POLITICA - PARTIDOS: COMPROMISO FEDERAL

Cepo cambiario y comercio exterior bloqueados: país ahogado en un vaso de agua

Ni el gobierno kirchnerista, ni los sectores de oposición de izquierda y centroizquierda consiguen dar en la tecla con el objetivo de frenar la corrida contra el peso argentino y la caída en las reservas del BCRA...

26 de Julio de 2013
Ni el gobierno kirchnerista, ni los sectores de oposición de izquierda y centroizquierda consiguen dar en la tecla con el objetivo de frenar la corrida contra el peso argentino y la caída en las reservas del BCRA; tampoco logran hallar la manera de "administrar" las importaciones, exportaciones y movimientos de capitales desde el país hacia el exterior. Se trata de una cuestión sencilla, que ya no se discute a nivel mundial desde inicios de 1970, al alcanzarse -por motivos técnicos y prácticos- un sistema universal que permite que se administren automáticamente precios de monedas, cantidades transables de bienes y servicios y que no requiere de torturantes permisos previos del estado para realizar movimientos financieros.

En rigor, es el sistema cambiario la que determina la forma en que se ordena el comercio internacional. La simplificación observada desde hace ya más de cuatro décadas consiste, primeramente, en permitir el libre acceso de cualquier particular o empresa al mercado de cambios. Esto implica, en la práctica, poder comprar y vender divisas sin que la operación deba ser previamemte aprobada por el gobierno. Pero, además, como tienden todas estas fuentes operacionales a converger en mercados de divisas, los precios que se forman en las transacciones se tornan públicos, transparentes, con baja brecha (spread) entre operaciones y, fundamentalmente flotan.

Las cotizaciones se vuelven, así, en mundiales todos los días del año; sólo cesan desde el viernes a la noche, hasta la tarde del domingo. El modelo se denomina entonces "tipo de cambio de libre acceso con flotación de precios para el establecimiento de los precios entre las monedas". Dólar, yen, franco suizo, euro, libra esterlina, real brasileño, peso mexicano, no sólo las principales monedas sino casi todas las del mundo funcionan de esta manera y resulta irrelevante si los países están gobernados por centroderechas liberales o por centroizquierdas socialdemócratas. El peso argentino de papel y el bolívar venezolano son, en este sentido, algo exótico, y no por casualidad ambos países reprimen con desesperación a su sector externo: no pueden, desde lo técnico, dirigir qué se puede o qué se debe comprar y a qué precios, puesto que se suprimen los medios de ajuste automáticos y naturales surgidos de la espontaneidad de la economía.

El sistema descripto permite, precisamente, al ser los precios conformados el resultado de las valoraciones de consumidores y productores, que el estado se desentienda de tener que autorizar importaciones, fijar cupos de exportaciones, restringir el egreso de capitales o bloquear el ingreso de capitales. No es preciso regular cantidades, dado que los precios libres y flotantes de las divisas permitirán que se encuentren equilibrios que ordenen esta cuestión central de la economía.

La Argentina se ha ido alejando en los últimos años de este sistema normal de operaciones. Primero, el estado se adueñó de las divisas de los exportadores, obligando a ingresarlas al país como si fueran propias, a consecuencia de lo cual luego se sintió en el derecho y en la obligación de decidir qué se importa y qué no otorgando cupos y permisos destructivos. Luego, bloqueó primero el ingreso y el egreso de capitales, dando lugar al cepo cambiario en etapas, hasta alcanzar la proscripción total de las transacciones. La historia seguida por ideólogos y hacedores de política económica como Guillermo Moreno y Axel Kicillof es impresionante: es inimaginable tanto infantilismo político perfectamente previsible en sus consecuencias. Es imposible que el último remate, esto es, el blanqueo de capitales y más allá de sus aspectos morales, tenga éxito bajo las actuales condiciones.

Se necesita que el estado restablezca un mercado de cambios de libre acceso, con los precios del peso argentino formados por flotación, terminar con la manía psicológica de que el comercio exterior debe ser dirigido y autorizado por el poder, y retirar al Banco Central del mercado de cambios. La Aduana puede seguir aplicando aranceles razonables, pero nunca cupos ni involucarrse en determinar cantidades transables. No se necesita gradualismo alguno de política económica en este punto. Se puede proceder de inmediato, a lo sumo estableciendo feriados cambiarios con el fin de preparar las cosas, y nada más. Los problemas de faltante de insumos se solucionarán igualmente rápido. La Secretaría de Comercio debe ser clausurada, y Guillermo Moreno neutralizado en su accionar destructivo.

Los beneficios de este giro serán enormes: no traerá resultados negativos aplicar lo que funciona en todas partes del globo con excepción de unos pocos países extraviados por puro prejuicio ideológico, decididos a reprimir las libertades de sus ciudadanos.  
 
Carlos Maslatón (Compromiso Federal/UPAU), Prensa