POLITICA: MATIAS E. RUIZ

Pejotistas sin sorpresa, al rescate emocional de Cristina

Con paciencia -apenas registrada la desaparición física de Néstor Carlos Kirchner-, Cristina Fernández allanó el camino para la implosión definitiva...

06 de Febrero de 2014

Con paciencia -apenas registrada la desaparición física de Néstor Carlos Kirchner-, Cristina Fernández allanó el camino para la implosión definitiva del erario público. Configuró las variables de esta fórmula -como ya es obvio- desde la sobreimpresión de pesos con miras a sostener el gasto de la Administración, cimentado en la épica perpetuación del subsidio. En tanto las consecuencias son ahora padecidas por los ciudadanos de a pie (inflación anualizable al 50% y en ascenso, devaluación violenta, estallido del tipo de cambio, licuación de reservas del Banco Central de la República, desabastecimiento, rebeldía incipiente de comerciantes minoristas), asoma un corolario: si la Señora jamás había puesto empeño en dilucidar el origen de la fortuna familiar, mal podía esperarse que invirtiera tiempo en averiguar fehacientemente cómo se apalancaban los números de su gobierno. A la postre, a nadie debería sorprender que la suerte del cristinismo estaba sellada desde el inicio y, en el mismo tren de pensamiento, puede certificarse que la 'corrección' del rumbo demandada por las voces de la política languidece en el terreno de la ensoñación y de un utopismo tan presuntuoso como estúpido.

Así las cosas, los análisis macroeconómicos pueden destacar por la pulcritud y la presteza, pero terminan ejerciendo una acción soporífera: a la sociedad no le interesan realmente la disponibilidad de reservas líquidas del BCRA, las cifras de la recaudación a nivel nacional, el color de la corbata de Ricardo Echegaray ni el resultado de la balanza comercial al cierre del mes. El ciudadano también se ha entrenado en el arte de olfatear la sangre: si, por estas horas, la gente se agolpa en bancos y financieras para hacerse de su cuota de dólares billete -así sean $100, $200 o $700-, es porque percibe que algo sucede, y porque ha decidido que su única misión es resguardar su poder adquisitivo. De súbito, el argentino promedio muta su inexplicable pasividad en un apetito voraz para proteger lo que es suyo. Los primeros días de febrero han ofrecido una muestra cabal de este comportamiento, en tanto que lo propio puede preverse para los albores de marzo. Y ya no existen creatividad ni servomecanismos represivos capaces de torcer el resultado.

Acaso como insalvable subproducto del caos macroeconómico, la continuidad constitucional hizo su aparición en escena. Con diferencia de horas, sobrevinieron, entonces, las advertencias del gobernador misionero Maurice Closs y del otrora sindicalista del oficialismo, Antonio Caló. El condimento para sazonar la áspera receta quedó en manos de Elisa Carrió, quien desparramó responsabilidades y autorías sobre la crisis en la "mafia del peronismo". El conglomerado peronista tomó la posta en la voz del riojano Jorge Yoma: el ex Senador Nacional por el Frente Para la Victoria explicitó, despojado de pasiones y prejuicios, que Cristina Fernández debía cambiar el rumbo o abandonar el poder prematuramente.

Pocos podrían describir los crudos conceptos de Carrió como candorosos: la chaqueña golpeó primero, cabalgando sobre la difundida percepción ciudadana de que peronismo, menemismo, kirchnerismo, duhaldismo y cristinismo son, en esencia, harina del mismo costal. En tanto resulta insoslayable que esta prerrogativa cala hondo en el inconsciente colectivo -sobre todo desde las Presidenciales de 2011, instancia en la que el pejotismo duhaldista fracasó al momento de intentar diferenciarse de la propuesta electoral del oficialismo-, el combate retórico contra aquélla se hace cuesta arriba para los autoproclamados herederos de Perón. La estratagema de la nativa de Resistencia comparte atisbos convenientemente extraídos de la moderna ciencia de la mercadotecnia: Carrió trabaja para, desde sus fugaces apariciones en Todo Noticias, reposicionar a la competencia. Y podría decirse que, al margen de sus desperfectos y su sincretismo escatológico-misticista, ha aterrizado primero que nadie en la mente de su público objetivo. Clausewitz, en estado puro.

Por lo pronto, la autocrítica que ahora encarnan personeros destacados del partido gobernante parece arribar algo tarde. La desesperación registrada en los cafetines peronistas alcanza decibeles tan altos, que han logrado filtrar a los medios de comunicación el anteproyecto para deshacerse de la viuda de Kirchner, antes de que ésta aniquile las escuálidas existencias del Central. Eventualidad que no solo conduciría a una hiperinflación sino a, peor que eso -en esta, su óptica- la firma del certificado de defunción de todo lo que conlleve aroma a PJ. La táctica de autopreservación (conforme ya se anticipara hace meses desde este espacio): imponer a Daniel Osvaldo Scioli como presidente interino, respaldado por un bosquejo de plan económico que actualice tarifas y detenga la sangría de divisas. Los padres de esta convergencia numerológica: Roberto Lavagna y Miguel Bein. El ejecutor político en las sombras de la mancomunidad: el ex funcionario noventista Carlos Corach, que oficia de operador silencioso para el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires. En el quebranto, más de uno se mostrará tentado de extrapolar que la citada cofradía (ya jocosamente bautizada como "Movimiento Federalista 17 de Marzo") se proponga ofrecerle a Cristina un refinado salvoconducto con el cual ahorrarse grises caminatas por los pasillos de Comodoro Py. Y, para el caso en que la viuda resistiera la indecente propuesta, cómputos de segunda línea obedecerían a la puesta en marcha de un golpe de mercado, para eyectar a la Jefa "por las malas" (dixit). Allí donde hay palomas, siempre hay halcones.

A la hora del saldo, y como solía decirse de la antigua Roma, todos los caminos conducen a César Milani. Trátase del autodesignado "General del Pueblo" -e inseparable aliado de Hebe Pastor de Bonafini- que se dispone a sostener el marchito modelo, a cualquier precio.

No ha quedado, el Ejército, reducido a apagados "zorros grises": abunda la ferretería. El Congreso y sus taciturnos protagonistas podrían, de una vez por todas, dejar de informarse con Tiempo Argentino y la Televisión Pública.
 

 

Sobre Matias E. Ruiz

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.