ECONOMIA INTERNACIONAL: PEDRO SCHWARTZ

Carrera de obstáculos en el Atlántico Norte

En su Discurso sobre el Estado de la Unión de pasado febrero, el presidente estadounidense Barack Obama dio carácter oficial a una iniciativa debatida desde hacía tiempo entre los defensores del libre comercio...

26 de Julio de 2013
En su Discurso sobre el Estado de la Unión de pasado febrero, el presidente estadounidense Barack Obama dio carácter oficial a una iniciativa debatida desde hacía tiempo entre los defensores del libre comercio: crear un área sin barreras en el Atlántico Norte para el intercambio de bienes, servicios y capitales. La llamó Transatlantic Trade and Investment Partnership with the European Union (TTIP). Para Obama, se trata de “forjar una alianza económica con Europa tan fuerte como nuestra alianza militar y política”. Es una gran idea que ha despertado el entusiasmo de las autoridades europeas, pero que se enfrenta con grandes obstáculos muy difíciles de superar. A ello se añade que el presidente de EE.UU. ve un posible acuerdo con Europa como una marca o recordatorio de su mandato: por ello, ha fijado un plazo brevísimo para conseguirlo. ¿Será capaz de conseguir la firma de un pacto significativo nada menos que para octubre de 2014? En todo caso, las negociaciones entre Dan Mullaney, por parte de EE.UU., e Ignacio García Bermejo, por la europea, se pusieron en marcha el 8 de julio pasado: la celeridad está a la orden del día.
 
La relación económica entre EE.UU. y Europa ya es profunda y productiva. Se calcula que cada día se intercambian bienes y servicios por valor de 2.100 millones de euros, lo equivalente a un tercio del comercio mundial diario. En 2011, los países de la UE dirigieron a EE.UU. el 17% de todas sus exportaciones de bienes y el 24% de las de servicios; e importaron de la gran República Americana el 11% y el 17%, respectivamente. La importancia que prestan las empresas europeas a su presencia en EE.UU. puede juzgarse por el hecho de que los individuos y las empresas europeas tienen a su haber el 62,7% de todas las inversiones extranjeras directas (es decir, excluidas las financieras) en EE.UU.; y el empleo directo total creado por filiales europeas y estadounidenses en el “otro lado del charco” supone nada menos que trece millones de personas.
 

Prosperidad
 
Sobre esta base, el esfuerzo de liberación buscado con tal Iniciativa resultaría en una multiplicación extraordinaria de la prosperidad en Europa y EE.UU. En un Informe de 2011 del Centro de Relaciones Transatlánticas (CTR) se cifra el aumento del comercio tras acordar un “arancel 0” en un 18% anual para la UE y un 17% para EE.UU. Si además de esa reducción de los aranceles se consiguiera una convergencia en los sistemas y criterios de regulación de ambos partenaires, las exportaciones de la UE podrían crecer un 2,1% más y las de EE.UU. un 6,1%. Una cifra aún más llamativa de ese estudio es la mejora permanente de los ingresos de los hogares europeos y estadounidenses traídos por la liberación: a lo largo de su vida de trabajo, los hogares europeos podrían ingresar unos 14.000 euros más año tras año y los de EE.UU. unos 8.400 euros. Además, si los negociadores consiguen evitar la trampa de excluir el resto del mundo de tal Iniciativa, el efecto positivo ser extendería por todo el mundo.
 
Las dificultades para conseguir la liberación de los intercambios y la convergencia de las regulaciones son grandes, sin embargo. Así, en el terreno agrícola, la opinión europea se opone decididamente a la importación de carne de ganados engordados con antibióticos, así como al consumo de productos vegetales genéticamente mejorados, como la soja o maíz transgénicos.
 
Por su parte, EE.UU. mantiene una protección de sus azucareros aún más decidida que la europea; ambas zonas permiten la entrada de azúcares de países del tercer mundo, lo que supone más ‘chinitas’ en el camino. Más temibles aún son las barreras no tradicionales nacidas de reglas divergentes en materia de estándares de seguridad, de protección de los consumidores o de compras por parte de instituciones públicas. Baste con señalar la distinta manera que tienen las autoridades de las dos orillas de defender la competencia y enfrentarse con los oligopolios: los estadounidenses lo hacen por medio de los tribunales de justicia, los europeos por regulación e intervención administrativa. Por eso, la “reserva cultural” exigida por Francia para su industria audiovisual es el menor de los problemas con los que se enfrentan los negociadores.
 
Conscientes de lo escarpado del camino y lo breve del plazo, los estadounidenses hablan de que, una vez firmado algo significativo en octubre de 2014, se continúe el proceso con un "living agreement", una buena disposición para seguir negociando en aquellas zonas en las que sigan existiendo obstáculos no salvados.
 
En mi opinión, sin embargo, la dificultad mayor se encuentra en otro punto. Jacob Viner, uno de los grandes historiadores de la economía en el siglo XX, señaló que la creación de una zona de librecambio en una parte del mundo podía hacer mucho daño al resto si el resultado era el de desviar comercio en vez de crear comercio nuevo para mayor prosperidad general. Para evitar este tipo de efectos negativos, la Organización Mundial de Comercio impone a quienes busquen crear áreas de librecambio limitadas geográficamente la llamada “regla de nación más favorecida”. Según esa regla, las ventajas concedidas en la más reciente negociación deben extenderse a los países con los que las partes tuvieran acuerdos anteriores. Para curarse en salud, la propuesta incluye la declaración de que “juntos, EE.UU. y la UE pueden contribuir con su iniciativa a una liberalización multilateral en un mundo globalizado”. La mencionada cláusula tendría por efecto la extensión automática de las libertades comerciales a un número creciente de países: a EE.UU. y la UE les sería posible comunicar a las demás naciones que pueden entrar en la nueva zona liberada a voluntad si aceptan todas las condiciones pactadas. Temo que esta declaración no sea sino una hoja de parra para cubrir las vergüenzas de proteccionistas irredentos.
 
Este artículo fue publicado originalmente en Expansión (España) el 19 de julio de 2013.
 
Pedro Schwartz | The Cato Institute, sitio web en español