POLITICA: PABLO PORTALUPPI

La inmolación

La cúpula de la CGT se reunió para analizar el escenario nacional en el edificio de la calle Azopardo.

06 de Febrero de 2015
La cúpula de la CGT se reunió para analizar el escenario nacional en el edificio de la calle Azopardo. Tras una prolongada discusión, los sindicalistas dieron a conocer una declaración que señaló que 'la solución institucional no pasa por afectar la investidura presidencial'. Al día siguiente, se acordó convocar a una reunión de la conducción del Partido Justicialista. La cumbre peronista se prolongó hasta la madrugada en medio de una acalorada discusión, pasándose a un cuarto intermedio. A pesar de los fuertes cuestionamientos hacia la figura de la Presidente de la Nación, el documento final mostró un fuerte apoyo a ésta. En pocas palabras, 'No hay otra solución para los trabajadores en otro gobierno que no sea el peronista, existiendo una bien orquestada campaña psicológica'. Lo cierto es que el barco se estaba hundiendo, mientras todos celebraban en la cubierta.

Estos hechos se dieron entre el 18 de febrero y el 6 de marzo de 1976, aunque bien podrían aplicarse a la actualidad, habida cuenta del documento del PJ del pasado jueves 22 de enero; allí se había denunciado un plan de desestabilización perpetrado por jueces, medios de comunicación y servicios de inteligencia, en el marco de la denuncia de Alberto Nisman contra la Presidenta Cristina Fernández y la posterior muerte del Fiscal. No era otra cosa sino un documento preparado para estrellarse de frente contra la realidad, como en la aciaga década del setenta.

Poco importaba hace cuarenta años que el país fuera un caos y se encaminara directo a un nuevo golpe militar, con 1803 crímenes políticos cometidos entre 1973 y 1976, o que en las calles del país y a plena luz del día resolvían sus cuentas la Triple A, los Montoneros, el ERP, y las Fuerzas Armadas. Lo único que interesaba era mantener el status quo, apoyando a un gobierno débil y errático, sin importar los costos. En 2015, las cosas no han cambiado demasiado: un Fiscal denunció a la Presidenta de encubrir a terroristas iraníes, y ese mismo letrado apareció muerto de un balazo cinco días después.

Hay quienes estiman que, si el principal partido político de la Argentina no es capaz de ponerse a la altura de las circunstancias, y acepta cabizbajo la imposición de una declaración proveniente de un elemento extraño al peronismo como lo es Carlos Zannini, de filiación trotskista, el futuro no se presenta muy alentador. La inmolación también le compete a los legisladores del Frente Para la Victoria que votaron a libro cerrado el Memorándum con Irán, otorgándole, de esta manera, protección a supuestos criminales y dándole a personajes como Luis D'Elía y Fernando Esteche rango diplomático.

Probablemente, el golpe de 1976 no hubiese podido evitarse, aún si el PJ aceptaba la remoción institucional de Isabel Perón, aunque al menos se habría estado en presencia de un gesto histórico, de esos que tienen sus consecuencias positivas en el futuro. El problema fue la cerrada defensa política que de ella se hizo, con lo cual la interrupción institucional presentóse inevitable. Defender a la viuda de Perón -lejos de ser tomado como una actitud épica y romántica- se interpretó entonces como una decisión egoísta y torpe. La historia así lo certifica.

Tanto en los años setenta como en la actualidad, el miedo -amén de la obediencia ciega- se encuentra extremadamente arraigado en la dirigencia política. Aquella era una época abundante en violencia política. Hoy, la muerte de Alberto Nisman oficia como premonitora de una posible Guerra Fría en este país. Mauricio Macri y Sergio Massa han aportado declaraciones por goteo. Daniel Scioli decidió abandonar Mar del Plata -donde tenía reservado alojamiento en un conocido hotel hasta fines de enero- y llamarse a un absoluto y misterioso silencio. En palabras de un hombre del rinón del Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, 'Daniel está muy preocupado por la salud institucional del país'. Lo cierto y concreto es que aún en el desconcierto en el que está sumida la República, nadie ha tenido la dignidad de renunciar. El ahora taciturno Canciller Héctor Timerman se esboza en un símbolo de la denigración a la que ha sometido esta Administración a sus propios funcionarios -tratándose él de un ciudadano de origen judío que firmó un acuerdo criminal con Irán. Su propio padre, Jacobo, se exilió en Israel luego del secuestro que sufriera durante el Proceso. Ni Julio Alak, Ministro de Justicia, que prácticamente no abrió la boca. Ni Jorge Capitanich, ni Alejandra Gils Carbó, ni el Jefe de la Policía Federal. Nadie.

En el exterior, destaca la preocupación por el caso. Ni en las capitales europeas ni en Estados Unidos tiene cabida la hipótesis del suicidio. Se han citado sólo dos para dar entidad al homicidio de Nisman: la actuación de elementos de la inteligencia iraní infiltrados en el país con ayuda de una conexión local o, sencillamente, una guerra de espías. En cualquier caso, la situación es de extrema gravedad. Como lo era -vaya casualidad- en los infaustos setenta, cuando el matutino británico 'Sunday Telegraph' tituló una recordada crónica sobre la Argentina 'Un país enamorado de la muerte'. O en Washington, D.C., el llamado 'Grupo de trabajo para combatir el terrorismo' instruyó a los oficiales estadounidenses sobre la coordinación de los grupos terroristas en América Latina y en especial en el país. Aquel se trataba de un terrorismo local. Ahora, se habla de terrorismo internacional. Pero la preocupación es la misma.

El ex Jefe de Gabinete de Néstor y Cristina Kirchner, Alberto Fernández, arriesgó una teoría temeraria en declaraciones radiales: 'Cristina sabía de la investigación de Nisman. Entonces lo pone a Oscar Parrilli al frente de la SI para deshacer pruebas, ya que Parrilli está muy mencionado en las escuchas. Y también pone a Mena (Juan Martín) como su segundo. Mena es uno de los ideólogos del Memorándum con Irán. ¿Y por qué nadie habla de Milani (Cesar, Jefe del Ejército)?, ¿Qué pasa si Milani quiso quedar bien con la Jefa removiendo un obstáculo, como lo hizo Gustavo Prellezo con Alfredo Yabrán en el crimen de Jose Luis Cabezas?'.

Todo comenzó un 18 de julio de 1994, con la voladura de la sede de la AMIA. Más de dos décadas más tarde, una fracción mayoritaria de la dirigencia argentina vuelve a insistir en el camino de la autoinmolación -cuales hombres-bomba de una fútil jihad. Este es el rol que, entre otros, ha elegido Jorge Capitanich, con la ruptura de una edición de Diario Clarín en cámara.

En rigor, la inmolación de los dirigentes peronistas es la inmolación de la Argentina toda.

 
Sobre Pablo Portaluppi

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Periodismo. Columnista político en El Ojo Digital, reside en la ciudad de Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires, Argentina). Su correo electrónico: pabloportaluppi01@gmail.com. Todos los artículos del autor, agrupados en éste link.