POLITICA: PABLO PORTALUPPI

Daniel Scioli: crónica de un hombre gris

En esta época de fuertes dicotomías y del uso y abuso de la dialéctica amigo-enemigo, se ha escuchado no pocas veces en boca de encumbrados dirigentes del oficialismo...

19 de Noviembre de 2013
En esta época de fuertes dicotomías y del uso y abuso de la dialéctica amigo-enemigo, se ha escuchado no pocas veces en boca de encumbrados dirigentes del Twitter, Pablo Portaluppioficialismo la frase "A los tibios, los vomita Dios". Quien esto escribe, considera que es una de esas frases que suenan lindo, pero que nada significan. Pertenece al mismo grupo de sentencias tales como "El sentido común es el menos común de los sentidos" (?). Pero no nos desviemos de la senda.

De acuerdo al espectro K, el Creador vomitó a Daniel Osvaldo Scioli, ex menemista, ex rodriguezsaadista, ex duhaldista, y actual Gobernador de la Provincia de Buenos Aires.

El también ex motonauta (se dice que fue campeón, pero quizás alguien deba, alguna vez, indagar al respecto; por cuanto se desconoce a ciencia cierta campeón de qué) se proyectó a la política de la mano del ex presidente Carlos Saúl Menem, como en su oportunidad lo hicieran el ahora retirado Ramón "Palito" Ortega y el eternamente esquivo Carlos "Lole" Reutemann. Estos dos últimos dieron el batacazo ganando sus provincias, Tucumán y Santa Fe, respectivamente, convirtiéndose ambos en gobernadores. El bueno de Daniel debió conformarse con una diputación en 1997, conforme su distrito, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, fue casi siempre resbaladiza para el peronismo.

Scioli exhibe hoy una exasperante carencia de definiciones, aunque la historia conmemorará que no siempre ha sido asi. Fue ferviente defensor de la convertibilidad (1 dólar equivalía a 1 peso; dato útil para muchos jóvenes), modelo instaurado en 1991 por el ex primer mandatario riojano y su entonces ministro de Economía Domingo Felipe Cavallo, y que explotara por los aires apenas diez años después, Alianza mediante.

A tal punto defendía Daniel Osvaldo el citado modelo, que hay algo que seguramente pocos recordarán: en tiempos de la campaña legislativa de 2001, aquella en la que se votó a Clemente y al General Don José de San Martín, entre otros, y apenas dos meses antes de la caída del por entonces jefe de Estado Fernando De la Rúa, Scioli se presentó como candidato a Diputado por la Capital Federal, por el Partido Justicialista. Aunque en mucho se asemejaba a un candidato del gobierno de la Alianza: defendía a capa y espada el 1 a 1, siendo uno de los pocos que seguía defendiendo el "modelo". Recordemos, por si acaso, que Cavallo -padre de la Convertibilidad- era en ese momento titular de la cartera de Finanzas de la Administración delarruísta.

Dos meses después de aquellos comicios, en los cuales triunfó el voto en blanco, el gobierno de la Alianza estalló (literalmente -recordemos la imagen del helicóptero) y asumió -nadie sabe bien por qué- el entonces Gobernador justicialista de San Luis, Adolfo Rodríguez Saá. Ni lerdo ni perezoso, Scioli se convirtió en Secretario de Turismo y Deportes, función que mantuvo durante la presidencia de Eduardo Duhalde.

Hasta aquí, al menos, Daniel Scioli no compartía imagen de tibio. Se jugó fuerte por la Convertibilidad y por la figura de sus creadores, mas no tuvo problemas en enfrentarse a su padrino en la política, el propio Carlos Menem, cuando -en las Presidenciales de 2003- fue como candidato a vice de Néstor Carlos Kirchner, fórmula apoyada por el entonces primer mandatario Eduardo Duhalde, a criterio de evitar un triunfo del riojano. Será, acaso, recomendable reconocer que el ex motonauta jamás se refirió al riojano en malos términos cuando, durante muchos años, "pegarle" a Menem era el deporte nacional por excelencia.

Durante su gestión en Turismo -en especial durante el duhaldismo-, comienza la reinvención de Daniel Scioli. Faena lograda no debido a sus escasos méritos, sino al apoyo fundamental que aún parece seguir teniendo: los medios de comunicación, que jamás hablan mal de su persona. Allá por 2002, empezó a hablarse de la "excelente gestión" al frente de Turismo, algo en los hechos incomprobable. En verdad, el verdadero mentor de la explosión turística -y proveniente del exterior- fue la devaluación propiciada por Duhalde y su entonces ministro de Economia, Jorge Remes Lenicov, que pulverizó justamente a la Convertibilidad... programa que Scioli tanto se esforzó en respaldar.

