ECONOMIA INTERNACIONAL: PEDRO SCHWARTZ

España: a la japonesa

Niels Bohr, el gran físico danés, es también conocido porque dijo que “predecir es muy difícil, especialmente el futuro”...

25 de Octubre de 2013
Niels Bohr, el gran físico danés, es también conocido porque dijo que “predecir es muy difícil, especialmente el futuro”. A principios de la primavera pasada, una alta autoridad del Banco de España me comentó en confidencia que esperaba que la economía española empezara a crecer muy modestamente —un 0,1%— en el cuarto trimestre de este año. Gracias a Dios, se equivocaba, pues el crecimiento ha empezado ya en el tercer trimestre. Ello nos hace esperar dos trimestres positivos seguidos y, según es la definición convencional, la salida de España de la recesión en este mismo año 13 de las malas meigas. La pregunta es si la recuperación es sostenible y si se acelerará como espera el gobierno.
 
Empecemos con lo que sugiere la experiencia histórica sobre las consecuencias de una crisis financiera de la magnitud de la que hemos sufrido. Los bien conocidos historiadores económicos, Carmen Reinhart y Ken Rogoff, en su apasionante libro sobre nada menos que ocho siglos de catástrofes financieras, debemos pensar en ocho a diez años de crecimiento por debajo de la tendencia secular. Han recibido críticas por decir que cuando la deuda pública pasa de una cifra equivalente al 90% del PIB, la tasa de crecimiento desciende un peldaño: las caídas no son al parecer así de bruscas. Sin embargo, creo que grosso modo recogen un hecho cierto y es que las grandes deudas públicas y privadas pesan como una losa sobre las economías que las sufren.
 
Dos grandes bolas tiene que digerir la economía española antes de ponerse a crecer otra vez como deseamos y necesitamos. La primera es el referido monto de la deuda total. En agosto pasado, las Administraciones Públicas cargaban con un pasivo financiero bruto de 944.682 millones de euros. Por su parte, las empresas no financieras debían 1.079.625 millones (de los cuales, 329.000 al extranjero); y los hogares 806.065. Todo ello suma 2,83 billones de euros, muy por encima de los 1,05 billones que se espera sea el PIB a finales de este año: la deuda total es 2,7 veces nuestro producto anual: eso es mucha deuda. Su plazo medio debe de estar en los 6 a 7 años. Tanto las empresas como las familias están amortizando crédito. El Estado, en cambio, sigue aumentando su deuda, con gritos de triunfo porque le está siendo posible refinanciarse. Todo ello augura una digestión pesada y pocas ganas de ponerse en movimiento exceptuando el esfuerzo de vender en el extranjero, que es lo más consolador de nuestra situación.
 
La segunda bola es el desempleo. Sin duda ha dejado de crecer y las cifras que esperamos de un día para otro confirmarán esta tendencia. Aunque sea así, mucho tiene que ocurrir para que bajemos de un 25% de paro a cifras por debajo del 10%. La cantidad de paro joven parece estar algo inflada, pues creo que hay muchos parados/estudiantes. Lo verdaderamente preocupante no es el paro, sino la acongojante caída de la población activa, de la que se han retirado por desesperanza. No me preocupa, en cambio, la emigración en busca de empleo en Europa y el mundo entero, lo que la prensa amarilla denuncia como pérdida de capital humano: los españoles jóvenes solían negarse a ir a trabajar fuera y es bueno que se aireen un poco.
 
Ante estas dos cuestiones, la respuesta del gobierno ha sido tímida. Al ministro Montoro, le gusta subir los impuestos pero no recortar el gasto —la prueba es que el techo del gasto se ha subido respecto del año pasado—. Las Administraciones Públicas deberían saber desendeudarse tanto como las empresas y las familias, trayendo el copago sanitario, la capitalización parcial de las pensiones públicas junto con un más inmediato retraso de la edad de jubilación, además de ahorros más decididos en gastos de personal: ¿Cuánto se han reducido las remuneraciones en el sector privado?
 
La reforma laboral ha resultado ser insuficiente. Tiene razón el Círculo de Empresarios al señalarlo. Los expedientes de regulación de empleo han caído en manos de una magistratura que muchas veces mira con sospecha los argumentos de la empresa. Los inspectores de trabajo actúan a menudo como si quisieran sustituir a los jefes de personal de las empresas. El Instituto de Estudios Económicos de la CEOE ha subrayado la necesidad de reformar el subsidio de desempleo para desplazar la protección hacia los parados de larga duración. El gobierno debería atreverse a suspender al menos temporalmente la obligatoriedad del salario mínimo interprofesional.
 
No quiere esto decir que en algunos ministerios no se hayan notado esfuerzos de reforma, como por ejemplo con los Proyecto de Ley de Educación y de Comercio, en curso de trámite parlamentario. Pero la lectura del proyecto de Presupuestos sugiere que el impulso reformista se ha agotado. La actitud del gobierno parece ser ahora la de decir “bastante hemos hecho: pasemos el testigo a Mr. Gates”.

 
Este artículo fue publicado originalmente en Expansión (España) el 24 de octubre de 2013.
 
* Pedro Schwartz es Presidente del Tribunal de Defensa de la Competencia de Madrid y Profesor de Economía de la Universidad San Pablo CEU
 
 
Pedro Schwartz | The Cato Institute, sitio web en español