ESTADOS UNIDOS: DR. KIM H. HOLMES

La extraña actitud de Barack Obama frente al ejército de Estados Unidos

Mucha gente cree que el discurso del presidente estadounidense Obama dio en West Point trató exclusivamente de política.

26 de Junio de 2014
Mucha gente cree que el discurso del presidente estadounidense Obama dio en West Point trató exclusivamente de política. Al establecer falacias sobre el hombre de paja y luego desmontarlas, el presidente se definió básicamente a sí mismo por lo que no es. No es un aislacionista. No es un belicista. Y por supuesto, nadie afirma seriamente que sea una cosa o la otra. Como tampoco estos posicionamientos extremos son verdaderas opciones estratégicas para el mundo real.
 
Sí, el discurso del presidente se ha presentado como una defensa frente a sus críticos políticos. Pero sería un error concluir que la política es el único factor que impulsa la política exterior de Obama. Parecer haber también un propósito estratégico: por decirlo de una manera sencilla, se trata de limitar el poder de Estados Unidos y de redefinir la naturaleza misma del liderazgo estadounidense en el mundo.
 
Antes de Obama, los presidentes tendían a ver el poder de EE.UU. como algo positivo. Ayudaba a garantizar la paz y creaba un orden mundial. Servía a los valores de la libertad y la democracia mediante el respaldo a los aliados. Cualquier presidente posterior a la Segunda Guerra Mundial podría haber pensado en guerras particulares, pero ninguno dudó de la bondad y necesidad del poder militar estadounidense, tanto como medio de defensa como para ejercer de fuerza de estabilización y disuasión en todo el mundo.
 
Pero Obama lo ve de otro modo. En West Point, tuvo cuidado de reconocer el punto de vista tradicional de que el poder militar es la “columna vertebral” del liderazgo nacional. Pero, al igual que con casi todas sus afirmaciones sobre el papel de Estados Unidos en el mundo, mostró sus reservas, especialmente respecto a las cuestiones militares. “La acción militar no puede ser en todo momento el único, ni siquiera el principal, componente de nuestro liderazgo”, comentó. “Sólo porque tengamos el mejor martillo no significa que veamos todos los problemas como un clavo al que golpear”.
 
El sarcasmo es revelador. Como lo es, también, la proliferación de conjunciones como “si”, “y” y “pero” para calificar (y contradecir) cada importante afirmación en torno a la eficacia del poder estadounidense. Está claro que el presidente piensa que el poder militar nacional se muestra sobrevalorado, cuando no que, directamente, supone un problema. Lo que resulta particularmente extraño es su aparente creencia de que éste no posee un verdadero valor a menos que se use de verdad. Por ejemplo, en West Point proclamó que la principal labor de las fuerzas armadas es defender lo que él denomina “intereses centrales, como cuando nuestro pueblo se ve amenazado; cuando nuestra forma de vida está en juego; cuando la seguridad de nuestros aliados está en peligro”. Pero, si las fuerzas armadas se han de usar por cualquier otro motivo, por ejemplo, para causas humanitarias, se debe hacer “multilateralmente”, o bien mediante Naciones Unidas o bien mediante la cooperación con un indefinido “otros”.
 
Es importante dejar claro de qué está hablando aquí. Obama está describiendo el uso activo de la fuerza. No existe ninguna consideración sobre el valor residual del poder militar (y por tanto de las fuerzas armadas en sí mismas) como factor disuasorio de la guerra, que al fin y al cabo fue la principal estrategia militar no sólo durante toda la Guerra Fría, sino incluso en décadas posteriores.
 
La desconfianza de Obama respecto al poder estadounidense no es mera retórica, pues está predicando con el ejemplo. Está llevando a cabo profundos recortes en las fuerzas armadas. El anuncio del aumento de la inversión en seguridad hecho en el discurso de West Point es para gastar $5 mil millones, pero no para modernizar las fuerzas armadas de Estados Unidos, sino para ayudar a otros países a combatir el terrorismo. Todo su empeño estratégico tiene el objetivo de conseguir que otros (la ONU, nuestros aliados) hagan más para que, así, nosotros podamos hacer menos. Y eso se cumple no sólo cuando implora a los aliados de la OTAN para que “pongan de su parte”, sino también cuando espera que el gobierno afgano ocupe nuestro lugar en la lucha contra los talibanes después de nuestra retirada.
 
Aconsejar a otros que hagan lo que nosotros mismos no estamos dispuestos a hacer no es liderazgo. Es la abdicación del liderazgo. Nuestro indispensable papel ha sido siempre el de hacer lo que otros no pueden, siendo nuestra función más prioritaria la de proporcionar una fuerza militar lo suficientemente creíble como para mantener un balance de poder favorable tanto hacia nosotros como hacia nuestros aliados.
 
Por lo que es vergonzoso es que el presidente albergue tales dudas respecto de la nación que lidera.


Artículo original en inglés, en http://dailysignal.com/2014/06/07/obamas-indispensable-america/
 
Sobre Kim Holmes

Socio Distinguido  en la Fundación Heritage, Washington, D.C., Holmes es analista de temas internacionales y política exterior. Es uno de los creadores y primer Editor del Indice de Libertad Económica que desarrollan en conjunto -y con rigor anual- la fundación y el matutino The Wall Street Journal.