INTERNACIONALES | OPINION: JESUS SANCHEZ CAÑETE

Edward Snowden, ¿peón de Vladimir Putin?

Es hora de que Putin despierte del sueño soviético y entienda los retos del siglo XXI. Es hora de ser responsables y convertirse en el socio que Estados Unidos y el mundo libre necesitan...

01 de Noviembre de 2013
Es hora de que Putin despierte del sueño soviético y entienda los retos del siglo XXI. Es hora de ser responsables y convertirse en el socio que Estados Unidos y el mundo libre necesitan para vencer al verdadero enemigo de Occidente y de Rusia: el fundamentalismo islámico.

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Edward Snowden, el ex contratista de la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense (NSA) que develó hace unos meses los programas de vigilancia del gobierno, volvió ayer a las portadas de la prensa internacional.
 
La noticia era doble. Por un lado, su padre llegó a Rusia y se reunió con Anatoli Kucherena, el abogado que se ha convertido en la sombra de un Snowden del cual dejó de saberse una vez que abandonara la terminal internacional del aeropuerto de Moscú-Sheremetyevo el pasado 1 de agosto, después de que Rusia le concediera un asilo político que enfureció a Washington.
 
Por otro lado, el también ex analista de la CIA recibió el miércoles un curioso premio de varios estadounidenses (ex miembros de agencias de inteligencia) que se reunieron con él para reconocer su labor de “whistleblower” (la traducción literal es “el que hace sonar el silbato”, en alegoría a aquel que delata malas prácticas en una institución). Un galardón que, desde luego, es inmerecido, pues Snowden en ningún momento “tocó” ningún silbato.
 
Y es que, en vez de recurrir a los canales habituales de denuncia de malas prácticas (sólo cuando éstos no resultan efectivos podría entenderse la necesidad de airear un “escándalo”), éste directamente decidió por su cuenta y riesgo huir del país y filtrar los documentos a la prensa –y quién sabe si pasárselos a los rusos y a los chinos-. Así pues, no hay honor alguno en lo que Snowden hizo, ya que en vez de ser un patriota se comportó como un desertor; peor aún, como un traidor. Si sus motivos son honestos, volverá a Estados Unidos a exponer su caso en los tribunales norteamericanos. Algo que no parece que vaya a suceder pronto, a juzgar por las palabras de ayer de su padre, que se deshizo en agradecimientos para con Rusia.
 
Quienes le premiaron negaron además que las informaciones de Snowden hayan causado un perjuicio irreparable a Estados Unidos. En su opinión, sacar a la luz dichos programas es más importante que las consecuencias que pueda tener revelar su existencia. Pueden engañarse todo lo que quieran; es de sentido común que el hecho de publicar que existen le hace perder una gran ventaja táctica al país en lo que a la lucha contra el terrorismo se refiere. Como afirmaba ayer el director del MI5 (el órgano de inteligencia del Reino Unido), hasta ahora la tecnología había dado a los gobiernos grandes capacidades de lucha contra los terroristas. Ahora, ese margen de ventaja está “siendo atacado”. Y es que es lógico pensar que, en adelante, quienes quieren hacer daño protejan mejor sus comunicaciones electrónicas con códigos de encriptación y demás. Así pues, los defensores de Snowden pueden pensar lo que les venga en gana; a ver si tienen luego el valor de decirles a las víctimas del terrorismo que la muerte de su hijo se podía haber evitado si hubieran “escuchado” conversaciones de forma masiva. Conversaciones que quedó claro que no se escuchan; el gobierno se limita a recopilar datos de las llamadas, a fin de cruzar referencias y encontrar nexos que permitan rastrear a los terroristas.
 
En cualquier caso, lo que más me ha llamado la atención del último “culebrón” Snowden es quizá la relevancia mediática que ha tenido, o que se le ha querido dar. Los americanos que fueron a premiarle fueron entrevistados durante 15 minutos por el canal RT, “financiado por el Kremlin y que expone su punto de vista”, informa el Washington Post. Una buena exposición mediática, la misma que obtuvo un Lon Snowden que, probablemente, él mismo fuera el primer sorprendido del recibimiento que le hizo ayer la prensa rusa en el aeropuerto. Después de todo, se sabía que viajaría a Rusia, pero no cuándo. Alguien avisó a la prensa –presumiblemente Kucherena, cercano al ejecutivo de Putin y a quien el tema Snowden le tiene que estar convirtiendo en el abogado más famoso del país-. Fue éste último quien llevó después al padre de Snowden a la sede del principal canal de televisión ruso (también controlado por el gobierno) para ser entrevistado, según informaba el citado medio estadounidense. A nadie le importó que estuviera demasiado cansado por el jet lag; había que hacer ruido mediático.
 
