INTERNACIONALES : MATIAS E. RUIZ

De la represión de Maduro al nuevo terrorismo estatal de gravitación y proyección transnacional

Paulatinamente, el régimen de Nicolás Maduro comienza a notificarse de que ha perdido el control del escenario socioeconómico en Venezuela.

26 de Marzo de 2014

Paulatinamente, el régimen de Nicolás Maduro comienza a notificarse de que ha perdido el control del escenario socioeconómico en Venezuela. Como muestra, la prensa mundial se hace eco, con rigor diario, de la cifra actualizada de muertes devuelta por la espiral de violencia que diera inicio hace algo menos de un mes en la nación caribeña -y teniéndose en cuenta que la mayoría de esos decesos ha tenido lugar a manos de elementos paramilitares -colectivos, con formación y comportamiento celular, bien entrenado en el uso de armas de puño y rifles de alto poder- bajo comando directo de Miraflores. En tanto los mecanismos represivos ordenados desde Caracas también cuentan con el visto bueno y el apoyo logístico de La Habana -que utiliza al territorio venezolano como una suerte de zona buffer, sin mediar necesariamente consideraciones geográficas, aunque sí estratégicas-, Cuba y Caracas recurren a aquéllos para construir un mensaje, a saber, que el disenso jamás será tolerado. Y que el consorcio cimentado en la ideología del socialismo del siglo XXI luchará hasta las últimas consecuencias con la mira puesta en no perder su cabecera de playa venezolana.

Asimismo, ya se ha vuelto lícito analizar los homicidios atribuíbles al espectro chavista bajo la figura del asesinato extrajudicial. Definición que, conforme al derecho internacional, remite al asesinato de personas por parte de autoridades gubernamentales sin mediar sanción de decisión judicial alguna, y descartando de plano el debido proceso. Territorio pantanoso en donde la Carta Democrática de la Organización de Estados Americanos (OEA) se vuelve una entelequia y en el que, en simultáneo, la labor de su Secretario General José Miguel Insulza se exhibe abundante en contradicciones. Especialmente luego de lo actuado por el organismo en ocasión de apuntalar con llamativo ahínco a Manuel 'Mel' Zelaya, ex presidente hondureño depuesto por el parlamento de su país. En paralelo, la recopilación de informes originados en la inteligencia occidental y la prensa internacional que exploraban en detalle los vínculos de Zelaya con el tráfico de cocaína por tonelaje -así como también su probada connivencia con altos personeros del chavismo venezolano en la concreción de estos negocios ilícitos-, solo logran contribuir a ensombrecer la gestión Insulza aún más. A tal efecto, tampoco se han conocido comunicados oficiales de parte de la Junta Interamericana de Defensa -dependiente de OEA-, frente a las denuncias de índole open source que refieren a la inserción de tropas cubanas en territorio nacional venezolano. Fuerza expedicionaria clandestina que un sinnúmero de fuentes describen como compuesta por no menos de treinta mil elementos y que involucra cuerpos dedicados a inteligencia, represión, intimidación pública, y custodia protectiva para el presidente Nicolás Maduro Moros.

Este espectrograma se presenta perturbadoramente lindante con el concepto de guerra proxy -traducido equívocamente al español como guerra subsidiaria-, en la que los antagonistas utilizan a terceros países como proscenio para resolver sus disputas. Aunque, a diferencia de la Guerra Fría, en esta oportunidad Cuba no debe hacer frente a ejércitos regulares, sino a la ciudadanía movilizada de un país amigo. El esfuerzo de censura en los medios de comunicación de Venezuela, la inserción solapada de tropas cubanas por vía aérea, el hecho de que tales fuerzas no operen de uniforme o fajina, y el acercamiento de La Habana a representantes en la órbita de la Organización de Estados Americanos se combinan para que la acción militar de la isla en la América del Sur pase lo más desapercibida posible. Ecuación que solo podrá ser puesta en jaque por el factor tiempo, y que podría empujar a la curiosidad analítica a colegir que el alto estamento cubano-castrista ejercita sus intereses clonando el approach de Teherán con su alter ego Hezbolá: de lo que se trata es de morigerar la responsabilidad cubana en el desbarajuste registrado en el norte sudamericano.

Precisamente, durante las últimas semanas, Maduro y los socios bolivarianos del ALBA (garantizándose la notable colaboración de la brasileña Dilma Rousseff, la presidente argentina Cristina Fernández de Kirchner, de la recientemente asumida Michelle Bachelet en Chile, del colombiano Juan Manuel Santos, y del jefe de Estado uruguayo José Mujica) han puesto peculiar empeño en lograr que la OEA someta a tratamiento la Variable Venezuela y su recurrente escalada de homicidios, a puertas cerradas. Solo Estados Unidos, Canada y Panamá presentaron mociones en oposición a esta iniciativa, que el concierto internacional interpreta como un procedimiento explícito para ocultar los hechos de violencia que arrinconan al gobierno en Caracas y que contribuyen a exponer la agenda secreta del régimen castrista.

