha estado creciendo a una tasa anual promedio de 4,8 por ciento, mientras que el ingreso per cápita ha crecido en alrededor de 40 por ciento. Afortunadamente, la Gran Recesión dejó a gran parte del mundo en vías de desarrollo en gran medida sin mayores daños.

Los beneficios para las personas comunes y corrientes han sido impresionantes. La porción de africanos que viven con menos de $1,25 al día cayó de 56 por ciento en 1990 a 48 por ciento en 2010. Eso es todavía más impresionante considerando que la población del continente casi se duplicó en tamaño. Si la tendencia actual continúa, la tasa de pobreza de África caerá a 24 por ciento para 2030.

Además, el consumo calórico per cápita ha aumentado de 2.150 calorías (kcal) en 1990 a 2.430 calorías en 2013. Como resultado de una mejor nutrición, las hambrunas, como la que se dio en Etiopía durante la década de los ochenta y en Somalia durante los noventa, han desaparecido fuera de las zonas de guerra. Además, entre 1990 y 2012, el porcentaje de la población con acceso a una fuente de agua potable aumentó de 48 por ciento a 64 por ciento.

Muchos países africanos también han experimentado una caída dramática en la mortalidad de infantes y niños. Durante la última década, por ejemplo, la mortalidad infantil en Senegal, Ruanda, Uganda, Ghana, y Kenia cayó a una tasa que excedía el 6 por ciento anual.

Pero, ¿puede continuar este progreso? Los prospectos de África dependen de las mejoras continuas del ambiente de negocios en el continente y del continuo flujo entrante de inversión extranjera directa. Desafortunadamente, el crecimiento a futuro podría estar en riesgo si las condiciones económicas en el continente empeoran.

Y eso podría ocurrir si los legisladores deciden adoptar una actitud más hostil a los empresarios e inversores. Específicamente, a los gobiernos africanos se les urge tomar una posición en contra de los llamados paraísos fiscales, que supuestamente se llevan porciones considerables de la recaudación fiscal.

En cierta medida, esta es la historia de cómo los africanos ricos sacan su capital de África, permitiendo que este sea administrado por instituciones en diversos centros financieros internacionales, incluyendo Nueva York y Londres, y luego, supuestamente, no declarando sus ingresos y activos en sus declaraciones de impuestos.

Pero esta también es la historia de la tributación a las empresas, la cual en gran medida gira en torno a “la transferencia de precios”. Funciona así: una empresa multinacional basada en Sudáfrica, por ejemplo, vende su producto a un precio bajo a una subsidiaria en un “paraíso fiscal”, como Mauricio. La subsidiaria en Mauricio luego vende el mismo producto a un precio más alto a una subsidiaria en, por ejemplo, EE.UU. La subsidiaria en Mauricio gana mucho dinero. La subsidiaria en Sudáfrica no hace mucho, lo que significa un menor ingreso que puede tributar el gobierno de Sudáfrica.

Oxfam, una ONG británica, ha argumentado que este tipo de maniobras tributarias por parte de las empresas multinacionales está atrincherando la pobreza y debilitando las economías de los países en vías de desarrollo. Según Oxfam, “Los países en vías de desarrollo pierden aproximadamente entre $100.000 millones y $160.000 millones al año a la evasión tributariade las corporaciones”. Considerando esto, Oxfam ha urgido al G20 a reescribir las leyes tributarias internacionales para que “los países en vías de desarrollo no sean aprovechados por los ricos”.

Hay muchos problemas con el argumento de Oxfam. Primero, hay incongruencias en los datos. Como mi colega en el Cato Institute Dan Mitchell lo señaló, “una gran porción de la supuesta recaudación perdida...proviene de un cálculo de las recaudaciones tributarias de las multinacionales con las cuales Oxfam se inventa cifras tanto para las ganancias corporativas como para las tasas tributarias para las corporaciones. Los impuestos sobre los ahorros individuales perdidos se dice que le ‘cuestan’ a los gobiernos alrededor de $15.000 millones, pero esto también está basado en tasas tributarias falsas”. Como Mitchell también observa, “Hay un impacto pro-crecimiento de las tasas tributarias más bajas que Oxfam ignora”.