Dicho lo cual, que cada uno piense si ha sido todo un plan del gobierno ruso o no para volver a poner el tema Snowden en el candelero y de utilizarle como peón en su estrategia internacional. Será porque me he acostumbrado a vivir en la capital en la que nada sucede por casualidad, pero en mi opinión es ilógico pensar que el gobierno de Putin no estuviera detrás. Así pues, si aceptamos esta hipótesis, ¿por qué volverle a dar protagonismo a un tema que enfrió mucho las relaciones entre Estados Unidos y Rusia? Lo fácil era “dejarlo estar”, ahora que un atisbo de primavera afloraba entre Washington y Moscú gracias a la cuestión siria, donde al parecer hay un progreso real en cuanto a la destrucción del arsenal químico del sanguinario presidente Asad.
 
¿Será un nuevo golpe de timón de un Putin que no da puntada sin hilo en materia de exteriores, y que busca “desafiar” el liderazgo internacional de Estados Unidos? ¿Es este un nuevo movimiento de peón en su partida de ajedrez por liderar las relaciones internacionales? Hay que reconocer que su manejo del tema de Siria ha sido muy hábil en materia diplomática, forzando a Estados Unidos a cambiar de paso y de discurso y detener un ataque. ¿Qué le habrá prometido a Asad a cambio de destruir su preciado arsenal químico?
 
De lo que no hay duda es de que el presidente de Rusia quiere llevar a su país a un nuevo nivel de influencia mundial, similar al que tuvo en su día la difunta Unión Soviética. Esto no sólo se ve en sus relaciones internacionales, sino también en otros temas económicos, energéticos y de defensa. De ahí que, presumiblemente, no esté muy contento con la reciente noticia de que se espera que Estados Unidos se convierta en este 2013 en el primer productor mundial de hidrocarburos.
 
En cuanto a la variable defensiva, con el pretexto de defender sus fronteras y proteger sus recursos naturales, al parecer Rusia está engrasando su obsoleta maquinaria de guerra. Hace pocos días publicaba Nikolas K. Gvosdev en The National Interest un interesante análisis acerca de cómo Rusia ha vuelto a hacer de su fuerza militar la prioridad nacional, destinando amplias partidas presupuestarias. El experto pone un curioso ejemplo: hasta hace pocos años el gasto en construcción de buques de guerra era inferior al 10% que el realizado por la Navy estadounidense; ahora esa diferencia se ha reducido a la mitad.
 
Si la producción armamentística cumple los plazos previstos –cosa poco probable, según afirma un Gvosdev que además cuestiona la fiabilidad del material bélico producido-, para 2020 Rusia tendría un personal militar en activo superior al millón de efectivos, con 2.300 nuevos tanques, 1.200 helicópteros y aviones nuevos, y 50 buques de superficie y 28 submarinos nuevos. En total, unos 755.000 millones de dólares invertidos, continúa el experto. Cifras que marean y asustan, y que obligarán a Estados Unidos a seguir gastando cantidades ingentes de dinero en el capitulo defensivo. Malas noticias para un país que no sabe de dónde recortar.
 
Toda nación tiene derecho a armarse, qué duda cabe. Sin embargo, mejor haría Putin en invertir el dinero de sus contribuyentes –muchos de los cuales se mueren de hambre por la injusta economía surgida del desmantelamiento de la Unión Soviética- en crear un sistema más dinámico y de verdadero libre mercado, donde cualquiera pueda prosperar gracias a su trabajo y no sean unos pocos los que lo controlen todo. Y si quiere convertir a Rusia en un rival poderoso, promueva una democracia sólida basada en derechos humanos –algo que brilla por su ausencia muchas veces en sus fronteras-. Señor Putin, la Guerra Fría ya pasó; cuelgue su uniforme del KGB, deje de jugar a los espías con Snowden y entréguelo a Estados Unidos para que pueda comparecer ante la justicia. Es hora de despertar del sueño soviético y entender los retos del siglo XXI. Es hora de ser responsables y convertirse en el socio que Estados Unidos y el mundo libre necesitan para vencer al verdadero enemigo de Occidente y de Rusia: el fundamentalismo islámico.
 

* El autor es analista de temas internacionales. Publica periódicamente en la web USA Hispanic Press, en la URL http://usahispanicpress.com/
 
 
Jesús Sánchez Cañete | Publicado en la web USA Hispanic Press