Demasiada prensa a favor, cara de bueno, un lenguaje coloquial y vulgar, y el relato épico del "hombre que había sufrido un grave accidente en el que perdió un brazo", allá por 1989. Todo a favor para escalar posiciones en un país donde se premian esas, digamos, "cualidades", pero jamás la coherencia, las ideas, ni las propuestas.

Y Daniel aterrizó como Vicepresidente; puesto que, a pesar del carácter decorativo del cargo, no deja de ser un puesto situado a apenas un paso del premio mayor, el sillón de Rivadavia. Todo remitía a camino de rosas: un hombre de escasas luces e incapaz de hilvanar dos frases seguidas, en menos de diez años había llegado a ser Vicepresidente de la Nación. Y, entonces, se le ocurrió hablar por sí mismo, y eso, en el Universo K, es pecado. Frente a periodistas, declaró que había que revisar las tarifas de los servicios públicos, congeladas desde hacía un año y medio atrás por la Administración Duhalde. Y Néstor Kirchner no se la perdonó: decidió enviarlo a "Siberia". Fue en ese entonces cuando Daniel Osvaldo Scioli se convirtió en lo que es hoy: un hombre gris. Mendigando, pidiendo clemencia, hablando siempre de las cloacas que hizo y del optimismo, aceptando una candidatura testimonial (como tantos otros, es necesario decirlo), "poniendo las dos mejillas" para que Néstor y Cristina lo pisoteen sin piedad o hablen mal de él en público (recordemos el discurso de Cristina Senadora y del discurso de Kirchner poco antes de morir, pidiéndole que dijera quién le ataba las manos frente al problema de la seguridad)... bancándose que lo asfixien financieramente. En fin, un símbolo perfecto de la indignidad a la que se vio sometido el país desde el arribo del kirchnerismo.

Pero no es el objeto de esta nota recapitular el destrato K. De lo que se trata es de referirnos a Scioli; ese hombre carente de la más mínima cualidad intelectual, incapaz de compartir ideas propias, siempre predispuesto a "codearse" con la farándula, que no dice nada digno de ser escuchado (desde lo periodístico, entrevistarlo es exponerse a una insoslayable pérdida de tiempo), y que se ha caracterizado por llevar adelante una gestión cuando menos mediocre al frente de la Provincia (se conoce de docentes que no cobran hace meses, de proveedores del Estado provincial que, con mucha fortuna, cobran entre seis meses y un año después, el auge del delito y la inacción registrada desde La Plata, el abandono de los bonaerenses que padecieron las inundaciones, etcétera).

Pero Scioli es un hombre con muy buena prensa. Prensa que se encarga de afirmar que sus exasperantes indefiniciones nada tienen que ver con su cobardía y su mediocridad sino que, antes bien, se trata de una "estrategia". Prensa que no se cansa de repetir que Scioli es presidenciable, pese a la derrota de "su" candidato en las últimas Legislativas, Martín Insaurralde. Prensa que jamás habla mal de él. Nadie duda de que sea un buen tipo, pero lo cierto es que, con eso, no alcanza.

Existen quienes declaman que, en rigor, Scioli es un hombre que sólo piensa en él. Podría ser cierto. Hay, por otro lado, quienes afirman que debe tener méritos para haber llegado donde llegó. Y esto también puede ser cierto. Nadie duda de que goza de gran popularidad. Sobre este último punto, podríamos ser políticamente incorrectos y empezar a criticarnos a nosotros mismos como sociedad, acaso por haber encumbrado a semejante personaje. Seria en extremo tentador hacerlo. Pero seríamos injustos con el propio Daniel Scioli: al fin y al cabo, se trata de una sociedad que parió a presidentes tales como Isabel Perón y Fernando De la Rúa.

Y, ante todo, seamos justos también con nosotros mismos: a fin de cuentas, la novela "Desde el jardín", en la que un simple pero infradotado jardinero llega a convertirse en candidato a presidente, no es argentina.

 
 
 
 
Sobre Pablo Portaluppi

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Periodismo. Columnista político en El Ojo Digital, reside en la ciudad de Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires, Argentina). Su correo electrónico: pabloportaluppi01@gmail.com. Todos los artículos del autor, agrupados en éste link.