SOCIEDAD: ALBERTO MEDINA MENDEZ

Cuba y Estados Unidos: oportunismo político con plus

Se ha dicho bastante sobre el reciente acuerdo entre Cuba y los Estados Unidos de América.

25 de Diciembre de 2014
Se ha dicho bastante sobre el reciente acuerdo entre Cuba y los Estados Unidos de América. Si bien numerosos analistas prefieren buscar ganadores y perdedores como si se tratara de un juego, vale la pena hacer un abordaje más integral sobre el tema, para no quedarse con el simplismo que propone el corto plazo.

No es un secreto que la política suele manejarse con prioridades de carácter meramente utilitario, y que las mismas intentan siempre sacar provecho de cada situación. No menos cierto es que esas acciones se producen bajo determinadas circunstancias y no en cualquier instante.
 
Y no es que para uno de los gobiernos se trate de una actitud genuina, desinteresada y humanitaria, mientras para los otros, no. Ambas naciones, Cuba y EE.UU., han actuado, paradójicamente, bajo la misma matriz, tratando de maximizar su rentabilidad política, seleccionando el contenido, el modo y el momento para optimizar resultados internos y externos.
 
El gobierno de la isla sabe que su sistema político y económico ha fracasado de forma categórica. No existe necesidad de probarlo. Si se tratara de un éxito, los ciudadanos de todo el mundo querrían vivir en ese 'paraíso'. Las evidencias muestran con contundencia a mucha gente huyendo desesperadamente de ese infierno, arriesgando sus vidas y buscando destinos que le permitan gozar de la libertad y el progreso.
 
El 'edén' citado por algunos que se ufanan de sus supuestos logros, pero que luego defienden en sus naciones ideas opuestas a las que se aplican allí, siempre ha precisado de aliados que los subsidien. Es indudable que no puede sostenerse un régimen político opresivo sin ayuda económica, esa que suministró en su tiempo la Unión Soviética y cuyo idéntico rol hoy cumple la Venezuela petrolera.
 
El gobierno de la primera potencia mundial, ante la necesidad de generar hechos políticos que permitan revertir la deteriorada imagen electoral del oficialismo luego de su reciente derrota legislativa, ha instalado en la agenda un asunto simpático para muchos latinos, que genera adhesiones.
 
El bloqueo económico nunca fue una herramienta justa, y ni siquiera ha sido eficaz a la hora de alcanzar un objetivo razonable. Siempre ha sido un error político y una inaceptable decisión sin fundamento alguno.
 
Claro que existen diferencias frente a cómo se concibe de un lado y del otro aquel pacto. Los Castro deciden solos, autocráticamente, mientras el Presidente de Estados Unidos está forzado a conseguir apoyo en el congreso para validar su idea.
 
Pero un costado poco analizado ha sido el de las vidas que están en juego frente a cada postura política. En rigor, es poco relevante conocer quiénes triunfaron o cuánto perdieron aquellos que mostraron mayor debilidad. En todo caso sería bueno saber si este hecho político consigue salvar vidas, o las mejorará de algún modo en el futuro mediato e inmediato.
 
Un primer paso ha sido la liberación de prisioneros encarcelados en ambas naciones, que fueron retenidos oportunamente por cuestiones más políticas que jurídicas. Y ese no parece ser un dato menor. Tal vez ese suceso aislado por si mismo bien valdría este acercamiento diplomático.
 
Algunos sostienen que este acuerdo fortalece a este cruel régimen, que lo alimenta económicamente y que le permite prolongar la agonía. Es posible que esta mirada tenga asidero. Pero también cabe reflexionar sobre si es necesario perder más vidas con el objeto de que un sistema político acelere su desgaste y, eventualmente, se modifique el rumbo frente a esa situación.
 
Un aspecto significativo es que el acuerdo no cambia la cotidianeidad de los ciudadanos que habitan los EE.UU.; sin embargo, impactará de algún modo en la vida de los ciudadanos de la isla.
 
Tal vez sea tiempo, entonces, de darle contenido moral a las decisiones políticas. No es que deba esperarse este gesto desde los gobiernos, mucho menos aún desde la mezquina mirada de los dirigentes tradicionales. Pero la sociedad podría opinar desde ese lugar, pensando en los ciudadanos cubanos -personas que ciertamente no han elegido a este gobierno que padecen y que no aprueban la conducta cotidiana de una casta de dictadores que se apropiaron de su libertad y del fruto de su trabajo en nombre de una ideología que ha demostrado con creces su perversidad e impericia.
 
No es relevante saber quién ha sacado la mayor tajada política en esta ocasión. Interesan, antes bien, las vidas de millones de cubanos que siguen sin libertad. Este acuerdo, aún desde el vacío moral de estos personajes políticos, abre una puerta enorme para lograr al menos un poco más de libertad.
 
Es posible que no sea suficiente. Es probable que los cubanos de la isla merezcan mucho más que estas migajas de libertad que circunstancialmente se derivan de este reducido acuerdo. Lo que queda claro también es que lo que viene es mejor que lo anterior, y que, aún cuando no se conozcan los detalles de lo pactado, la salida de este desdichado presente está más cerca que antes.
 
Se sabe que lo acordado no se ha conseguido merced a la visión humanitaria de los protagonistas, ni mucho menos como consecuencia de sus profundas convicciones. Se ha tratado apenas de una muestra más del típico oportunismo político pero, aún sin quererlo, ha permitido dar un paso importante en el camino adecuado.

 
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