ECONOMIA INTERNACIONAL: MANUEL HINDS

Costa Rica: la salida de Intel

El 8 de abril de 2014, Intel anunció que cerrará sus operaciones de ensamblaje y prueba en Costa Rica...

15 de Abril de 2014
El 8 de abril de 2014, Intel anunció que cerrará sus operaciones de ensamblaje y prueba en Costa Rica, que emplea a 1.500 trabajadores y cuyas ventas equivalen al 20 por ciento de las exportaciones y cerca del 6 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) del país. Poco después, el mismo día, Bank of America anunció que cerrará su call center en Costa Rica, que da trabajo a 1.400 personas. Las dos decisiones, especialmente la de Intel, han estremecido al país. La importancia de Intel en el desarrollo del país ha sido clave desde que llegó en 1997 no sólo por su impacto directo en el empleo, las exportaciones y el PIB sino, quizás principalmente, porque puso a Costa Rica en el mapa de los países productores de alta tecnología y atrajo así a muchos otros inversionistas en este campo.
 
El gobierno ha reaccionado diciendo que la decisión de salir del país de estas inversiones no se debe a problemas en Costa Rica, sino a la implementación de estrategias a nivel mundial. En el caso de Intel, lo que se producía en Costa Rica se producirá en Asia de ahora en adelante. Bank of America también dijo que trasladará las operaciones de Costa Rica a otros países.
 
Es obvio que la decisión de una empresa global de salir de un país es consecuencia de una estrategia también global, todas sus decisiones lo son. Pero lo importante es por qué las operaciones que se cierran son las de Costa Rica y no las de los países adonde éstas se trasladarán. Si, como dice el comunicado de Intel, el cierre de la planta costarricense maximiza la eficiencia y la efectividad de la empresa, ello indica que era manos eficiente y menos efectiva que el resto de las plantas de la empresa. Si cerrarla es una solución de largo plazo, esto indica que la empresa constató que estos problemas no eran coyunturales, sino estructurales. Es más caro tratar de resolverlos que cerrar la planta —aún si cerrar una planta y trasladar la producción a Asia es bastante caro.
 
Por supuesto, los costarricenses pueden tomar una actitud de negación, decir que esto no tiene que ver con ellos. Pero eso sería equivalente a la actitud del avestruz, meter la cabeza en la tierra para no ver los problemas. La verdad es que Costa Rica hizo muchas cosas buenas, hace mucho tiempo: enfatizar la educación básica y la salud de sus ciudadanos en sus políticas públicas y mantener incólumes sus procesos democráticos. Pero en los últimos años, incluyendo al menos los que Intel vivió en el país, el país se había dormido en sus laureles, inventando un país imaginario que no tenía mucho qué ver con las realidades de Costa Rica.
 
Su democracia sigue siendo ejemplar en muchas dimensiones, pero han dejado que se asocie con una burocracia Ejecutiva y Legislativa que hace que pasar una ley o hacer una reforma sean procesos interminables. La posición que el país ocupa en el Indice Haciendo Negocios del Banco Mundial, que mide la facilidad de hacer negocios en 189 países, da el lugar 102 a Costa Rica. La educación sigue siendo buena, pero todavía es la de un país en desarrollo y muy por debajo de la de los asiáticos que compiten en el mercado de exportaciones tecnológicas.
 
Mucha gente en este país llegó a creer que el país era tan perfecto que debía mantenerse aislado del resto del mundo. Como ejemplo de esto, la oposición a abrirse al CAFTA fue enorme, a tal punto que el país entró a ese mercado indispensable para su progreso casi por un pelo. Ahora, el mundo moderno -tecnológico, globalizado- midió a Costa Rica y la encontró deficiente. Lo peor que Costa Rica podría hacer ahora sería enconcharse más y echarle la culpa al mundo por querer desinvertir en el país. Es hora de abandonar los mitos y confrontar las realidades que hacen que el país esté perdiendo competitividad.



Originalmente publicado en El Diario de Hoy (El Salvador)
 
 
Sobre Manuel Hinds

Economista y consultor económico, Hinds se desempeñó como Ministro de Hacienda de El Salvador entre 1994 y 1999. Se le considera el padre de la dolarización, tras haber propuesto la idea en su país. Es autor de Playing Monopoly with the Devil: Dollarization and Domestic Currencies in Developing Countries (publicado por Yale University Press en 2006) y co-autor con Benn Steil de Money, Markets and Sovereignty (Yale University Press, 2009). Hinds también es columnista de El Diario de Hoy de El Salvador. En 2010, obtuvo el Premio Hayek del Manhattan Institute.