POLITICA: PABLO PORTALUPPI

La insoportable levedad de la oposición

Desde estas columnas, se ha comentado hasta el hartazgo la enorme incapacidad opositora...

06 de Noviembre de 2014
Desde estas columnas, se ha comentado hasta el hartazgo la incapacidad opositora a la hora de proponer alternativas válidas frente a la hegemonía kirchnerista. Se citaba aquí mismo el ejemplo de la ferrea oposición que ejerció en su momento en España el actual presidente del gobierno español, Mariano Rajoy Brey, ante la Administración socialista de Rodríguez Zapatero. Lo propio se vio recientemente en Brasil, donde el aspirante Aécio Neves se posicionó a apenas tres puntos de quebrar doce años de PT, echando mano de un discurso tan confrontativo como inapelable. Aquí, nuestro polo opositor continúa mostrándose a la deriva, sobrevolando una levedad insoportable -la misma que la caracterizara en tiempos previos a las elecciones de 2011-, creyendo que, tras su triunfo en 2009, la salida del kirchnerismo del poder se produciría casi por decantación. Esto -por cierto- no sucedió; y, sin embargo, la vereda de enfrente del kirchnerismo parece no haber aprendido la lección sobre aquellos errores.

Como atenuantes, podría citarse que la muerte de Néstor Kirchner derivó en un vuelco impresionante del electorado hacia su viuda, y que el panorama económico no atravesaba mayores inconvenientes. Pero, en todo caso, la desaparición del ex presidente desnudó cabalmente las carencias estratégicas y de agenda de un conglomerado de oposición que solo invertía su esfuerzo en esmerilar a quien luego fallecería.

Suele decirse que en la Argentina -a diferencia de Brasil y España-, no existe una oposición consolidada. Que la misma se muestra fragmentada en diversos espacios, y que ello da lugar a una eminente dispersión del voto. Y que muchos aspirantes apuestan 'a ganador': a sabiendas de que su sufragio no aportará demasiado al candidato elegido, prefiere sentir que el mismo registrará mayor valor inherente si es dirigido las huestes triunfantes. Pero pocos reparan en que la referida fragmentación opositora es, esencialmente, responsabilidad exclusiva de ese espacio. Al remitirse a las Presidenciales de 2011, dos preguntas se presentan inevitables: ¿qué hacían Hermes Binner, Ricardo Alfonsín y Elisa Carrió presentándose separados y no juntos, pudiendo haber recurrido a las PASO para dirimir una candidatura consolidada? ¿Qué hacían Eduardo Duhalde y Alberto Rodríguez Saá, cuyo pálido intento de unificación de candidaturas ya es públicamente conocido? Con toda probabilidad, Cristina Fernández igual se hubiese alzado con la victoria, pero es lícito presuponer que la diferencia jamás hubiese sido tan amplia como la registrada.

Ahora, en 2014 -y a tres años de aquel entonces-, el panorama no ha variado demasiado. Por un lado, se asiste a un frente de centroizquierda (UNEN) plagado de buenas intenciones, pero con cinco precandidatos presidenciales que se niegan a resignar un ápice sus ya de por sí escasas chances. Luego está Mauricio Macri, que ve crecer su intención de voto de acuerdo a las últimas encuestas, pero de quien se conoce jamás podrá llegar a la Casa Rosada sin el apoyo de estructuras políticas tradicionalmente fuertes. En simultáneo, revistan Daniel Scioli y Sergio Massa. El primero, aún estrechamente ligado al kirchnerismo. Y el ex jefe comunal de Tigre, ex kirchnerista y devenido en opositor desde junio de 2013. O sea, hasta hace cinco minutos. En este menú de variados candidatos, anida el germen de la insoportable levedad opositora. Amplios sectores de UNEN aportaron su cuota de votos parlamentarios para facilitarle al Gobierno Nacional la aprobación de proyectos clave, sobre los cuales la propia Presidente iría luego acrecentando su hegemonía: llámese Ley de Medios, estatización de las AFJP, expropiación de YPF, designación de Alejandra Gils Carbó como Procuradora, o lo que fuere. Scioli, a pesar de sus tan comentados vínculos con el establishment empresario-industrial, no ceja en promocionarse como oficialista, en tanto se recuerda que Massa no solo ofició como Jefe de Gabinete de Cristina, sino que su boleta tigrense llevaba como candidata para la primera magistratura a la propia Cristina, en 2011. Desmenuzando esta concatenación de hechos incontrastables, ¿cómo podría alguien plantarse como un opositor mínimamente creíble? Algunos han comentado que Macri podría caracterizarse como el más alejado del pensamiento y la agenda kirchneristas; pero el Jefe de Gobierno porteño presta demasiado oído a su consejero estrella. El ecuatoriano Jaime Durán Barba -como es por todos conocido- repite con recalcitrancia que el líder de PRO no debe confrontar con la Presidente, sino mostrarse moderado y conciliador. La excepción a esta interminable lista parece ser Elisa Carrió, posicionada como una intratable opositora a Balcarce 50. A fin de cuentas, el problema parece remitir al simple hecho de que la dirigencia argentina no se muestra oficialista ni opositora por convicción, sino que define este rol en conformidad y atención con las circunstancias. Las encuestas se superponen, tristemente, a los principios y a los programas. La totalidad de estos actores se esmera por olvidar aquella máxima shakespereana, que reza que los pueblos son peligrosos porque son manejables. El kirchnerismo es la expresión más cruel de una corporación política que destaca por lo mediocre y por su inenarrablemente limitada estatura moral e intelectual.

En vistas de este vacío opositor, surge la figura del Dr. Daniel Sabsay quien, más allá de cualquier consideración sobre sus recientes declaraciones, vocifera lo que muchos dirigentes piensan pero no se atreven a decir. Pero la sociedad no espera de un abogado constitucionalista semejantes declaraciones, sino que lo aguarda -precisamente- de un aspirante a la Presidencia. Buena parte de la sociedad se siente expresada por las investigaciones de Jorge Lanata pero, ¿dónde están los opositores de primera línea que debieran ser los primeros en refrendar dichas investigaciones? ¿Por qué la preferencia retórica de concluir raudamente que los fondos de cobertura ('buitres') extorsionan a la Presidente, en lugar de, como corresponde, indagar sobre la verdadera cuestión, que es ni más ni menos la posibilidad de que una jefe de Estado y sus allegados hayan lavado fondos ilícitos en el extranjero?

El miedo se ha apoderado de los dirigentes opositores -pero también oficialistas. Se incluye en esta fórmula al peronismo, que acepta los malos modos empleados por los jóvenes ignotos de La Cámpora se infiltren en todo estamento estatal posible. La prerrogativa es no ir al fondo de ninguna problemática; se elige convivir con una economía en debacle y en un país violento. Se celebran las medidas de un sheriff devaluado como Alejandro Vanoli en el Banco Central, y su política persecutoria y represiva. La resignación de los protagonistas remite a la espera de la intervención del Grupo Clarín, o a la aprobación y puesta en marcha de los nuevos Códigos Civil y Procesal Penal.

El conformismo invita a convivir con una oposición tan culposa como cómplice. Y con un cristinismo decidido a todo; incluso a quedarse en el poder más allá de 2015.

 
Sobre Pablo Portaluppi

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Periodismo. Columnista político en El Ojo Digital, reside en la ciudad de Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires, Argentina). Su correo electrónico: pabloportaluppi01@gmail.com. Todos los artículos del autor, agrupados en éste link.