Pero también hay un argumento de cumplimiento de la ley a favor de las tasas más bajas. Las empresas no tendrían mucho incentivo de abusar las reglas de transferencia de precios si las naciones africanas tuviesen sistemas atractivos de impuestos corporativo. Y el asunto desaparecería totalmente si estos países simplemente eliminasen totalmente sus regímenes de impuesto corporativo. Esta no es una idea fantasiosa. Estonia, un estado miembro de laUnión Europea, ha tenido un impuesto corporativo de 0 por ciento sobre las ganancias reinvertidas y un crecimiento alto desde que se volvió independiente en 1991.

Adicionalmente, los impuestos africanos no pueden ser considerados sin tomar en cuenta también el ambiente de negocios en África. La región tiene uno de los ambientes de negocios más riesgosos del mundo. El Estado de Derecho y la protección de la propiedad privada es débil.

La corrupción es alta. De cierta forma, los impuestos bajos compensan a los inversores domésticos y extranjeros por las desventajas del ambiente de negocios que son más difíciles de abordar: una tasa impositiva baja puede ser legislada de la noche a la mañana, pero construir una burocracia libre de corrupción toma generaciones.

Lo que es cierto de las corporaciones también es cierto de los individuos. Muchos africanos ricos continúan trabajando y creando riqueza en el difícil ambiente de negocios de África en parte porque ellos saben que al menos una porción de su riqueza está a salvo de la inflación y de la depredación.

Segundo, el argumento a favor de impuestos personales y corporativos más altos asume que los gobiernos en el mundo en vías de desarrollo utilizarán la recaudación tributaria adicional para mejorar la calidad de vida de su gente, construyendo mejores carreteras, más escuelas y hospitales, etc. Esto, desafortunadamente, no es así. Muchos gobiernos en el mundo en vías de desarrollo, especialmente en África, son corruptos y autoritarios. Es esa corrupción y falta de rendición de cuentas que son principalmente responsables de la pobreza en el mundo en vías de desarrollo.

De manera axiomática, si los países pobres fuesen mejor gobernados y siguiesen políticas económicas más sensibles, estos serían menos pobres.

Por supuesto, se puede argumentar que luego de saciar los apetititos de las élites gobernantes, alguna porción de la recaudación tributaria, sin importar qué tan pequeña, eventualmente sería utilizada para los propósitos que benefician a la gente común y corriente. Desafortunadamente, la parte adicional de la recaudación tributaria que sería expropiada por las élites corruptas probablemente servirán para atrincherar el reinado de esas mismas élites.

Los líderes africanos tienen una larga historia de utilizar el tesoro público para comprar a los líderes de la oposición y armar a la policía, en lugar de alimentar a su gente que se muere de hambre. Mobutu Sese Seko de Zaire lo ha hecho de manera exitosa en el pasado y Jose Eduardo dos Santos de Angola lo está haciendo de manera exitosa hoy.

Tercero, el argumento a favor de mayores recaudaciones tributarias asume que el gasto público es un motor eficiente del crecimiento económico. Esta es una concepción errónea aunque común en Occidente, que está siendo ahora aplicada, con consecuencias potencialmente desastrosas, al mundo en vías de desarrollo.

En EE.UU., por ejemplo, Hillary Clinton ha argumentado que más recaudación mejora eldesarrollo económico y que “las personas ricas...[que] no contribuyen [ponen en peligro]...al crecimiento de sus propios países”. Ella había urgido “a los ricos a lo largo de las Américas a pagar su ‘parte justa’ de los impuestos para eliminar la pobreza y promover las oportunidades económicas para todos”.

¿Tiene la anterior Secretaria de Estado la razón? ¿Están las naciones en vías de desarrollo sufriendo de niveles inadecuados de gasto público? ¿Hay necesidad de más recaudación para financiar un Estado más grande de manera que las economías nacionales puedan crecer más rápido?

