SOCIEDAD | OPINION: ANTONELLA MARTY

Quiebra moral y degradación de las instituciones

Es irrebatible que el primer blanco de los gobernantes populistas son las instituciones.

24 de Enero de 2014
Es irrebatible que el primer blanco de los gobernantes populistas son las instituciones. Ante todo, es de utilidad comprender a qué llamamos instituciones y de qué manera nos afecta su deterioro.
 
La libertad es el condimento fundamental para que exista progreso y civilización en cualquier nación. Aquella hace que la crítica y el disenso sean posibles, amén de fomentar la alternancia en el poder, la diversidad de partidos políticos, de creencias y de ideas. Asimismo, cabe mencionar la importancia de la descentralización, ya que el poder exhibe una tendencia natural a concentrarse, en tanto el abuso del mismo por parte de los gobernantes deriva en la construcción de regímenes totalitarios que acaban cercenando las libertades individuales. 
 
Ahora bien, la libertad también permite que las instituciones florezcan, y se perfeccionen en su funcionamiento. Por instituciones, entendemos a las "reglas de juego" que imperan en un país. Aquellas reglas determinan -al menos en las naciones desarrolladas-, límites claros para la acción del Estado. Así, pues, no será difícil comprender que el populismo ha deteriorado a las instituciones en la región latinoamericana, conforme en la naturaleza de aquél revistan la prepotencia y una necesidad de dotar al aparato estatal de una autoridad ilimitada. 
 
Para observar los resultados de la demagogia populista, no hace falta alejarse de América Latina: contamos con los tristes ejemplos venezolano y cubano -sendero que ahora ha decidido transitar la Argentina

En varias naciones de la región, las instituciones democráticas han sido neutralizadas por gobiernos populistas; reemplazando a aquellas por el estado de ánimo del burócrata estatal que se ubica a la cabeza del poder. Debido a ello, se precisa comprender la necesidad de solucionar los problemas de fondo de la cuestión institucional. Solo de esta manera podrá hacerse frente a problemáticas profundas tales como la corrupción o la inseguridad, entre tantas otras. Recuperar las instituciones es fundamental para recuperar la región; la libertad tendrá aquí un rol principal.
 
Las únicas vías para reparar una nación y conducirla hacia la prosperidad son la libertad individual, la economía de mercado y un Estado de derecho. Ejemplos de ello sobran en todo el globo.

Cuando las instituciones no se encuentren sometidas al humor de un presidente, la ciudadanía se hará una idea más cabal respecto de la calidad de las mismas; finalmente, las instituciones volverán a resguardar al ciudadano frente al monopolio de la fuerza estatal. Sin instituciones, los ciudadanos se encuentran indefensos frente al gigantesco aparato estatal que el populismo ha gestado en nuestra región; con el agravante de que la gigantesca ingeniería del Estado también oficia de "politizador" de toda estructura. Allí donde debieran defenderse las libertades individuales y el Estado de Derecho, termina reinando un partido político carente de alternancia y dotado de plenos poderes para hacer y deshacer a gusto. 
 
Cuando se destierra la institucionalidad, la ciudadanía deja de creer en el organismo electoral de su país, en los cuerpos colegiados que deberían brindar seguridad, o en los órganos a cargo de brindar justicia y resguardar las libertades de los individuos. Venezuela es, en este sentido, el caso paradigmático en la región latinoamericana.

La falta de respeto por las leyes también es un factor común a las sociedades regidas por Estados totalitarios: el ciudadano promedio tiene a concluir que no tiene razones para respetar la legislación, si su gobierno tampoco lo hace. Lo cual remite a una de las consecuencias más destructivas del socialismo en su versión populista: la degradación cultural surgida de la bancarrota de las instituciones. Países que otrora fueron destinos de oportunidades para todo el mundo, han aterrizado ahora en un escenario de quiebra moral sin paralelo en sus historias.

No obstante, toda recuperación es posible, con la guía de la libertad y del respeto por el individuo. 
 
 
Sobre Antonella Marty

Tiene estudios en Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Abierta Interamericana. Es Miembro Fundadora del Grupo Joven de la Fundación Libertad. Investigadora Asociada de Fundación para El Progreso, Chile; miembro del Consejo Ejecutivo y Directora Regional por Argentina y Chile de Estudiantes por la Libertad. Publica novedades relativas al trabajo e investigaciones de think tanks de América Latina y los Estados Unidos de América.