INTERNACIONALES: MARION SMITH

Das Kapital: Thomas Piketty y la vuelta del momento marxista

Cuando un libro que ofrece un homenaje deliberado al Das Kapital de Karl Marx se convierte en el libro de no ficción...

20 de Junio de 2014
Cuando un libro que ofrece un homenaje deliberado al Das Kapital de Karl Marx se convierte en el libro de no ficción más vendido en Estados Unidos, ello nos da alguna idea de lo lejos que estamos de la mentalidad anticomunista que alguna vez compartieran demócratas, republicanos y todas las élites políticas de este país, aunque ése no haya sido el caso con todas nuestras élites intelectuales.

Por impensable que pueda parecer -cuando transcurrieron 25 años de la caída del Muro de Berlín- estamos siendo testigos de un auge marxista, evidente no sólo en el entusiasmo de muchos estadounidenses por un manifiesto marxista sin concesiones como Le Capital au XXI (El Capital en el Siglo XXI) de Piketty, sino también en la adopción del comunismo en muchos países y la amnesia voluntaria acerca de la historia de éste. La velocidad y el entusiasmo con la que el marxismo se ha introducido en el pensamiento convencional popular parecen haber sorprendido a muchos en Occidente. Tan es así que parece que aún no nos hemos percatado de sus futuras consecuencias.

Las recientes disputas sobre los flagrantes errores de Thomas Piketty y su equivocada atribución de estadísticas para reforzar su punto de vista en favor de una redistribución de la riqueza han pasado completamente por alto lo más importante. “El capital” de Piketty es el libro más vendido en Estados Unidos. Se ha vendido a tal velocidad que Amazon.com, la mayor librería de la historia mundial, se quedó sin copias del libro de este economista francés durante días.

Denominar “El capital” como un fenómeno sería decir poco. Piketty ha sido recibido por el Consejo de Asesores Económicos, la Contraloría General de Estados Unidos, el Fondo Monetario Internacional y el secretario del Tesoro, Jack Lew. Y todo ello a pesar de la defensa sin reservas por parte de Piketty de una redistribución de la riqueza que habría sido música para los oídos de Karl Marx. El libro cita a Marx 19 veces y alaba el “experimento soviético” por romper “las cadenas así como el yugo de la acumulación de riqueza” del capitalismo. Incluso el título del libro es un homenaje intencionado a “Das Kapital” de Marx. Para Piketty, los impuestos no han de servir para financiar al gobierno, sino que son la principal herramienta para la igualdad social.

El éxito de “El capital” no es ninguna aberración. En realidad, la resurrección del marxismo y su vástago ideológico, el comunismo, ha constituido una amenaza creciente, aunque sutil, durante algún tiempo.

Incluso en República Checa, una de las naciones más entusiastamente prooccidentales que surgieron de la Cortina de Hierro, el Partido Comunista está protagonizando un problemático retorno y es ya la tercera mayor fuerza parlamentaria en la Cámara de Diputados local. Su creciente influencia se ve, por ejemplo, en la reciente apropiación del Instituto Checo para el Estudio de los Regímenes Totalitarios (la institución oficial encargada de mantener los registros de la época comunista en Checoslovaquia y de digitalizarlos en beneficio público). Los nuevos responsables del Instituto, nombrados por el gobierno, incluyen a cinco exmiembros del Partido Comunista en los años 80, entre ellos algunos que incluso impartieron cursos obligatorios de adoctrinamiento ideológico en las universidades checas. Una vez infiltrados, el Instituto ha desechado su proyecto de digitalización de los archivos de la era comunista.

En China, por supuesto, miles de disidentes permanecen encarcelados al estilo de los gulags, en campos de trabajos forzados conocidos como “laogai”, mientras los líderes occidentales claman por respaldar al régimen de Pekín. En Corea del Norte, las masas se mueren de hambre mientras sus líderes fabrican armas nucleares. En Cuba, los disidentes son encarcelados de manera rutinaria por sus peticiones pacíficas de una reforma democrática. Las gentes de estos países, así como las de Laos y Vietnam, permanecen cautivas de gobiernos corruptos establecidos por líderes comunistas que justificaron la injusticia a través de la ideología comunista.

Este año, fuerzas venezolanas entrenadas en Cuba han utilizado tácticas despiadadas para reprimir violentamente a los manifestantes pacíficos en Caracas. La larga mano del comunismo alcanzó a Leopoldo López, líder de la oposición en Venezuela, que fue recientemente condenado mediante un falso tribunal secreto por incitar a los disturbios y por el asesinato de manifestantes que en realidad fueron asesinados por las fuerzas progubernamentales. Cuba está ayudando a sofocar las aspiraciones democráticas de los venezolanos y protegiendo al gobierno autoritario y corrupto de Nicolás Maduro, el sucesor de Hugo Chávez. Mientras tanto, el Partido Comunista forma ahora parte de la coalición de gobierno de la presidenta Dilma Rousseff en Brasil, el mayor país de Sudamérica. Así que no es ninguna coincidencia que todas estas naciones mantengan relaciones cordiales con la Rusia de Vladimir Putin.

Vladimir Putin no es un ideólogo comunista, pero este recalcitrante exjefe del espionaje se ha ganado el respaldo de los votantes del Partido Comunista con su beligerante retórica al estilo soviético y una temeraria política exterior. Durante la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Sochi, Putin le dio un lavado de cara a la historia del comunismo de hambrunas masivas y gulags en favor de unos actores vestidos alegremente que bailaban y manejaban preciosos autos de lujo con las terribles imágenes de un martillo y una hoz merodeando serena pero poderosamente sobre sus cabezas. El fracaso de Occidente para encangarse de las barricadas morales durante los Juegos Olímpicos se transformó rápidamente en nuestro fracaso material a la hora de poner freno a las represalias de Putin contra el pueblo ucraniano cuando éste rechazó continuar dependiendo de Moscú. Como tampoco hubo verdaderas consecuencias cuando Putin invadió y rápidamente se anexionó Crimea, es más, los gobiernos occidentales siguen divididos sobre cómo responder, incluso mientras Putin lleva a cabo operaciones encubiertas en el este de Ucrania, amenazando con dividir el país. Según el primer ministro ucraniano Arseni Yatseniuk: “El presidente Putin tiene el sueño de restaurar la Unión Soviética y cada día va más y más lejos”.

Puede que no estemos entrando en una nueva Guerra Fría, pero la confrontación ideológica entre el Estado de Derecho democrático y la voluntad arbitraria de un gobernante sigue siendo una confrontación de ideas, una que tiene consecuencias en la vida real para muchos millones de personas. “El capital” de Thomas Piketty ha proporcionado a los neomarxistas una poderosa arma propagandística en esta batalla de las ideas, además de que el hecho de que “El capital” sea el libro más vendido de la nación supone un triste testamento de la corta memoria de la sociedad respecto a los horrores del comunismo. Su atractivo demuestra que el comunismo no es para nada una ideología desacreditada que esté dando sus últimos coletazos. Hace una generación, ésa era una idea comprensible. Ahora es una peligrosa ilusión.