POLITICA: PABLO PORTALUPPI

Espejos de colores y utopías

El panorama actual y a futuro de la Argentina se muestra bastante más preocupante...

24 de Octubre de 2014
El panorama actual y a futuro de la Argentina se muestra bastante más preocupante de lo que la mayoría admite y supone. A los ya consabidos problemas económicos que atraviesa el país, se suma la alarmante carencia de liderazgo político que pudiera, eventualmente, canalizar las demandas de buena parte de la sociedad. A su vez, ésta se encuentra aturdida y confundida: de acuerdo a una encuesta divulgada por el periodista de Diario Clarín Julio Blanck el último domingo, la Presidente Cristina Fernández mantiene un 41% de imagen positiva. Pero el 74% de los encuestados opinó que la situación económica del país está mal y el 65% supone que en los próximos meses se aproxima una crisis de importancia. Dificil tarea la de analizar estos números. Tal vez deba rastrearse la causa haya en la referida carencia de liderazgos en la oposición. Aunque -cabe admitirlo- cueste aceptar que Cristina tenga semejantes guarismos de aprobación, habida cuenta de la marcha del país y de sus dislates discursivos. Intervenir el INDEC o disponer un cepo cambiario no son sólo medidas incorrectas; peor parece ser que porciones del público se hayan dejado convencer de que eran iniciativas necesarias.

Mientras Mauricio Macri invierte tiempo en ganar empuje mediático, Sergio Massa se aferra a las generalidades; el Frente UNEN se descompone en luchas intestinas. Mientras tanto, el kirchnerismo avanza a paso firme, sin importar que el país se le derrumbe a su lado. ¿Sería lícito concluir que más de un dirigente de oposición se mostraría feliz con el desarme de Clarín, y con la alternativa de obsequiarle solo un año de vida en los tribunales a las causas por corruptela? (en referencia al Proyecto para el nuevo Código Procesal Penal).

Lo que sí podría asegurarse es que el espectro opositor no vería la conveniencia de que la Argentina arribe a diciembre de 2015 con las reservas del Banco Central por los suelos, una inflación definitivamente desbordada, un más férreo cepo al dólar, en default y recesión, etcétera. Cuando Fernando De la Rúa aterrizó en la Casa Rosada en diciembre de 1999, manifestó que el gobierno saliente de Carlos Saúl Menem le mintió con algunas cuentas, por ejemplo, con el déficit. Cuesta creerlo. Seguramente, la Alianza no podía decir en plena campaña que iba a tener que tomar medidas drásticas para achicar ese déficit.

La dirigencia política bien podría estar preparando su nuevo acto de magia, programando endeudarse más con organismos multilaterales con miras a disimular el déficit (provisto que un futuro gobierno pueda estabilizar la macroeconomía), y sanseacabó. En tal caso, los argentinos volverán a padecer una aguda crisis económica, diez o doce años más tarde.

Asimismo, resultan poco menos que alarmantes la confusión y la cobardía del sector empresario, particularmente los hombres agrupados en la Unión Industrial Argentina (UIA). Escudados en el 'respeto a las instituciones' y en el 'cuidado de la investidura presidencial', continúan moviéndose como reptiles cuidando su territorio, preparando su artillería pesada para el próximo gobierno -lo mismo que los sindicatos. Fuentes gremiales aseguran que, para mayo del año próximo, la reunificación de las CGT será un hecho consumado. Será el instante en que se aprestarán para unirse a favor de un hipotético gobierno peronista, o para arrojar munición gruesa sobre Macri, Sanz o Julio Cobos, haciendo valer sus reclamos en los términos desagradables de rigor (paros bimestrales, marchas a Plaza de Mayo). Pues, ¿cómo reaccionarían hoy los jerarcas sindicales si el presidente fuera Macri y continuara vigente un salvaje impuesto a las ganancias y una inflación anualizada del 40%?

Se ha hablado mucho en estos años de cómo la oposición ha colaborado para aprobar y dar curso a los más polémicos proyectos de ley ideados por el Ejecutivo: Ley de Medios, confiscación de YPF, estatización de las AFJP. Pero poco se ha reparado en la designación de Alejandra Gils Carbó -a la sazón, jefa de los fiscales de la República-, iracunda militante ultraoficialista. Otros se alarman a raíz del avance de la Administración sobre la justicia, para blindarse ante el posible avance de las causas de corrupción cuando ya no sean gobierno. De manera consciente -o no-, la Presidente y sus funcionarios ejecutaron una jugada maestra: remitieron el pliego del impresentable Daniel Reposo para la Procuración, y la oposición salió en pleno para objetarlo. Agotada esa etapa, el gobierno retiró su pliego y propuso a Gils Carbó. Salvo contadas excepciones (Elisa Carrió, por ejemplo), el conjunto de la oposición aprobó su pliego, sin reparar en la condición ultramilitante y anti-Clarín de la protagonista.

Parte de la opinión pública comienza a identificarse en las incongruencias de Ivo Kutzarida. Actor venido a menos o no, no puede negarse que esta empatía ciudadana con aquél vuelve a confirmar la grosera carencia de líderes que hagan frente al poder. En la España comandada por el socialista José Rodríguez Zapatero, la oposición ejercida por el hoy presidente Mariano Rajoy Brey se mostraba descarnada y visceral. El escenario español permitía consensuar algunas políticas, pero siempre desde una posición de extrema dureza. Esto es lo que demanda la sociedad en la República Argentina, y no en vano sirve citar el caso de España; lo imponen la cercanía cultural y las complejas cuatro décadas de franquismo experimentadas allí. Otro ejemplo está constituído por los combativos sindicatos franceses: su metodología suele presentarse salvaje, aunque ello permite entrever el celo con que los gremios defienden sus intereses. Con una salvedad comparativa fundamental: en el país galo, los sindicatos carecen de color político. Ni intercambian su respaldo por prebendas.

El escenario local, pues, se presenta desolador; con una economía paralizada y fundada en una mediocre supervivencia, un gobierno cegado y carente del menor escrúpulo, los diques de contención de la República en franca desarticulación, un empresariado adormecido, y con proyecciones e índices de violencia que convierten a la convivencia en algo insoportable. Peor todavía: un pánico visceral se ha apoderado ya, tanto del Gobierno como del circuito opositor; nadie sabe a ciencia cierta lo que sucederá. Lo que se ha amalgamado en la Argentina pos-2015 es una evidente falta de alternativas creíbles. Los argentinos -como sea- habrán de construirlas; aprendiendo a ser más exigentes o comprando más utopías que, conforme su costumbre, reciclen las crisis.

 
Sobre Pablo Portaluppi

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Periodismo. Columnista político en El Ojo Digital, reside en la ciudad de Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires, Argentina). Su correo electrónico: pabloportaluppi01@gmail.com. Todos los artículos del autor, agrupados en éste link.