Antes de contestar estas preguntas, ayuda conocer los datos. Según el Fondo Monetario Internacional, las erogaciones del Estado, en promedio, son de alrededor de 27 por ciento del PIB en las naciones de África Sub-Sahariana. Pero esto no significa mucho a menos que también tengamos una idea de la cantidad de Estado requerido para proveer los bienes públicos que fomentan el crecimiento económico.

Mientras que no hay consenso acerca de esta cuestión, vale la pena señalar que la carga del gasto público promedió tan solo alrededor de 10 por ciento de la producción económica de EE.UU. y Europa Occidental hasta fines de los 1800s y principios de los 1900s —el periodo cuando las naciones en esas regiones gozaron de importantes mejoras en su calidad de vida y evolucionaron desde una pobreza agrícola hacia una prosperidad de clase media.

Si el objetivo es que las naciones africanas copien los exitosos periodos de crecimiento sostenido de las naciones occidentales (teniendo en cuenta que la producción económica per cápita hoy en África Sub-Sahariana es aproximadamente equivalente a los niveles de PIB per cápita en las naciones occidentales a fines de 1800s), entonces la experiencia de las naciones de Occidente implica que los niveles altos de gasto público no son necesarios. De hecho, demasiado gasto puede que obstaculice el crecimiento conduciendo a una mala asignación del trabajo y del capital.

Además, debería señalarse que EE.UU. y otros países actualmente ricos tampoco tenían impuestos sobre la renta cuando experimentaron sus grandes mejoras en su status económico.

Pero, también consideremos datos más recientes. Durante el siglo XX, el gasto público como porcentaje del PIB ha crecido de manera masiva en naciones desarrolladas. Según Vito Tanzidel Carnegie Endowment for International Peace, incluso hasta 1960, los gobiernos de los países europeos, incluyendo a Suecia, consumían “solo” 30 por ciento de sus PIBs. Para 2010, sin embargo, las cuatro economías más grandes de Europa (Francia, Alemania, Italia y Reino Unido) gastaron entre 40 por ciento y 50 por ciento de sus PIBs.

Aún así, las tasas de crecimiento han estado cayendo. De hecho, en los 15 países originales de Europa Occidental, el crecimiento ha disminuido cada década desde la década de 1950. Considerando la terrible situación económica de Europa Occidental luego de la Gran Recesión y de la crisis en la eurozona que le siguió, el crecimiento durante la década actual puede que sea el más bajo. En su reciente libro Government Size and Implications for Growth, publicado por el American Enterprise Institute en Washington, DC, Andreas Bergh del Ratio Institute en Estocolmo y Magnus Henrekson del Research Institute of Industrial Economics de Estocolmo revisaron la literatura relevante. Ellos descubrieron que el crecimiento del gasto público afecta de manera negativa el crecimiento en los países ricos, excepto en aquellos de Escandinavia. Un aumento en un 10 por ciento en el tamaño del Estado, descubrieron ellos, reducía las tasas de crecimiento anual por entre 0,5 por ciento y 1 por ciento. En otras palabras, la evidencia muestra que la relación entre el gasto público y el crecimiento parece funcionar en la dirección contraria a la que Oxfam y otros quisieran que creamos. Las cargas tributarias más altas perjudicarían a África en lugar de ayudarla.

Por supuesto, no todo el gasto público es malo para el crecimiento. Hacer respetar el Estado de Derecho y proteger los derechos de propiedad privada son actividades que cuestan dinero, pero ayudan al crecimiento. Históricamente, los gobiernos africanos han sido los más débiles cuando se trata de proveer estas funciones del Estado en su papel de “vigilante de la noche”. Y sus economías han sufrido como consecuencia de esto.

Si los gobiernos africanos se concentraran en una serie de objetivos limitados y claramente definidos, ellos encontrarían mucha recaudación para financiar su acometido —sin tener que recurrir a las políticas tributarias punitivas que probablemente socaven los prospectos a largo plaza de África.

 

Publicado originalmente en The Cayman Financial Review
Sobre Marian L. Tupy

Analista de políticas públicas del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute. Editor del sitio web Human Progress.