INTERNACIONALES : JUAN CARLOS HIDALGO

De cómo el socialismo ha destruido a Venezuela

Milton Friedman supo decir que, si se ponía al Estado a cargo del desierto del Sahara, eventualmente habría una escasez de arena...

05 de Marzo de 2014
Milton Friedman supo decir que, si se ponía al Estado a cargo del desierto del Sahara, eventualmente habría una escasez de arena. De tal forma que no debería sorprender que, luego de catorce años de gobierno socialista, Venezuelapaís con las reservas petroleras más grandes del mundo— actualmente esté importando gasolina. Este hecho resalta el doloroso descenso de Venezuela hacia el caos, al tiempo que colapsa la economía y se deshace el tejido social de la nación.
 
Venezuela está presenciando las protestas más importantes de la última década. El gobierno del presidente Nicolás Maduro ha reprimido las manifestaciones con una fuerza sin precedentes, utilizando a la Guardia Nacional Bolivariana y a pandillas paramilitares. Al menos 14 personas han sido asesinadas, cientos de personas han sido detenidas —incluyendo a Leopoldo López, uno de los líderes más emblemáticos de la oposición— y se ha reportado más de una docena de casos de tortura.
 
El principal motivo detrás de las protestas es el hecho de que un gran segmento de la población está harto de vivir en una economía en rápido declive. A pesar de haber recibido US$1 billón en ingresos petroleros desde 1999, el gobierno se ha quedado sin dinero y, ahora, depende considerablemente de la impresión de dinero para financiarse. El resultado es la tasa de inflación más alta en el mundo: oficialmente 56 por ciento el año pasado, aunque según los cálculos realizados por Steve Hanke, de la Universidad Johns Hopkins, la tasa anual implícita de inflación es 330 por ciento.
 
El gobierno reaccionó a la inflación rampante aplicando el libreto socialista: impuso controles de precios draconianos y ha allanado a empresas que acusa de especulación. Como resultado, se registra una escasez generalizada de alimentos y medicinas, y las personas deben colas por horas en los supermercados. El índice de escasez producido por el Banco Central de Venezuela llegó al 28 por ciento en enero, lo que significa que uno de cada cuatro productos básicos no está disponible en cualquier momento. De alguna forma, el papel higiénico ahora es más valioso que los bolívares, la moneda nacional.
 
El sector productivo ha sido diezmado tras cientos de nacionalizaciones y expropiaciones. El petróleo constituye hoy el 96 por ciento de los ingresos por concepto de exportaciones, luego de que fuera un 80 por ciento hace una década. Peor aún, debido a una administración incompetente de PDVSA, el monopolio estatal de petróleo, la producción ha caído en un 28 por ciento desde el 2000, siendo Venezuela el único productor importante de energía en el mundo que ha experimentado un declive durante este último cuarto de siglo.
 
Las dificultades económicas que enfrentan los venezolanos se agravan con un auge terrible del crimen. El país es ahora uno de los más peligrosos del globo, con casi 25.000 homicidios en el 2013 —una tasa de homicidio de 79 asesinatos por cada 100.000 habitantes. Una de las razones por las que las protestas están recrudeciendo, a pesar de la brutal represión, es que el país se está haciendo rápidamente invivible y muchos venezolanos piensan que tienen poco qué perder. 
 
Al tiempo que la economía entra en una espiral fuera de control, el gobierno está dejando a un lado cualquier pretensión de ser democrático. Maduro, que actualmente goza del poder de gobernar por decreto, ha consolidado el control del régimen sobre la prensa: todas las estaciones de televisión o pertenecen al gobierno o siguen su línea. Los canales internacionales han sido bloqueados de la transmisión por cable. El gobierno le ha revocado la licencia a docenas de estaciones de radio independientes, y los periódicos, el último bastión de la prensa libre en Venezuela, están a semanas de cerrar porque Miraflores les niega las divisas que necesitan para comprar papel con el cual imprimir sus ediciones.
 
El principal reto de Nicolás Maduro es que no goza del mismo nivel de lealtad, mucho menos de adoración, que su antecesor Hugo Chávez. Por lo tanto, con la ayuda indispensable del aparato de seguridad de Cuba, depende cada vez más de tácticas despiadadas para lidiar con la oposición. Recientemente incluso llegó a decir que no le importa que lo llamen dictador. Desafortunadamente, las fuerzas armadas y la Guardia Nacional están firmemente alineadas con el gobierno y hay pocas posibilidades de que titubeen al momento de ejercer una violencia sin límites contra civiles desarmados. Sin presión diplomática alguna por parte de otras naciones latinoamericanas o grupos regionales como la Organización de Estados Americanos (OEA), el gobierno venezolano tiene vía libre para reprimir a su pueblo.
 
Venezuela fue una vez el país más rico de Sudamérica, recibiendo inmigrantes de todas partes del mundo. Durante muchos años, también fue una democracia notable en una región en la que la mayor parte de las naciones eran gobernadas por dictaduras militares. Hoy, el socialismo ha convertido a Venezuela en un país autoritario y arruinado del que miles tratan de escapar cada año.

Tomando en cuenta que millones de venezolanos ya no están dispuestos a soportar condiciones de vida en franco deterioro, y el hecho de que el gobierno está dispuesto a tomar cualquier medida necesaria para mantenerse en el poder, pareciera que lo peor todavía está aún por verse.
 
Sobre Juan Carlos Hidalgo

Es Analista de Políticas Públicas para América Latina en el Cato Institute. Escribe frecuentemente sobre temas de actualidad, y sus trabajos han sido publicados en los principales periódicos latinoamericanos como La Nación (Argentina), El Tiempo (Colombia), El Universal (México) y El Comercio (Perú). También ha sido entrevistado en medios internacionales como BBC News, Al Jazeera, CNN en Español, Univisión, Telemundo, Voice of America, entre otros. Es graduado en Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional de Costa Rica y obtuvo su Maestría en Comercio y Política Pública Internacional en George Mason University.