Influenciada por la experiencia subversiva y el libreto del subsistema cubano, Caracas hace frente a las protestas ciudadanas asignando al conflicto un carácter asimétrico. En este sentido, y en un aspecto más técnico, el gobierno venezolano despliega activamente recursos derivados de la guerra no-cinética, a criterio de complementar su accionar físico que, como se ha visto, comprende el uso de fuerzas paramilitares para sofocar la disidencia:

- Interrupción y/o disrupción de las comunicaciones (líneas telefónicas, televisión por cable) a través del uso de dispositivos diseñados específicamente para tal fin;
- Bloqueo activo de señales de Internet, con el propósito de denegar el acceso a Twitter, Facebook y redes sociales en general;
- Operaciones de guerra psicológica: endilgando a manifestantes, dirigentes políticos opositores, periodistas, estudiantes y ciudadanos comunes acusaciones de golpismo; declarando en comunicados oficiales que aquéllos se desempeñan subterráneamente bajo el auspicio de naciones extranjeras, banqueros 'de derecha', etcétera; prefabricando titulares y cargos de intentos destituyentes a elementos del alto mando de las fuerzas armadas locales; estigmatizando a centrales de prensa foráneas, para alinearlos con el discurso oficial bajo amenaza de forzarlos a abandonar el país; cohesionando por vía de la propaganda a sectores potencialmente disidentes, para que eviten desplazarse hacia el eje de la oposición en el futuro inmediato. 
- Finalmente, construyendo consensos junto a países de filiación ideológica afín, con la meta de generar la percepción de que el régimen combate contra pretendidos vectores exógenas que se conjuntan para 'atentar contra la democracia'. Terreno en donde ALBA, UNASUR y OEA ganan empuje como vehículos fundamentales en el proceso de propagación de la dialéctica y la retórica chavista-socialista

A la postre, el modelo comunista de los hermanos Castro -motor primigenio de la represión en el teatro de operaciones venezolano- se muestra compelido a no perder control sobre los recursos energéticos que le provee la nomenklatura caraqueña desde PDVSA. Colofón de la geopolítica global: su manual de procedimientos y paradigma de subsistencia no operan conforme a límites éticos prestablecidos y, bajo este precepto, fogonea la construcción de subsistemas de gobierno que se reflejan no solo en la cooptación e infiltración de aparatos estatales, sino también en actividades non sanctas como tráfico de drogas a gran escala y el lógico subproducto de éste, a saber, el lavado de activos financieros. Nutriendo complicidades entre sus representantes políticos encaramados al poder no solo en Venezuela, sino también en Bolivia y en la Argentina. En otros planos, La Habana promociona -en países con los que su ideología exhibe afinidad- la tercerización de convenios con otras naciones paria. De tal forma que la República Islámica de Irán capitaliza esta ventana de oportunidad para hacer su ingreso en Latinoamérica, negociando acuerdos de cooperación científico-tecnológica, militar y de comunicaciones, económica (principalmente energética) y/o bien política en una miríada de frentes: Caracas, La Paz, Quito y Buenos AiresSe asiste, pues, a un patrón bien aceitado de terrorismo de Estado con proyección supranacional, y portador de mecanismos de justificación mancomunada de parte de subbloques regionales y una intoxicación planificada de organismos multilaterales.


En simultáneo, los prolegómenos de la intervención militar de la Federación Rusa en la península de Crimea han servido como combustible para los objetivos del eje La Habana-Caracas. Así es como el castrochavismo se ha mostrado predispuesto al flirteo con Moscú, para que Vladimir Putin analice seriamente un incremento de su presencia militar en Sudamérica. El efecto multiplicador asociado a esta narrativa: consensuar el ingenio de una sinergia que, desde la propaganda, ponga el foco sobre las debilidades inherentes a la doctrina de repliegue de la Administración Obama. La pérdida de reflejos del presidente estadounidense en materia de política exterior ya conduce a un sendero de padecimientos, en el cual Washington recepciona críticas severas por desentenderse de sus socios estratégicos de la OTAN de cara a la amenaza rusa, de la descontrolada guerra civil siria y, próximamente, de la debacle institucional de no pocos países en la América Latina que sienta las bases para un cataclismo económico de proporciones.

Al cierre, no queda mayor margen para aspirar a una resolución pacífica de la situación en Venezuela. No cuando Miraflores, La Habana y sus socios sudamericanos eluden notificarse de que la violencia ha sido consecuencia directa de la explosión de variables macroeconómicas que han servido para potenciar el malestar ciudadano. Conforme lo pergeñado en Angola en los años sesenta/setenta y en la extensa geografía del continente americano en tiempos pasados, Cuba ha sido eficiente a la hora de exportar su promocionada revolución. No obstante -y en paralelo-, ese proceso también se las ha arreglado para exportar los peores corolarios de ese apasionamiento retórico: inflación, escasez, empeoramiento de la calidad de vida, violencia asociada al delito, derrape institucional y corrupción. En definitiva, destrucción completa del tejido societario, allí donde el comunismo aggiornado en socialismo ha plantado raíces.
 

 

Sobre Matias E. Ruiz

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.