ESTADOS UNIDOS: DAVID AZERRAD

¿Continúa siendo el gobierno de EE.UU. "para el pueblo"?

Hace 150 años, Abraham Lincoln pronunció el discurso más notable en la historia de los Estados Unidos. Ante el sangriento cambo de batalla de Gettysburg...

20 de Noviembre de 2013
Hace 150 años, Abraham Lincoln pronunció el discurso más notable en la historia de los Estados Unidos. Ante el sangriento campo de batalla de Gettysburg, Lincoln exhortó a la fracturada nación a dedicarse a la “tarea que aún resta” tras ese capítulo de la guerra. En sólo diez frases (272 palabras en inglés) dejó en claro las trascendentales implicaciones de la Guerra Civil: "Que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparecerá de la Tierra".
 
Fue necesaria una extensa Guerra Civil y cientos de miles de muertos pero, finalmente, Estados Unidos se deshizo del azote de la esclavitud y triunfó la causa democrática, confirmando así la opinión de Lincoln de que “las papeletas son las correctas y pacíficas sucesoras de las balas”.
 
El desafío para el gobierno democrático, sin embargo, no desaparecería. A finales del siglo XIX, el movimiento progresista emergió en EE.UU. Los Progresistas -tal como sus cercanos liberales de hoy día- siempre han mantenido una relación paradójica de cara a la democracia.
 
Por un lado, los progresistas supieron ser campeones en reformas democráticas, como el referéndum, las iniciativas para el voto, y la elección directa de senadores (los liberales de la actualidad pugnan por la elección popular del presidente del país).
 
Por otra parte, los progresistas siempre han cobijado una fuerte desconfianza hacia las masas no educadas. "El grueso de la Humanidad reniega rígidamente de lo filosófico y, por estos tiempos, el grueso de la Humanidad vota", escribió Woodrow Wilson. Ellos "se aferran a las armas, o a la religión, o a la antipatía hacia la gente que no es como ellos", citando la tristemente célebre expresión de Barack Obama.

Pero no todo está perdido, en tanto sepamos depositar nuestra fe en el mandato de los expertos -los "cientos de iluminados", en palabras de Wilson. Desde la ayuda de estos "iluminados", los progresistas construirían el estado administrativo moderno: un gobierno de élites, por los burócratas, y para lo que ellos consideran "lo mejor" para el pueblo. En definitiva, un gobierno "por encima" del pueblo.
 
Al día de la fecha, el liberalismo progresista continúa presentándose bajo la figura de ser "todo para el pueblo" (solo que, sencillamente, ellos no confían en que el pueblo pueda decidir por sí solo lo que es mejor para él).
 
Desde esta visión progresista, al pueblo, pues, debe ordenársele qué comer, qué bombitas de luz comprar, y en qué plan de salud registrarse. Y la voluntad del pueblo debe ser reconfigurada, toda vez que no voten "de la manera correcta". Como, por ejemplo, cuando el pueblo defiende una definición tradicionalista para el matrimonio.
 
El liberalismo progresista ha, en efecto, redefinido a la democracia, desde propuestas paternalistas: reconfigurar -a través de los medios que sean necesarios- aquello que el pueblo debería votar. Ojalá, el pueblo fuera lo suficientemente "iluminado" como para saber qué es lo mejor para él..
 
Esto, por cierto, no es democracia. Y resulta incompatible con aquello que James Madison calificó -en El Federalista- "la honorable determinación que motoriza a cada partidario de la libertad a depositar todos nuestros experimentos políticos en la capacidad de las personas para autogobernarse".
 
El solo hecho de declamar "para el pueblo" no convierte a un gobierno en democrático. Conforme lo enseñara el propio Abraham Lincoln en su discurso de Gettysburg (Gettysburg address), también debe ser "de" y "por" ese pueblo.


El discurso de Lincoln

"Hace ochenta y siete años, nuestros padres hicieron nacer -en este continente- una nueva nación, concebida en la libertad y consagrada en el principio de que todas las personas son creadas iguales.
 
Ahora, estamos empeñados en una Gran Guerra Civil que pone a prueba si esta nación, o cualquier nación así concebida y así consagrada, puede perdurar en el tiempo. Estamos reunidos en un gran campo de batalla de esa guerra. Hemos venido a consagrar una porción de ese campo como lugar de último descanso para aquellos que dieron aquí sus vidas, para que esta nación pudiera vivir. Es absolutamente correcto y apropiado que así lo hagamos.
 
Pero, en un sentido más amplio, nosotros no podemos dedicar, no podemos consagrar, no podemos santificar este terreno. Los valientes hombres -vivos y muertos- que lucharon aquí ya lo han consagrado, muy por encima de lo que nuestras pobres facultades podrían añadir o restar. El mundo apenas advertirá, y no recordará por mucho tiempo, lo que aquí digamos; pero nunca podrá olvidar lo que ellos aquí hicieron. Somos, antes bien, nosotros, los vivos, quienes debemos consagrarnos a la tarea inconclusa que quienes aquí lucharon hicieron avanzar tanto y tan noblemente. Somos, antes bien, los vivos quienes debemos consagrarnos aquí a la gran tarea que aún resta ante nosotros: que, a partir de estos muertos a quienes honramos, demostremos mayor devoción a la causa por la que ellos dieron hasta la última medida de devoción que tenían. Que, firmemente, convengamos en que estos muertos no hayan ofrecido su vida en vano. Que esta nación, Dios mediante, verá un nuevo nacimiento de libertad. Y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparecerá de la Tierra".
 
 

* Traducción al español: Matías E. Ruiz | Artículo original en inglés, en http://blog.heritage.org/2013/11/19/gettysburg-address-is-our-government-still-of-the-people/
 
 
David Azerrad | Heritage Libertad, The Heritage Foundation