INTERNACIONALES: MATIAS E. RUIZ

El Reino de 'Todo Bajo el Cielo' y la Argentina sinocéntrica

Los gruesos desvaríos macroeconómicos acusados por la Administración Fernández de Kirchner han llevado a...

11 de Septiembre de 2014

Los gruesos desvaríos macroeconómicos acusados por la Administración Fernández de Kirchner han llevado a focalizar la atención en el desembarco de la República Popular China en la cabecera de playa argentina. En su complejidad, esta proposición no admite coincidencias: la Presidente y su equipo, en franco reconocimiento de la escasez de dólares que azota a las finanzas públicas -y que ha paralizado operativamente las operaciones comerciales en el país-, han resuelto atar su destino a la agenda estratégica de Pekín. Los prolegómenos invitan, de igual modo, a la aniquilación de la pretendida conflagración imperialista que el abúlico espectro del progresismo local adjudicaba tradicionalmente a los Estados Unidos de América y al Reino Unido; a la sazón, han sido los chinos quienes se apresuraron a ganar la partida.

Es que la historia conserva una peculiar predisposición para repetirse: el juggernaut multicontinental chino al que hoy se asiste remite a la veterana concepción sinocentrista propugnada por el reino de Oriente, vigente hasta el siglo XIX. En la China que antecediera a la Edad Contemporánea, el emperador comportaba un carácter de deidad, recayendo sobre los países vecinos el mote de vasallos, y teniéndose a sus líderes por meros representantes terrenales. Así las cosas, y gracias al aporte de la cosmovisión confuciana, China era el 'Reino de Todo Bajo el Cielo' y la civilización más antigua y sabia de todas. Ergo, recursos y medios del globo se hallaban llamados a servir al imperio, casi por mandato divino. Mucho tiempo después, y Xi Jingping y Cristina Kirchnerya en la década del setenta, esta visión entrañaría dificultades casi insalvables en el tortuoso proceso de normalización de relaciones entre los Estados Unidos (vía Henry Kissinger) y la República Popular. La Guerra Fría y la carrera espacial se aproximaban a su cénit, y Washington necesitaba tender puentes con Pekín con el objeto de contrapesar la amenaza soviética; no obstante, los líderes de la China comunista no cejaban un ápice en su sistema de paciencia milenaria, forzando a la comitiva americana a transitar una serie de incontables pruebas hasta tanto pudiese allanarse el camino para tratar cuestiones de rigor estratégico.

Precisamente, sería el propio Kissinger quien, en su libro 'On China' exploraría con diligente profunidad la observancia estratégica centenaria (milenaria, para algunos) que ha venido caracterizando a la actual República Popular mucho después de las Guerras del Opio y que cobraría empuje definitivo con el proceso de 'destrucción creativa' encarnado por la Revolución Cultural de Mao Tse Tung. Ya desde hace décadas, Pekín estimaba que, para el decenio 2020-2030, el país sumaría un aproximado de mil millones de nuevos consumidores a su mercado interno. Esta prerrogativa determinó una refinación extrema de los mecanismos de planificación en su liderato: a efectos de acompañar armoniosamente ese crecimiento, China debería apropiarse de recursos que, en su territorio continental, bordean el agotamiento.

Brokers bien entrenados y reputados players de los mercados internacionales conocen de primera mano que es virtualmente imposible -para tenedores particulares- hacerse de acciones o títulos de compañías mineras o de contratistas de la defensa, particularmente en América del Norte (EE.UU. y Canada). Las naciones industrializadas de Occidente incluso interponen restricciones prácticamente ineludibles para la intervención en real estate o la adquisición de tierras. Sin embargo, estos obstáculos no parecen ofrecer mayor resistencia para el Estado chino, que se abre camino gracias a la intervención subterránea de testaferros en mercados fuertemente regulados como los referidos; un ejemplo se observa hoy con el fondo Black Rock, compuesto en un 50% por capitales y personeros ligados a Pekín. Convenientemente -y a criterio de disfrazar su modus operandi-, fondos como el citado y otros participan de actividades ligadas a la filantropía.

Desde esta perspectiva, el automatismo del swap con yuanes no convertibles es empleado por la República Popular para acceder a los recursos de naciones necesitadas de inversión y dólares estadounidenses. Así, pues, Pekín ya muestra un sólido interés en el Canada (minería) y América Latina: Argentina (hidrocarburos, proyectos de generación eléctrica, transportes, banca mayorista y minorista -vía del ISBC); Brasil (soja); Chile (explotación petrolera); y Uruguay (industria láctea). En el caso del Africa, la presencia oriental es claramente perceptible en la explotación minera en yacimientos angoleños y la sociedad de elementos del Ejército Popular de Liberación (PLA) chino con la familia presidencial Dos Santos. La piedra angular de la estratagema oriental sobreviene de la posición de China como principal tenedor de bonos del tesoro estadounidense: siendo que resultaría inconveniente liquidarlos en el corto plazo (dado que ello alteraría la brecha entre el yuan y el dólar, perjudicando la penetración violenta de productos Made in China en todo el globo), el swap se convierte en la herramienta de infiltración por excelencia que remata con el acopio de recursos energéticos de terceros países. Aludiendo a alguna obscura ironía, Pekín ha tomado prestadas algunas páginas del trabajo 'La Ventaja Competitiva de las Naciones' del prestigioso teórico estadounidense de la mercadotecnia Michael Porter.

Es que el reino milenario procede bajo la dinámica de la integración horizontal y vertical; la última fase de la estratagema consistirá en el reemplazo del dólar por el yuan en los mercados internacionales y en la reformulación de los términos del intercambio. Por su parte, la República Popular ha explotado el insoslayable retroceso de la Casa Blanca -empantanada en la Doctrina Obama-, complementando con un esquema hiperactivo de espionaje industrial que suele respaldarse en la guerra cibernética (maniobras de hacking y/o cracking contra terminales en poder de contratistas de defensa y bancos estadounidenses/europeos).

En lo que a la República Argentina respecta, la base china -ya en construcción- de Bajada del Agrio (Neuquén) se vio pincelado por la polémica, a raíz del uso militar que Pekín hará del emplazamiento (bajo control directo del Departamento General de Armamentos [GAD] del PLA: http://elojodigital.com/contenido/13673-colonizaci-n-la-rep-blica-popular-china-y-la-argentina). Llamativamente, el corrimiento del velo de secreto de cara al proyecto no motivó protestas ni pedidos de informes de parte de Santiago de Chile ni de Brasilia, especialmente teniendo en cuenta las gravosas derivaciones geopolíticas que la base comportará para el cono sur en el futuro.


Lectura complementaria

Del autor, Colonización: la República Popular China y la Argentina. En http://www.elojodigital.com/contenido/13673-colonizaci-n-la-rep-blica-popular-china-y-la-argentina

 

Sobre Matias E. Ruiz

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.