ESTADOS UNIDOS: JAMES M. ROBERTS

Estados Unidos: la ayuda exterior y la corrupción

¿Por qué algunas naciones que, tras recibir año tras año ayuda exterior de los Estados Unidos, parece que nunca mejorasen o saliesen de la fase de dependencia?

19 de Marzo de 2014
¿Por qué algunas naciones que, tras recibir año tras año ayuda exterior de los Estados Unidos, parece que nunca mejorasen o saliesen de la fase de dependencia?
 
Quizás la principal razón sea la corrupción. Es la 'preexistencia' que impide que muchos beneficiarios de la ayuda lleguen a recuperarse. Se trata de un obstáculo enorme para el crecimiento económico, que es por lo que estará condenado al fracaso cualquier programa de Estados Unidos de ayuda al desarrollo que no haga de las iniciativas anticorrupción una de sus principales prioridades.
 
Recientemente, el Congreso envió precisamente ese mensaje a la Administración Obama. En el 'apartado informativo' adjunto al proyecto de ley 'ómnibus' del billón de dólares que financia la Corporación del Reto del Milenio (MCC), el Congreso lanzó la acusación de que los criterios anticorrupción que la MCC ha estado utilizando se han suavizado con la Administración Obama y corren el riesgo de debilitar la integridad del modelo de la MCC.
 
Ese modelo se estableció en 2003 con el fin de crear un nuevo paradigma para la distribución del dinero recaudado con los impuestos y destinado a la ayuda exterior estadounidense. Los beneficiarios deben reunir unos estándares mínimos en cuanto a Estado de Derecho e indicadores de la corrupción, así como acordar la adopción de mejores normativas de modo que puedan empezar a crecer económicamente por sí mismos.
 
Los países no deberían ser eternamente dependientes de la asistencia de Occidente. Los resultados positivos del modelo de la MCC han demostrado que éste funciona, y que el ciclo de la dependencia puede quebrarse.
 
Desafortunadamente, los débiles sistemas judiciales y la corrupción en los sectores público y privado obstaculizan en gran medida a las instituciones democráticas e impiden que muchos países con posibilidades de adscribirse a la MCC crezcan y se desarrollen. Y, lo que es peor, los indicadores anticorrupción de la Administración Obama para tener acceso a la ayuda no son lo suficientemente rigurosos. El apartado informativo del estudio del Congreso tiene específicamente en cuenta la desmedida influencia de las organizaciones delictivas y el débil cumplimiento de los contratos del sector privado en estos países.
 
Véase el ejemplo de la aprobación por parte de la MCC, en septiembre de 2013, de un segundo acuerdo de cinco de años con El Salvador por valor de US$277 millones, a pesar de las numerosas pruebas de que con el partido en el gobierno, el FMLN, El Salvador se ha vuelto más pobre, menos democrático y menos libre. Quizás como resultado de la reacción negativa a la aprobación de El Salvador, a finales de 2013 la MCC no volvió a elegir a dos países con los que tenía acuerdos, Benín y Sierra Leona, ya que no pasaron las pruebas de corrupción.
 
La ayuda exterior tradicional, que se basa en un modelo de gobierno a gobierno, no hace lo suficiente para generar sobre el terreno oportunidades sostenibles y significativas para las personas de las naciones en desarrollo. En cambio, tiende a promover normativas que crean distorsiones económicas y a fomentar la dependencia del gobierno. Refuerza, en lugar de arreglar, los problemas de socavan el desarrollo sostenible, incluída la corrupción.
 
Para acabar con la mentalidad de la dependencia, Estados Unidos debe alejarse del fallido modelo de la ayuda exterior tradicional. Como indica Ben Leo, del Centro para el Desarrollo Global (Center for Global Development), la MCC es el único programa de ayuda exterior de Estados Unidos que, de manera coherente, ha centrado su atención en la ayuda al desarrollo en los aspectos que los países en desarrollo realmente desean: empleo/ingresos e infraestructuras. Cuando la ayuda de EE.UU. ha estado en clara consonancia con esas prioridades, 'normalmente la MCC ha sido el motor que las ha impulsado', explica Leo.
 
Pero, ¿qué hemos visto desde 2009 con la Administración Obama? Pues, a una MCC que financia proyectos que se desvían por completo del mandato central de la MCC de anticorrupción y Estado de Derecho, por ejemplo, proyectos que promueven 'aparatos domésticos energéticamente eficientes y de bajas emisiones' y parques eólicos en Mongolia; $332.5 millones para un 'Proyecto de Prosperidad Verde' para reducir los gases de efecto invernadero en Indonesia; un proyecto de una planta solar en Tanzania; y una 'inversión' educativa de la MCC de $140 millones en Georgia para ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas.
 
Estos programas, sean cuales sean sus méritos globales, se parecen a los tradicionales programas de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), a pesar de que la MCC se diseñó para evitarlos.
 
El Senado de Estados Unidos está a punto de confirmar a Dana Hyde como 4ª directora ejecutiva en la década de historia de la MCC. Esperemos que Hyde y la Administración Obama escuchen este reciente mensaje del Congreso para que así la MCC pueda convertirse de nuevo en el motor que impulse un cambio positivo en los programas de ayuda exterior del siglo XXI.
 
Si la MCC continúa transformándose en una especie de pequeña USAID, inevitablemente, el Congreso se cuestionará la necesidad de seguir financiándola. Y Hyde podría acabar siendo el último director ejecutivo de la MCC.


Artículo original en inglés, en http://blog.heritage.org/2014/02/09/corruption-blocks-influence-foriegn-aid/
 
 
Sobre James M. Roberts

Es Analista en temáticas de Libertad Económica y Crecimiento en el Centro para Comercio Internacional y Economía (CITE). Responsable de tareas de investigación, desarrollo y análisis del Indice de Libertad Económica (desarrollado en conjunto entre la Fundación Heritage y The Wall Street Journal). Sirvió durante 25 años en el Departamento de Estado, desempeñándose en el servicio exterior en las embajadas de los Estados Unidos en México, Portugal, Francia, Panamá y Haití