POLITICA | OPINION: LIC. PABLO PORTALUPPI

La variable de la indignidad

Los K la llaman "década ganada". Los no K, la "década perdida". Para otros, se trata de la "década desperdiciada"...

02 de Octubre de 2013
Los K la llaman "década ganada". Los no K, la "década perdida". Para otros, se trata de la "década desperdiciada"

El presente trabajo se propone sobrevolar estos calificativos, para intentar ingresar de lleno en un aspecto más conceptual y cultural: nuestra propia dignidad. 
 
Al fallecido ex presidente Néstor Carlos Kirchner, se le atribuyen dos frases: "La política es una suma de expectativa y dinero", y "Todos tienen un precio". Twitter, Lic. Pablo PortaluppiNadie sabe si alguna vez las pronunció con esa precisión, pero estamos seguros de que supo aplicar esas reglas en su gobierno, y lo propio ha hecho su esposa.
 
La obsesión de Kirchner fue siempre "hacer caja". Mucho más si se tiene en cuenta que, en 2003, cosechó -apenas- el 22% de los votos. Todo ello, en un contexto de fuerte atomización y descontento con la clase dirigente. Y lo logró. Con la devaluación ya consumada, lo que llevó el precio del dólar a un nivel competitivo; con una industria ociosa, producto de los cuatro años previos de recesión y crisis; y con el precio de la soja comenzando a volar, las arcas del Estado comenzaron a llenarse de billetes estadounidenses y pesos. Luego de dos años, puso en funcionamiento una maquinaria de cooptación y de compra de voluntades como nunca se vio en la Argentina. Pero, para que esa maquinaria tuviera éxito, hacían falta dos. Como en el amor. O como en la corrupción.
 
No será necesario remitirse a nombres propios, conforme no es la intención de este artículo. Pero sí cabe decir que, en la "volteada" (el término nunca podría ser más preciso) cayeron gobernadores, sindicalistas, intendentes, empresarios y -lo que es peor- políticos opositores.
 
El dinero y el miedo se apoderaron de esta serie de personajes. Poco importaba el reto al que eran sometidos, ni el cargo que ostentaran, ni sus representados. Les importaba un bledo la dignidad.
 
Algunos podrán pensar que esta idea se presenta como demasiado lírica. Que la política y el lirismo son incompatibles. Pero, vamos, que un poco de dignidad no viene mal. Incluso las naciones desarrolladas alcanzaron ese status con una pizca de dignidad en sus clases dirigentes. Y, nobleza obliga: hubo políticos que no se dejaron comprar. Pero fueron los menos.
 
Los actos más emblemáticos de la indignidad se intercalan en los monólogos de la Presidente Cristina Fernández de Kirchner; capítulos en los que la primera mandataria puede pronunciar las cosas más absurdas que, inmediatamente, serán coroladas con un fuerte aplauso, acompañado éste de risas y aprobaciones. ¿Existe algo más indigno que eso? Se han aplaudido desde el cepo al dólar y la Resolución 125, hasta la tristemente célebre sentencia que rezaba que, en Formosa, "no hay pobres". Se ha aplaudido el reciente blanqueo de capitales, transitándose también la enésima inauguración de una misma obra. Se ha festejado el decir que la economía marcha a la perfección. Celebran estos arrebatos no pocos empresarios que padecen el cepo cambiario; aplauden sindicalistas cuyos representados sufren los efectos devastadores de la inflación y del impuesto a las Ganancias. Se regocijan gobernadores víctimas del destrato en público y de la falta de envío de fondos propios. 
 
La pregunta es casi obvia: ¿qué aplauden? ¿Acaso la perpetuación del status quo? ¿El quedar bien con la Jefa? ¿Festejan la cosecha de intereses personales? ¿Lo hacen por el temor a perder el "empleo"? ¿O todo junto? 
 
Si acaso existe algo que caracterizó a las elecciones de 2011, eso es que, en general, han ganado los oficialismos. Esto es, la mayoría de esos señores que aplauden y se ríen. Tal vez, nosotros -desde el voto- hayamos aportado bastante a la indignidad general. Y, quizás, nosotros -con ese mismo sufragio, aunque dos años después- estemos aportando también al fin de la misma. 
 
Interesan el dinero, el poder y los beneficios. Y también las conquistas -no vamos a negarlo-. Pero también importa tener dignidad. Aunque sea un poquito.

 
 
Sobre Pablo Portaluppi

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Periodismo. Columnista político en El Ojo Digital, reside en la ciudad de Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires, Argentina). Su correo electrónico: pabloportaluppi01@gmail.com. Todos los artículos del autor, agrupados en éste link.